domingo, 1 de mayo de 2011

Ernesto Sábato (1911-2011)

Se propone a las y los estimados blogonautas, recordar, (re) conocer con fervor y pasión a Juan Pablo, pero no al exPapa-a-que-no-puedes-comer-sólo-una-campaña-mediática, sino al protagonista de la novela
El Túnel (1948), de
Ernesto Sábato.
O sea, a Juan Pablo Castel que, según narra el relato, es un pintor que se enamora hasta el delirio de María Iribarne Hunter. Y toda la historia comienza por una pintura simbólicamente titulada Maternidad; en rigor, por un detalle de dicho cuadro:

"Pero arriba, a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba como esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante."

María es la única en la exposición que observa fijamente, obsesionada, ese detalle que nadie más parece advertir. Y aunque Juan Pablo se da cuenta y se sobresalta por la intensa mirada de la espectadora, en ese momento no sabe quién es ella, ignora quién es esa María que contempla su lienzo: Maternidad. Y María lo hace parir amor.

"Yo vivía obsesionado con la idea de que su amor era, en el mejor de los casos, amor de madre o de hermana. De modo que la unión física se me aparecía como una garantía de verdadero amor. Mi reacción era positiva y brutal: me echaba sobre ella, le agarraba los brazos como con tenazas, se los retorcía y le clavaba la mirada en sus ojos, tratando de forzarle garantías de amor, de verdadero amor. Debo confesar que yo mismo no sé lo que quiero decir con eso del "amor verdadero", y lo curioso es que, aunque empleé muchas veces esa expresión en los interrogatorios, nunca hasta hoy me puse a analizar a fondo su sentido. ¿Qué quería decir? ¿Un amor que incluyera la pasión física? Quizá la buscaba en mi desesperación de comunicarme más firmemente con María."

El pintor electrizado, neurótico, no en balde se apellida 'Castel', del latín castelum, "castillo"... lleno de intrincados pasadizos secretos y túneles subterráneos.

"¡La hora del encuentro había llegado! Pero ¿realmente los pasadizos se habían unido y nuestras almas se habían comunicado? En todo caso había un sólo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles. Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivía afuera su vida normal, la vida agitada que llevan esas gentes que viven afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad." (...)

Entonces, por favor, si aún no lo han hecho, lean ya, introdúzcanse al túnel del vehemente argentino Sábato/sabbath/sábado de aquelarre sazonado tóxicamente con potentes pociones del cariiño que no deja indiferente a nadie.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Don Manuel: Ahhh.!! Qué placentero me ha resultado leerle esta mañana de domingo mientras me tomo mi café. Gracias por su atinada recomendación.
BV

. dijo...

Gracias por lo de Sábato, con tilde o sin tilde.

¿Cierto o no lo de Bin Laden?

Da lo mismo dijo...

Brujilda, de las dos formas se puede, para Sa(á)bato y para Bin Laden...¿Qué dicen las cartas?

Anónimo dijo...

Hay que leer El Túnel. No para agradar al difunto, sino por uno mismo.

Descanse en paz, maestro Sábato