miércoles, 31 de agosto de 2022

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lunes, 15 de agosto de 2022

domingo, 14 de agosto de 2022

Mensaje palaciego


Deuda-pandemia-guerra... narcobloqueos

El riesgo de patologizar las respuestas del sujeto 

Sobre el pánico, la depresión y el estrés 

-Sergio Zabalza, agosto 2022 

En estos días nuestro país se encuentra afectado por las consecuencias de una serie concatenada de contingencias, a saber: deuda-pandemia-guerra. La primera devenida de la desastrosa gestión económica, las restantes a causa del descuido en el medio ambiente y la irracionalidad del Poder que reina en el mundo. Demás está decir que se trata de una situación cuya particularidad afecta el ánimo de las persona, de allí la importancia de los discursos circundantes en lo que hace a brindar apoyo, sostén y templanza a los ciudadanos o sumirlos en el hartazgo y la desesperación.

 El resultado de esta escalada se traduce en los cuerpos en términos de un abrumador agotamiento, una suerte de "No doy más" cuyas secuelas de desánimo o sinsentido anuncian el oscuro horizonte del stress. En su seminario sobre la angustia, Lacan hace referencia al stress en tanto "un agotamiento de las posibilidades de respuesta", esto es: "que la demanda hecha a la función (...) puede culminar, desembocar en esa suerte de déficit que supera a la función misma" hasta llegar al "déficit lesionar". La cuestión es seria. Y de funcionamiento se trata. Es que si ya de por sí, todo término, final o conclusión exacerba las emociones y acelera la circulación, nuestra época camina al compás de la ilusión de que todo al fin funcione: que los chicos no se lleven materias, que podamos cambiar el auto, que podamos alquilar la mejor cabaña, que nos salga el préstamo, que terminemos el arreglo, que demos bien el examen, que la fiesta salga genial; una obligación que --para usar los términos de Lacan-- puede lesionar la principal función de nuestro intelecto, a saber: el discernimiento entre lo que es importante y lo que no lo es. 

Por lo pronto, por tratarse de una intervención inapropiada que incentiva al sujeto a gozar de su posición de víctima, todo agente psi debe cuidarse de patologizar el dolor. Lo que cuenta al momento de la tragedia, el desencanto o el desasosiego es la respuesta del sujeto. Más aún --y para tomar una palabra muy en boga en estos aciagos días--, la depresión es una respuesta necesaria ante el dolor, otra cosa bien distinta es quedarse instalado en ella. De manera que corresponde darnos por advertidos de la campaña de desánimo que algunos medios alientan, en este caso tomando recursos de la ingeniería psi. Más que hablar de la depresión, se trata de lecturas deprimentes. 

Y no tanto por el valor de verdad o falsedad de los dichos sino por lo sesgado de los argumentos. Sobre todo destaco la llamativa certidumbre sobre efectos que, en virtud de la magnitud del fenómeno al que asistimos, lejos estamos de poder abarcar. No parece una buena práctica psicoterapéutica encerrar en estereotipos psicopatológicos a la contingencia, dimensión en la que una pandemia o una guerra participan de manera eminente. El sufrimiento forma parte de la experiencia humana, y toda la cuestión está en qué hace un sujeto con eso. Demás está decir que las principales y más maravillosas obras humanas son fruto del dolor y la carencia. Todo depende del deseo presente al momento de tomar tal o cual rumbo de acción. 

Según Freud, "la pérdida, en cualquier sentido, del conductor, el no saber a qué atenerse sobre él, basta para que se produzca el estallido del pánico, aunque el peligro siga siendo el mismo..."[1]. En otros términos, la ausencia de referencias claras y firmes paraliza el trabajo psíquico, inventa un Otro todopoderoso, enmudece los cuerpos y arroja las personas al puro estado de objetos. Es todo lo que la oposición política busca de una manera tan vil como desembozada al incentivar los impulsos más primarios y narcisistas del sujeto: esos fantasmas de la realidad psíquica que priman --tal como señala Freud-- más allá de la efectiva amenaza suscitada por tal o cual situación. La cuestión está en que la fascinación experimentada por Narciso ante la imagen devuelta por el espejo de las aguas termina en la muerte. (De hecho, el desprecio que buena parte de la humanidad destina a la salud del planeta que nos hospeda es un buen ejemplo de este insensato impulso autoreferido). 

De allí que, en lo que a los desafíos que las contingencias imponen, el individualismo sea la más inútil e ineficaz respuesta, en tanto el mismo exacerba las respuestas narcisistas. Sea para quien se enferma de insomnio o stress en virtud de las fantasías de muerte que la inestabilidad le despierta, hasta los delirantes discursos que claman por la propiedad privada o la libertad, un deseo mortífero acicatea las ansiedades más primarias de las personas. 

Desde ya la política es la convocada a la hora de proveer las palabras capaces de tramitar esta opción que se mece entre la peligrosa tontería narcisista y el acto por el cual un sujeto acepta ceder algo de su satisfacción inmediata, única vía eficaz para hacer de esta dura experiencia la oportunidad de un encuentro con el Otro 

 [1] Sigmund Freud, “Psicología de las masas y análisis del yo”, en Obras Completas, A. E. Tomo XVIII, p. 93.

viernes, 12 de agosto de 2022

jueves, 11 de agosto de 2022

miércoles, 10 de agosto de 2022

lunes, 8 de agosto de 2022

domingo, 7 de agosto de 2022

Cómplice con fuero

Y cuando despertó el inconsciente seguía allí

La realidad disminuida

Mario Vargas Llosa, 7 de agosto de 2022

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la capital del Imperio Austrohúngaro, Viena, era una de las capitales más interesantes de Europa. Tanto desde el punto de vista de las artes plásticas como de las creaciones científicas universitarias, era una de las ciudades más creativas del viejo continente. Solamente en el campo económico, para nombrar uno, sus pensadores habían asumido un liberalismo radical, que defendía los postulados libertarios, llevándolo a un extremo radical y sin concesiones. Y en otros dominios, en Viena misma, había nacido un poco al margen de la publicidad, por explícito deseo de sus miembros, la “Asociación Psicoanalítica Vienesa” (que luego pasó a llamarse “Asociación Psicoanalítica Internacional”), que tendría un desarrollo polémico y discutible, a la vez que ganaba ciudades y países de manera relativamente clandestina. Los miembros de esta “Asociación”, en los años siguientes persistieron, empezando por su líder, el Dr. Sigmund Freud, que acababa de realizar su viejo sueño, ser miembro docente en la Universidad en la que había estudiado, gracias a dos padrinos poderosos: Hermann Nothnagel y Richard Von Krafft-Ebing, quienes lo propusieron como Profesor Extraordinario, algo con lo que aquel había soñado siempre. Ahora bien, en tanto que desde el punto de vista oficial Viena florecía de manera genuina, desde el punto de vista popular, la influencia del nazismo vecino, sobre todo en el odio manifiesto a los judíos, causaba verdaderos estragos y permitía a los oportunistas acaparar posiciones que tenían cada día más afinidad con el orden político. 

No cabe duda de que se trata de un fenómeno interesante. A la vez que en la calle cada vez se hacía más presente el prejuicio nazi contra los judíos, en la ciudad misma, un grupo de científicos del más alto nivel discutía sobre una dimensión nueva de la vida que hasta entonces no parecía tener la repercusión que tendría en los próximos años; un orden nuevo, representado por el inconsciente, que escapaba a todo el universo vital representado por todo lo conocido hasta entonces: un orden hecho de sueños reprimidos y fantasías de sueños inconfesables y verdades antojadizas; es decir, la realidad de ese inconsciente siempre inesperado, que creaba una distancia radical entre la cultura oficial y un grupo casi clandestino de médicos que reivindicaban, como una realidad central de la vida individual y como hechos indiscutibles de la experiencia humana, teorías y realidades de difícil comprobación. 

Aunque los hechos culturales tengan siempre un origen relativo, no es arbitrario decir que el fenómeno psicoanalítico nació en Viena, de donde era oriundo el primer presidente de la asociación que lo propugnaba, y donde, aunque no fueran de esa tierra la mayoría de miembros de aquella asociación, es evidente que aquella realidad o irrealidad representada por el inconsciente surgió al mismo tiempo que una sociedad concreta estaba a punto de ceder políticamente a una doctrina fanática y elemental hecha de prejuicios y falsificaciones de largo origen, la misma sociedad en que las artes y ciencias habían prosperado extraordinariamente gracias a una política oficial abierta y que ofrecía una oportunidad a las voces e inventos nuevos. 

Aunque hasta ahora haya científicos que ponen en duda su existencia, sigue siendo su naturaleza algo devastador que implica una realidad que no existe. En todo caso, aquella frustración ha dejado de existir y, de hecho, su vigencia relativa forma parte ya de nuestras vivencias. Se diría que quienes menos lo notaban en el pasado se resignan a aceptar su evidencia aunque, en el fondo, duden de ella.Lo cierto es que, aunque nacido pese a la incomprensión de muchos científicos, el “inconsciente” está allí, junto a nosotros, y buena parte de los ensayos más audaces de nuestro tiempo lo autorizan y suponen. La realidad ha ido justificándolo y dándole una verdad, aunque todavía muchos científicos se nieguen a darle su sentido, siempre que lo tenga, sea mucho, poco o nada. ¿Tuvo que ver su impreciso nacimiento con esa condición de realidad a medias que es la suya? Seguramente, pero eso es un tema difícil y tanto, que muchos se niegan todavía a tocarlo. 

En todo caso, el hecho es que, nacido en un momento difícil y controvertido, todavía existe sólo a medias, como una referencia, sin que su existencia convenza a muchos, como la noche o el día, y esté solo aceptada a medias cuando no haya más remedio y en casos siempre extremos como una verdad que se impone de manera excepcional y siempre escurridiza. Su aceptación será siempre llamativa, como si en ello jugara un papel importante el hecho de que naciera en circunstancias discutibles, en un grupo que no acaba nunca de ser aceptado por todo el mundo, ya que aquel grupo se dividió e incluso desapareció aunque dejara muchas huellas de su célebre existencia.

¿Quién cree hoy en día que el inconsciente sea la secreta materia de que están hechos los seres humanos, que esa sea su realidad primera? Pocas personas, aunque buena parte de la ciencia se subordine a ella y encuentre en ella su última justificación. ¿Tiene que ver en ello su destino más íntimo? El hecho de que naciera en Viena en un momento en que estaba llamado a desaparecer, barrido por un acontecimiento en el que toda verdad científica era abolida por una realidad fanática y excluyente condenada a morir al cabo de pocos años. Otra verdad menos visible se impondría seguramente en su reemplazado. Si el “inconsciente” hubiera nacido en Inglaterra o en Francia, no habría tantas dudas como el hecho de que naciera en Viena. Su existencia está condicionada por el lugar de su mismo nacimiento. La verdad es que, pese a todo, nadie se atreve a negarlo abiertamente. El escepticismo que lo hostiga no suele dar la cara, pues hay demasiados casos en que se justifica. En todo caso está ahí, detrás de muchos aspectos de la vida que lo delatan o suponen, aunque en otros aspectos plantee su existencia una duda integral, ya que no es tan evidente como lo son las estrellas o las piedras, es decir, una cualidad en la que otras realidades se imponen. Su verdad es oblicua y se avecina a la verdad de manera indirecta como si dependiera de pronto, asida a otras realidades de la cual fuera parte integrante. El “inconsciente” es así, una realidad de la cabe siempre dudar, como si su remoto origen formara parte de ella y su condición fuera siempre precaria. Y, sin embargo, la verdad es que sin ella, la libertad de los seres humanos sería menos posible. Lo extraordinario que hay en ella es que no está en ninguna otra parte. ¿Somos eso que significa siempre indeterminación? Sin duda, es posible, y lo es también que sea su nacimiento, en circunstancias tan difíciles, lo que disimula su condición abierta y libre, en tanto que alrededor de ella se daban todos los excesos de la barbarie, una cualidad que Europa, negándose a sí misma, admiraba que tuviera padrinos de tan alto nivel. La realidad del “inconsciente” es esa verdad que no es segura, y que, sin embargo, estará allí siempre para recurrir a ella en última instancia, cuando ya no quepa otra existencia que la suya.

Austericidio. El Pejidente suprimió el Fondo Minero -las empresas debían invertir 7.5% de sus ganancias en mantenimiento- dizque por corrupción

Aunque es de noche...

jueves, 4 de agosto de 2022

miércoles, 3 de agosto de 2022

martes, 2 de agosto de 2022