sábado, 30 de septiembre de 2017

jueves, 28 de septiembre de 2017

miércoles, 27 de septiembre de 2017

martes, 26 de septiembre de 2017

Afgano

Mujer con perro (Jacqueline con Kabul), 1962, Picasso

Voluntario$


lunes, 25 de septiembre de 2017

domingo, 24 de septiembre de 2017

¿Dónde se oyó el primer ladrido?

Tu perro surgió hace 33, 000 años a partir de lobos del sur de China

Un estudio genético revela por primera vez "el viaje extraordinario" de los canes por el mundo

-Manuel Ansede, 15 DIC 2015

Una combatiente cristiana juega con dos perros en Al-Qahtaniyah (Siria)
Una combatiente cristiana juega con dos perros en Al-Qahtaniyah (Siria).

Los perros surgieron a partir de lobos salvajes hace unos 33, 000 años en el sureste asiático, según el último parte de una guerra científica que no para de cambiar de fecha y lugar el nacimiento del primer animal domesticado por el ser humano. "Nuestro estudio, por primera vez, revela el viaje extraordinario que el perro doméstico ha realizado por el planeta", presumen los autores, encabezados por el genetista sueco Peter Savolainen.
El análisis de los genomas completos de 58 perros y lobos de todo el mundo sitúa el origen de la domesticación hace 33, 000 años en el sureste asiático. Tras miles de años de evolución en la misma región, exponen los autores, una población de perros migró hace 15, 000 años hacia Oriente Medio, África y Europa, continente al que habrían llegado hace 10, 000 años. Y uno de aquellos linajes emigrados regresó a Asia, al norte de la actual China, para remezclarse con las poblaciones existentes antes de viajar a América, hace menos de 10, 500 años, a través del estrecho de Bering, que une Siberia con el noreste americano.


Tu perro surgió hace 33.000 años a partir de lobos del sur de China Los resultados del nuevo estudio, publicado hoy en la revista científica Cell Research, contradicen los de algunos análisis anteriores. Otro trabajo publicado en la revista Science en 2013 sugería que los perros procedían de lobos que los humanos cazadores-recolectores de Europa comenzaron a domesticar hace entre 32.100 y 18.800 años. "Un gran problema de aquel estudio es que no incluía muestras procedentes del sureste asiático. Esto significa que en el caso de que los perros se originaran en esta región, no podrían detectarlo", explica Savolainen, del Real Instituto de Tecnología, en Estocolmo.
El equipo del genetista sueco ha analizado los genomas completos de 58 cánidos, incluyendo 12 lobos de Europa y Asia, cuatro perros de razas indígenas de Nigeria, canes de zonas remotas de China, el perro sin pelo del Perú y ejemplares árticos y siberianos, de las razas alaskan malamute y husky. Los científicos también contaron con muestras de mastín tibetano, chihuahua mexicano, lebrel afgano y nueve razas europeas.
Otro estudio publicado hace un mes situaba el origen en Nepal o Mongolia, pero no utilizaba muestras del sureste asiático
"La toma de muestras, sin incluir ninguna del sureste asiático, ha sido un problema importante en varios estudios previos. Nuestro estudio es el primero con ADN nuclear de todo el mundo, incluyendo el sureste asiático. Por eso hemos podido llegar a estos hallazgos", celebra Savolainen, que ha colaborado con el investigador Ya-Ping Zhang, de la Academia China de Ciencias.
"Es un conjunto de datos fantástico y realmente es una aportación al creciente catálogo de perros con el genoma completo secuenciado", aplaude el genetista Adam Boyko, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Cornell (EE UU). Boyko publicó hace apenas un mes otro estudio, en la revista PNAS, en el que sugería un origen en Asia Central, “quizá cerca de los actuales Nepal y Mongolia”. Aquel estudio utilizó datos genéticos parciales de 5.400 perros, pero tampoco incluyó ejemplares del sur de China. Boyko, a su vez, lamenta que el nuevo estudio de Savolainen utilice "muy pocas muestras de Asia Central".
El genetista de la Universidad de Cornell cree que humanos y lobos cazaban grandes mamíferos, como el alce, en Asia Central. A su juicio, el número de presas debió de reducirse, a causa de cambios climáticos o del aumento de cazadores humanos, y los lobos se vieron obligados a carroñear para sobrevivir. Se acercaron a los campamentos humanos, cogieron confianza y, en algún momento, ocurrió uno de los momentos más mágicos de la evolución: una mano humana acarició el pelo de un lobo.
La primera gran migración perruna pudo llevarse a cabo sin seres humanos, con los perros espoleados por el retroceso de los glaciares
"Lo que está claro es que los perros y los lobos se separaron hace unos 33, 000 años. Y que hubo una migración fuera del sureste asiático hace 15, 000 años. No tenemos claro qué ocurrió en ese lapso de tiempo, ni cómo de rápida fue la domesticación, ni cuándo los perros estuvieron completamente domesticados", reconoce Savolainen.
Su estudio deja abierta una puerta sorprendente: que la primera gran migración perruna no ocurriera de la mano del ser humano, sino que los canes decidieran abandonar el sureste asiático debido a factores ambientales, como el retroceso de los glaciares que comenzó hace 19, 000 años y duró unos cuantos milenios. "No sabemos si la primera migración fue con o sin humanos. Si fue sin humanos, los perros debieron de seguir en cualquier caso los asentamientos humanos existentes y extenderse como carroñeros viviendo alrededor de las personas", especula Savolainen.
El equipo del genetista sueco señala que los ancestros de los perros son los lobos del sur de China, al sur del río Yangtsé, donde hoy en día "quedan muy pocos ejemplares, si es que queda alguno, y esos pocos posiblemente proceden del norte". El investigador cree que aquella población de lobos, madre de los perros, se extinguió hace entre 50 y 100 años. "Apenas existe información de estos perros del sur de China", admite.
Ese es uno de los principales obstáculos para definir con seguridad la fecha y el lugar de origen de los perros domésticos. Los actuales canes han sufrido tantas mezclas en los últimos siglos —los humanos los han cruzado para obtener razas tan distintas como el San Bernardo y el caniche— que es muy difícil descifrar su rompecabezas genético. "Para conseguir un relato realmente detallado necesitaríamos muestras antiguas, de aquella época. Nosotros y otros grupos ya estamos trabajando en ello", adelanta Savolainen.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Findesemanía de cafecito por otoño

Es viernes y don Venus lo sabe


Reconocimiento


¿Azul?

Ilustración de Mónica Calvo  
Color frío del cálculo opuesto al rojo cálido del amor

Versión: manipulador manipulado

Test

Ilustración de Coal Rye
Si Barba Azul prohíbe a la joven abrir la puerta secreta, entonces 
¿por qué le entrega la llave?

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Secretos pretéritos

Ilustración de Ashley Vercekaites (amplíese)

Noticia todoterreno


martes, 19 de septiembre de 2017

Histórica


Transatlántico


La llave/la puerta/ prohibida

Ilustración de Rebecca Yanovskaya (amplíese)
Ah, la llave que permite develar el secreto que todas las mujeres conocen y, sin embargo, no conocen. La llave representa el permiso para conocer los más profundos y oscuros secretos de la psique, en este caso, eso que degrada y destruye estúpidamente el potencial de una Mujer.
Barba Azul prohíbe a su joven esposa utilizar la única llave capaz de conducirla a la conciencia. Prohibir a una mujer la utilización de la llave del conocimiento que le permitirá ser plenamente consciente de sí misma, equivale a despojarla de su naturaleza intuitiva, de la innata curiosidad, de la inteligencia que la llevaría a descubrir "lo que está oculto" bajo la superficie engañosa de una barba azul celestial. Sin este conocimiento, la mujer carece de la debida protección. Si decide obedecer la orden de Barba Azul de no utilizar la llave, opta por su muerte espiritual, su personalidad será asesinada. Si decide abrir la puerta de la estancia secreta, optará por la vida.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Barba ¿Azul?/ O del gélido abismo disfrazado de cielo

Barba Azul entrega a su nueva esposa las llaves del castillo/ Ilustración de Rebecca Yanovskaya (amplíese)
 La barba la llevaba hace tiempo uno que, según dicen, era un mago frustrado, un gigante muy aficionado a las mujeres, un hombre llamado Barba Azul.
Se cuenta que cortejó a tres hermanas al mismo tiempo. A las dos mayores no acabó por convencerlas, por lo que éstas decidieron no volver a ver a Barba Azul. En cambio, la hermana menor pensó que un hombre tan encantador no podía ser malo. Y mientras más se familiarizaba con él tanto menos azul le parecía su barba. Por consiguiente, cuando Barba Azul pidió su mano, ella aceptó. Así pues, se casaron y se fueron a vivir al majestuoso y laberíntico castillo que el marido tenía en el bosque.

Rigor


Misión: Saturno

Gian Domenico Cassini 1625-1712

Saturno (Cronos para los griegos), 1802, Ivan Akimov

viernes, 15 de septiembre de 2017

jueves, 14 de septiembre de 2017

De frente


Se recibe cascajo

cartón de El Roto

Retrato hablado


Fin del mundo: ¿cuál mundo, el mundo de quién?

cartón de Kykino

Lascia ch'io pianga... el espectáculo, la intensidad, el drama de il castrato: Farinelli

Lascia ch'io pianga      
mia cruda sorte,
e che sospiri
la libertà;
e che sospiri...
e che sospiri...
la libertà.

Il duolo infranga
queste ritorte
de' miei martiri
sol per pietà;
de' miei martiri
sol per pietà.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

martes, 12 de septiembre de 2017

Lascia ch'io pianga... lo sutil, lo profundo, lo auténtico/ Veronica Cangemi (soprano)

Lascia ch'io pianga      
mia cruda sorte,
e che sospiri
la libertà;
e che sospiri...
e che sospiri...
la libertà.

Il duolo infranga
queste ritorte
de' miei martiri
sol per pietà;
de' miei martiri
sol per pietà.

Catastrofismo

 cartón de Pizarro

Mira(dónde)anda


Cómo rehusar


lunes, 11 de septiembre de 2017

domingo, 10 de septiembre de 2017

Deja que llore... la sensual Sonia/ Aria (1711) de Georg Friedrich Händel


Lascia ch'io pianga      
mia cruda sorte,
e che sospiri
la libertà;
e che sospiri...
e che sospiri...
la libertà.

Il duolo infranga
queste ritorte
de' miei martiri
sol per pietà;
de' miei martiri
sol per pietà.



 
Deja que llore
mi cruel suerte,
y que suspire/ por la libertad;
y que suspire,
y que suspire
por la libertad. 

Que el dolor quiebre 
estas cadenas 
de mis martirios 
sólo por piedad; 
de mis martirios 
sólo por piedad.

jueves, 7 de septiembre de 2017

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Relación profesional


Macbeth: Borges

Ladies first
Hamlet, el dandy epigramático y enlutado de la corte de Dinamarca, que, lento en las antesalas de su venganza, prodiga concurridos monólogos o juega tristemente con la calavera mortal, ha interesado más a la crítica, ya que estaban en él, de modo profético, tantos insignes caracteres del siglo XIX: Byron y Edgar Allan Poe y Baudelaire y aquellos personajes de Dostoievski, que exacerbadamente se complacen en el moroso análisis de sus actos. (Esas y muchas otras cosas, naturalmente: por ejemplo, la duda —que es uno de los nombres de la inteligencia—, y que en el caso del danés no se limita a la veracidad del espectro sino a su realidad y a lo que nos espera después de la disolución de la carne.) El rey Macbeth siempre me ha parecido más verdadero, más entregado a su despiadado destino que a las exigencias escénicas. Creo en Hamlet, pero no en las circunstancias de Hamlet; creo en Macbeth y creo también en su historia.
Art happens (El arte ocurre), declaró Whistler, pero la conciencia de que no acabaremos nunca de descifrar el misterio estético no se opone al examen de los hechos que lo hicieron posible. Éstos, ya se sabe, son infinitos; en buena lógica, para que cualquier cosa ocurra, ha sido necesaria la conjunción de todos los efectos y causas que la han precedido y urdido. Consideremos unas pocas, las más visibles.
Suele olvidarse que Macbeth, ahora un sueño del arte, fue alguna vez un hombre en el tiempo. Pese a las brujas y al espectro de Banquo y a la selva que avanza contra el castillo, la tragedia es de orden histórico. En aquel artículo de la Crónica anglosajona que enumera lo acontecido en el año 1054 —unos doce años antes de la derrota de los noruegos en el puente de Stamford y de la conquista normanda— leemos que Siward, conde de Nortumbria, invadió por tierra y por mar el reino de Escocia y puso en fuga a Macbeth, su rey. Éste, por lo demás, tenía algún derecho al poder y no fue un tirano. Ganó renombre de piadoso en ambos sentidos de la palabra; fue generoso con los pobres y ferviente cristiano. Mató a Duncan en buena ley, en una batalla. Se opuso victoriosamente a los vikings. Su reinado fue largo y justo. La memoria humana, que es inventiva, le tejería una leyenda.
Pasan por centenares los años y nos permiten entrever otro personaje esencial, el cronista Holinshed. Poco sabemos de él, ni siquiera la fecha y la localidad de su nacimiento. Dicen que fue "ministro de la palabra de Dios". Llegó a Londres hacia 1560 y colaboró con perseverancia en la redacción de cierta vasta y ambiciosa historia universal, que se redujo al fin a esas Crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, que llevan hoy su nombre. Sus páginas incluyen la leyenda que inspiraría a Shakespeare y más de una vez las mismas palabras. Murió hacia 1580. Se conjetura que la edición póstuma de 1586 fue la que manejó el poeta.
Y ahora a William Shakespeare. En aquella época decisiva de la Armada Invencible, de la liberación de los Países Bajos, de la decadencia de España y de la conversión de Inglaterra, isla desgarrada y lateral, en uno de los grandes reinos del orbe, el destino de Shakespeare (1564-1616) corre el albur de parecernos de una mediocridad misteriosa. Fue sonetista, actor, empresario, hombre de negocios y de litigios. Cinco años antes de su muerte se retiró a su pueblo natal, Stratford-upon-Avon, y no escribió una línea, salvo un testamento en el cual no se menciona un solo libro, y un epitafio tan ramplón que más vale tomarlo como una broma. No reunió en un volumen su obra dramática; la primera edición que poseemos, el infolio 1623, se debe a la iniciativa de unos actores. Jonson ha declarado que poseía poco latín y menos griego. Tales hechos han inspirado la conjetura de que sólo fue un testaferro. Miss Delia Bacon, que halló asilo final en un manicomio y cuyo libro mereció un prólogo de Hawthorne, que no lo había leído, atribuyó la paternidad de sus dramas a Francis Bacon, profeta y mártir de la ciencia experimental y hombre de una imaginación del todo distinta; Mark Twain ha vindicado esa hipótesis. Luther Hofman propone la candidatura, harto menos inverosímil, del poeta Christopher Marlowe, "amado de las musas", que no habría muerto apuñalado, en una taberna de Depford, en 1593. La primera de estas atribuciones data del siglo XIX; la segunda del nuestro. En el curso de más de doscientos años a nadie se le había ocurrido pensar que Shakespeare no fuera el autor de su obra.
Los jóvenes iracundos de 1830, que habían hecho de Thomas Chatterton, que se dio muerte en una bohardilla a los diecisiete años, el arquetipo del poeta, nunca se resignaron del todo al modesto currículum de Shakespeare. Lo hubieran preferido desventurado; Hugo, con elocuencia espléndida, hizo lo posible y lo imposible para demostrar que sus contemporáneos lo ignoraron o lo menospreciaron. La melancólica verdad es que Shakespeare, pese a algún altibajo inicial, fue siempre un buen burgués, respetado y próspero. (También fue Shylock, Goneril, Iago, Laertes, Coriolano y las parcas.)
Anotados los hechos que anteceden, recordemos determinadas circunstancias de orden histórico que pueden mitigar nuestro asombro. Shakespeare no dio sus obras a la imprenta (con alguna que otra excepción) porque las escribió para la escena, no para la lectura. De Quincey observa que las representaciones teatrales no suministran menos publicidad que las letras de molde. A principios del siglo XVII escribir para el teatro era un menester literario tan subalterno como lo es ahora el de escribir para la televisión o el cinematógrafo. Cuando Ben Jonson publicó sus tragedias, comedias y mascaradas bajo el título de Obras, la gente se rió de él. Me atrevo a aventurar otra conjetura: Shakespeare, para escribir, precisaba el estímulo de las tablas, la urgencia del estreno y de los actores. De ahí que una vez vendido su teatro, el Globo, dejó caer la pluma. Las piezas, por lo demás, eran propiedad de las compañías, no de los autores o adaptadores.
Menos escrupulosa y crédula que la nuestra, la época de Shakespeare veía en la historia un arte, el arte de la fábula deleitable y del apólogo moral, no una ciencia de estériles precisiones. No creía que la historia fuera capaz de recuperar el pasado, pero sí de acuñarlo en gratas leyendas. Shakespeare, lector frecuente de Montaigne, de Plutarco y de Holinshed, halló en las páginas de este último el argumento de Macbeth.
Según se sabe, los tres primeros personajes que vemos son las tres brujas en el páramo, entre los truenos, los relámpagos y la lluvia. Shakespeare las llama las weird sisters; en la mitología de los sajones, la Wyrd es la divinidad que preside la suerte de los hombres y de los dioses, de modo que weird sisters no significa las hermanas extrañas sino las hermanas fatales, las nornas del escandinavo, las parcas. Más que el protagonista son ellas las que rigen la acción. Saludan a Macbeth con el título de señor de Cavdor y con el otro, que le parece inaccesible, de rey; el inmediato cumplimiento de la primera de las dos profecías confiere a la segunda un carácter inevitable y lo conduce, urgido por Lady Macbeth, al asesinato de Duncan. Banquo, su compañero, no les da mayor importancia. "La tierra tiene burbujas como las tiene el agua", dice para explicar esas apariciones fantásticas.
A diferencia de nuestros ingenuos realistas, Shakespeare no ignoraba que el arte es siempre una ficción. La tragedia ocurre a la vez en dos lugares y en dos tiempos: en la lejana Escocia del siglo XI y en un tablado de los arrabales de Londres, a principios del XVI. Una de las barbadas brujas menciona al capitán del Tyger; al cabo de una larga travesía desde el puerto de Alepo, el barco había regresado a Inglaterra y alguno de sus marineros pudo haber asistido al estreno.
El inglés es un idioma germánico; a partir del siglo XIV, es también latino. Shakespeare deliberadamente alterna los dos registros, que nunca son del todo sinónimos. Así:
The multitudinous seas incarnadine,
Making the green, one red.
En el primer verso resuenan las resplandecientes voces latinas; en el último, las breves y directas sajonas.
Shakespeare parece haber sentido que la ambición, el apetito de mandar, no es menos propio de la mujer que del hombre; Macbeth es un sumiso y despiadado puñal de las parcas y de la reina. Así lo entendió Schlegel, pero no Bradley.
Mucho he leído, y olvidado, sobre Macbeth; los estudios de Coleridge y de Bradley (Shakespearean Tragedy, 1904) siguen pareciéndome insuperados. Bradley declara que la obra nos causa, infatigable y vívida, una impresión continua de rapidez, no de brevedad. Anota que la oscuridad la domina, casi la negrura: la tiniebla rayada de brusco fuego, la obsesión de la sangre. Todo ocurre de noche, salvo la escena irónica y patética del rey Duncan, que al mirar los torreones del castillo del que nunca saldrá, observa que en los sitios que las golondrinas prefieren, el aire es delicado. Lady Macbeth, que ha premeditado su muerte, ve cuervos y oye su graznido. La tempestad y el crimen se han conjurado, la tierra se estremece, los caballos de Duncan se devoran con frenesí.
Lo vivido siempre corre el albur de incurrir en lo pintoresco; Macbeth está muy lejos de ese peligro. La obra es la más intensa que la literatura puede ofrecernos y esa intensidad no decae. Desde las palabras enigmáticas de las brujas (Fair is foul and foul is fair) que, de manera bestial o demoníaca, trascienden la razón de los hombres, hasta la escena en que Macbeth muere acorralado y peleando, el drama nos arrebata como una pasión o una música. No importa que creamos en la demonología, como el rey Jacobo I, o que le neguemos nuestra fe, no importa que la aparición de Banquo sea para nosotros un desvarío de su atormentado asesino o el espectro de un muerto; la tragedia se impone a quienes la ven, la recorren o la recuerdan, con la atroz convicción de una pesadilla. Coleridge escribió que la fe poética es una complaciente o voluntaria suspensión de la incredulidad; Macbeth, como toda genuina obra de arte, ilustra y justifica ese parecer. En el decurso de este prólogo he dicho que la acción ocurre a la vez en los siglos medievales de Escocia y en aquella Inglaterra de los corsarios y de las letras que ya disputaba a los españoles el imperio del mar; la verdad es que el drama que soñó Shakespeare, y que ahora soñamos, está fuera del tiempo de la historia o, mejor dicho, crea su propio tiempo. Con toda impunidad el rey puede hablar del armado rinoceronte, del que no habrá tenido nunca noticia. A diferencia de Hamlet, que es la tragedia de un pensativo en un mundo violento, el sonido y la furia de Macbeth parecen eludir el análisis.
Todo es elemental en Macbeth, salvo el lenguaje, que es barroco y de una exacerbada complejidad. Semejante lenguaje está justificado por la pasión, no por la pasión técnica de Quevedo, de Mallarmé, de Lugones o del mayor de todos ellos, James Joyce, sino por la pasión de las almas. Las entretejidas metáforas y las exaltaciones y desesperaciones del héroe sugerirían a Shaw su famosa definición de Macbeth: la tragedia del hombre de letras moderno como asesino y cliente de brujas.
El carnicero muerto y su demoníaca reina (repito las palabras de Malcolm, que corresponden a su odio, no a la intrincada realidad de dos seres humanos) no se han arrepentido de los crímenes que los enrojecen de sangre, pero éstos los persiguen extrañamente, los enloquecen y los pierden.
Shakespeare es el menos inglés de los poetas de Inglaterra. Comparado con Robert Frost (de New England), con Wordsworth, con Samuel Johnson, con Chaucer y con los desconocidos que escribieron, o cantaron, las elegías, es casi un extranjero. Inglaterra es la patria del understatement, de la reticencia bien educada; la hipérbole, el exceso y el esplendor son típicos de Shakespeare. Tampoco el indulgente Cervantes parece un español de los tribunales de fuego y de la vanagloria sonora.

Temporal


Reina


Ob(s)jet(s)ivo


martes, 5 de septiembre de 2017

lunes, 4 de septiembre de 2017