domingo, 8 de mayo de 2011

Fin Laden: ¿asunto moral o político?

Justo cuando se señalaba en la presente Blogonave que el pasado 3 de mayo se cumplía un aniversario más del nacimiento de Nicolás Maquiavelo, analista reconocido por su interpretación del poder separada de la exclusiva interpretación moral, la espectacular muerte de Osama Bin Laden abrió un debate precisamente sobre la pertinencia, impropiedad o justeza (añádase a gusto el adjetivo: moral o política) de dicha operación de contraterrorismo, llevada a cabo por fuerzas de élite del ejército de EEUU. A continuación, se ofrecen dos textos que muestran ambas perspectivas: la que parte de una visión política (a cargo del filósofo francés B-H Lévy); y la que parte de una visión moral (a cargo del teólogo brasileño Leonardo Boff). No se trata de apostarle a ciegas a una u otra postura como si fuese un partido de Atlas contra Chivas, pues las porras y los insultos sólo sirven para desahogar la impotencia del espectador pasivo, sino de reflexionar a fondo qué argumentos permiten forjar un criterio más próximo a lo real, a lo verdadero.

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Muerte en Pakistán

Bernard-Henri Lévy, 08/05/2011

Bin Laden ha muerto.

En cierto modo, ya estaba muerto.

Y hacía tiempo que ya nadie creía en su perspectiva de un islamismo radical capaz de tomar el relevo del comunismo y sus ambiciones planetarias.

Esta vez está muerto y bien muerto.

El peor asesino en serie de la historia contemporánea, el inventor de la nueva estrategia terrorista, el jefe de una ONG del crimen que, en los últimos diez años, ha matado a miles y miles de civiles ha salido de la escena mundial.

Y, evidentemente, es una gran noticia.

A partir de aquí, se plantean las siguientes preguntas:

1. ¿Quién ha matado a Bin Laden? Un comando del Joint Special Operations Command estadounidense, por supuesto. Pero también, claro está, la coalición antiterrorista que lo perseguía desde hacía diez años. Y esas masas arábigo-musulmanas que se suponía iban a caer en manos de Al Qaeda pero, finalmente, se libraron mucho de hacerlo y a las que los recientes movimientos democráticos en la región han terminado de curar de esa posible tentación. Bin Laden ha muerto porque la mayoría de los musulmanes renegó de él de inmediato. Y porque, diez años después, la Primavera Árabe lo había condenado.

2. ¿Qué hizo posible la muerte a Bin Laden? La presencia de las fuerzas especiales norteamericanas cerca de Pakistán. O, hablando claro, en el territorio del vecino afgano. Lo que, para hablar más claro aún, significa que la coalición antiterrorista hizo bien en permanecer en Afganistán y que esta guerra tan denigrada, con tan mala prensa, esta guerra que se suponía perdida y que solía meterse en el mismo saco que la absurda guerra de Irak era una guerra que había que hacer y que hoy da sus frutos de reconciliación y de paz. El acontecimiento es la consecuencia de la presencia de soldados occidentales en Kapisa y Uzbin. Es la victoria de quienes, desde 2001, se resisten a dejarse impresionar por el derrotismo circundante. Es un revés para la mentalidad muniquesa y su insondable frivolidad.

3. ¿Qué va a pasar a partir de ahora? Naturalmente, esta ha sido una lección para todos los terroristas del mundo y también para los talibanes. A medio y largo plazo, provocará además un inevitable debilitamiento del pequeño ejército del crimen que capitaneaba Bin Laden. Pero ¿y antes de eso? ¿A más corto plazo? ¿En la base de la Base? ¿En esas células que funcionaban como franquicias, que sólo mantenían unas relaciones lejanas con él y acaban de perpetrar en Marrakech, en una de las plazas más bellas del mundo, el baño de sangre que todos recordamos? ¿No corremos el riesgo de ver una epidemia de pequeños califas intentando ser califas en lugar del gran Califa? ¿Y no van a lanzarse a una competencia para imaginar una revancha a la altura de su demencia? Esta muerte es una victoria. Pero, por desgracia, no es la derrota total del terrorismo.

4. ¿Qué hacer con el cadáver de Bin Laden? La cuestión puede parecer secundaria, pero, en el momento en que escribo estas líneas, apenas unas horas después del anuncio de su muerte, es simbólica y políticamente esencial. ¿Sumergido en el Golfo de Omán? ¿De veras? En ese caso, existe el riesgo de que florezcan las habituales fantasías complotistas: "En realidad no murió, emir oculto, resurrección, véase la imagen trucada emitida ya por los paquistaníes...". ¿Inhumado, entonces? Pero ¿dónde? ¿Para quién el regalo envenenado? ¿Y en qué cementerio y de qué país, el eventual lugar de peregrinaje? Un verdadero dilema. Y de nuevo la foto. ¿Los estadounidenses habrán tomado la precaución de sacar una verdadera foto de los restos mortales? Sería necesario. Indispensable para poner coto a esos otros rumores que no faltarán a la cita para privar a Obama de su éxito: "Muerte natural..., cortina de humo..., falsa operación..., falsa victoria...". Pero es lo que hicieron antaño, y por la misma razón, con el cuerpo del Che Guevara. Y al hacerlo lo convirtieron en el icono que todos conocemos. ¿Entonces? Muy difícil...

5. Y, finalmente, Pakistán. Comprendo que la operación ha sido posible gracias a la cooperación de este aliado de Estados Unidos que, no hay que olvidarlo, posee la bomba atómica. Pero al mismo tiempo... ¿Cómo no ver al mismo tiempo la otra cara de la verdad? Se decía que el fugitivo se ocultaba en grutas. Que erraba de refugio en refugio. Se suponía que vivía como una fiera acorralada en no sé qué "zona tribal". Pero ahí estaba, en el corazón del país. Vivía a unas decenas de kilómetros de Islamabad, su capital política, en un barrio que yo mismo visité durante mi investigación sobre Daniel Pearl y es una zona residencial para militares retirados. ¿Cómo no concluir que los paquistaníes lo sabían? ¿Que primero aceptaron protegerlo y más tarde decidieron entregarlo? ¿Cómo no hacer la pregunta que yo planteé cada vez que, en el pasado, y en circunstancias siempre análogas, las agencias paquistaníes soltaban a uno de los yihadistas que tenían en reserva? (desgraciadamente, los acontecimientos siempre me han dado la razón). ¿Por qué este cambio de opinión? ¿De acuerdo con los términos de qué trato? ¿Y qué carta conserva uno cuando, en la partida de póquer que es el juego diplomático visto desde Islamabad, se descarta de semejante triunfo?

La desaparición de Bin Laden, por afortunada que sea, me reafirma en la idea de que este Pakistán nuclear, yihadizado y bajo la persistente influencia de esos terribles servicios secretos, es hoy, como ayer, uno de los lugares más peligrosos del mundo. (Traducción de José Luis Sánchez-Silva para El País)


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No se ha hecho justicia sino venganza
-Leonardo Boff (*) , ALAI AMLATINA, 06/05/2011

Se necesitaría ser enemigo de sí mismo y contrario a los valores humanitarios mínimos para aprobar el nefasto crimen del terrorismo de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Pero resulta de todo punto inaceptable que un Estado, el más poderoso del mundo en el terreno militar, para responder al terrorismo se haya transformado él mismo en un Estado terrorista. Fue lo que hizo Bush, limitando la democracia y suspendiendo la vigencia incondicional de algunos derechos, que eran orgullo del país. Hizo más: dirigió dos guerras, contra Afganistán y contra Irak -donde devastó una de las culturas más antiguas de la humanidad-, en las que han muerto más de cien mil personas y ha habido más de un millón de desplazados.

Cabe repetir la pregunta que a casi nadie interesa plantear: ¿por qué se produjeron tales actos terroristas? El obispo Robert Bowman, de Melbourne Beach, Florida, que fue anteriormente piloto de cazas militares durante la guerra de Vietnam, respondió, claramente, en el National Catholic Reporter, en una carta abierta al Presidente: «Somos el punto de mira de los terroristas porque, en buena parte del mundo nuestro Gobierno defiende la dictadura, la esclavitud y la explotación humana. Somos el blanco de los terroristas porque nos odian. Y nos odian porque nuestro Gobierno hace cosas odiosas».

No otra cosa dijo Richard Clarke, responsable contra el terrorismo de la Casa Blanca en una entrevista a Jorge Pontual emitida por la cadena Globonews el 28/02/2010 y repetida el 03/05/2011. Había advertido a la CIA y al Presidente Bush que un ataque de Al Qaeda era inminente en Nueva York. No le dieron oídos. Enseguida ocurrió, lo que le llenó de rabia. Esa rabia aumentó contra el Gobierno cuando vio que con mentiras y falsedades, Bush, por pura voluntad imperial de mantener la hegemonía mundial, decretó una guerra contra Irak que no tenía conexión ninguna con el 11 de septiembre. La rabia llegó a un punto tal que, por salud y decencia, dimitió de su cargo.

Más contundente fue Chalmers Johnson, uno de los principales analistas de la CIA, también en una entrevista al mismo periodista, el día 2 de mayo del corriente año. Conoció por dentro los maleficios que las más de 800 bases militares norteamericanas producen, distribuidas por todo el mundo, pues suscitan la rabia y la revuelta en las poblaciones, caldo de cultivo para el terrorismo. Cita el libro de Eduardo Galeano: Las venas abiertas de América Latina para ilustrar las barbaridades que los órganos de inteligencia norteamericanos cometieron por aquí. Denuncia el carácter imperial de los Gobiernos, fundado en el uso de la inteligencia que recomienda golpes de Estado, organiza el asesinato de líderes y enseña a torturar. En protesta, dimitió y se hizo profesor de historia en la Universidad de California. Escribió tres tomos, Blowback ('Venganza'), en los que preveía, con pocos meses de anticipación, los actos de venganza contra la prepotencia estadounidense en el mundo. Ha sido tenido como el profeta del 11 de septiembre.

Éste es el telón de fondo sobre el que entender la actual situación que culminó con la ejecución criminal de Osama Bin Laden. Los órganos de inteligencia estadounidense son unos fracasados. Por diez años consecutivos han barrido el mundo para cazar a Bin Laden. Nada consiguieron. Sólo usando un método inmoral, la tortura de un mensajero de Bin Laden, han conseguido llegar a su escondite. Por tanto, no han tenido mérito propio alguno.

En esa caza todo está bajo el signo de la inmoralidad, la vergüenza y el crimen. En primer lugar, el Presidente Barak Obama, como si fuese un «dios» ha determinado la ejecución/matanza de Bin Laden. Eso va contra el principio ético universal de «no matarás» y de los acuerdos internacionales que prescriben la prisión, el juicio y el castigo del acusado. Así se hizo con Hussein de Irak, con los criminales nazis de Nüremberg, con Eichman en Israel y con otros acusados. Con Bin Laden se ha preferido la ejecución intencionada, un crimen por el cual Barak Obama deberá responder algún día. Por otra parte, se ha invadido el territorio de Pakistán, sin ningún aviso previo de la operación. A continuación se ha secuestrado el cadáver y lo han lanzado al mar, crimen contra la piedad familiar, derecho que cada familia tiene de enterrar a sus muertos, criminales o no, pues por malos que fueren, nunca dejan de ser humanos.

No se ha hecho justicia. Se ha practicado la venganza, siempre condenable. «Mía es la venganza» dice el Dios de las Escrituras de las tres religiones abrahámicas. Ahora estaremos bajo el poder de un
Emperador sobre quien pesa la acusación de asesinato. Y la necrofilia de las multitudes nos disminuye y nos avergüenza a todos.

(*) Leonardo Boff es teólogo y autor, entre otros libros, de "La voz del arco iris" (2003), "Evangelio del Cristo cósmico" (2009) y "Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres" (2006)

1 comentario:

. dijo...

Boff, dedo en la llaga, como suele ser su estilo.