miércoles, 30 de noviembre de 2016

4 conceptos 4 conectados por uno solo: la lectura

"A la hora de cualquier repaso conviene insistir en que una cosa es la literatura y otra el negocio editorial, aunque el puente que las comunique sea esa vida literaria en la cual casi todos comulgamos de buen ánimo o con mala cara, entre ferias, premios y festivales."
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"Por su mestizaje (mito o verdad) y por su hibridismo, la literatura latinoamericana va dejando de ser un listado de literaturas nacionales para convertirse en una sola."

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La felicidad de un crítico

-Christopher Domínguez Michael, 28 nov 2016


A la hora de cualquier repaso conviene insistir en que una cosa es la literatura y otra el negocio editorial, aunque el puente que las comunique sea esa vida literaria en la cual casi todos comulgamos de buen ánimo o con mala cara, entre ferias, premios y festivales.


No hablaré entonces sólo de lo actual que es a menudo lo más viejo. Prefiero mencionar a esos otros contemporáneos nuestros sacados del olvido pero preservados por la muerte como Juan Emar (1893-1964) en Chile o Francisco Tario (1911-1977) en México. Dejó de ser un secreto, estos años, el aforista colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994). Quizá sea jactancia pedir más.


Nada tengo en contra del origen bastardo de la novela, criada en las imprentas decimonónicas por folletinistas ganosos de enriquecerse y meta final de algunos pocos en nuestros días. Bien está. Se sospecha hoy día del éxito póstumo de Roberto Bolaño (1953-2003), quien se llevó el cambio de siglo como el gran novelista de la lengua y en su día el boom fue puesto en solfa por "mercantilismo".

En el centenario de la muerte de Rubén Darío, todavía hay quienes recelan: creen que seguimos abriendo el canon a golpe de dólar y acompañados por el realismo mágico y su carnaval. Un repaso a nuestras letras, en ese dominio, debe empezar por la poesía, el arte mayor y el más indiferente al mercadeo. He escuchado a muchos novelistas y a no pocos críticos o editores temer que el libro electrónico o las pantallas manuales destruyan el arte de la lectura. Pero a ningún poeta le he oído aún esa queja. Pareciera que no les pasa esa catástrofe por la mente. Por algo será. Es el más portátil de los géneros y suele ser indeleble.

A los latinoamericanos nos ha tocado leer obras tardías como la de Octavio Paz (1914-1998), quien en este periodo alcanzó a publicar Árbol adentro (1987) y los prólogos a todos los tomos de sus Obras completas. Él advirtió a los profesores anglosajones que peor para ellos si ignoraban a Darío (y a Antonio Machado) como modernos equivalentes a T. S. Eliot y a Ezra Pound. Ya muy viejos escribieron Gonzalo Rojas (1916-2009) y Tomás Segovia (1927-2011) algunos de los poemas eróticos más encantadores de la lengua. Nicanor Parra, a su vez, los ha sobrevivido alcanzando la edad de los patriarcas. Tras su último momento sublime, la saga del Cristo de Elqui, Parra insiste con una Antiprosa (2015). ¿Los agitadores culturales de la pospoesía asumirán que él es más joven que todos ellos juntos?


Las horas postreras de las vanguardias, tan fértiles, han sido latinoamericanas. Nos tocó ver morir a los poetas argentinos de dudosa ortodoxia surrealista (Enrique Molina, Olga Orozco, Alberto Girri) y a un inclasificable contemporáneo suyo como Roberto Juarroz (1925-1995), pero su sucesión parece estar asegurada con María Negroni y Fabián Casas.

En Chile, además del dominio aéreo de Raúl Zurita, las ediciones de la Universidad Diego Portales —la gran editorial literaria del continente— han enriquecido el índice (como le decían al canon en los tiempos del joven Borges) volviendo aún más hondos y preciados los secretos de esa mina. Resurge Enrique Lihn (además de poeta, un soberbio crítico de arte fallecido en 1988) y descubrimos poetas desconocidos hasta para ellos.

La publicación de la poesía completa (Erdera, 2005) de Gerardo Deniz (1934-2014) fue un acontecimiento: cada generación lo redescubre. No olvido al decano y tabernario Eduardo Lizalde ni a David Huerta, autor de Incurable (1987) y solícito ante los jóvenes poetas, ni a José Luis Rivas, nuestro Saint-John Perse. Julián Herbert, poeta natural al gusto visual y sonoro del nuevo siglo (Álbum Iscariote, 2012), se interna en la narrativa. Pocos han salido ilesos de ese tránsito. Otros poetas exjóvenes a leer: Julio Trujillo y Luis Felipe Fabre. Antes de ellos: Jorge Esquinca (enamorado de Emily Dickinson según las últimas noticias) y Tedi López Mills y Elsa Cross. No olvido a Cuba: tiene en José Kozer a un dilatado poeta, hermético y prolífico, acompañado de una trashumante corte neobarroca.

Estos 30 años van de una memoria a otra, de El río. Novelas de caballería (1986), de Luis Cardoza y Aragón (1901-1992), a Borges (2006), de Adolfo Bioy Casares (1914-1999). El primero cuenta cómo el poeta guatemalteco se trajo a América la vanguardia entera; el segundo es un retrato a la altura de los pintados por Boswell y Eckermann.

Murió Juan Rulfo (1917-1986) y su centenario está en el calendario inmediato. Murieron los del boom, y en cuanto al grupo Sur, se asoma para ser mejor leída Silvina Ocampo (1913-1993). Espera su turno el suicida Héctor A. Murena (1923-1975), crítico. Sobreviven Jorge Edwards y Mario Vargas Llosa. El autor de Persona non grata acaba de publicar, lozano, una nueva novela (La última hermana), y nuestro último premio Nobel despidió el siglo XX cerrando la novela del dictador con La Fiesta del Chivo (2000). Pero los escritores jóvenes y sus clientelas prefieren maestros del orden ascético como el mexicanovenezolano Alejandro Rossi (1932-2009), el argentino Juan José Saer (1937-2005) y el uruguayo Mario Levrero (1940-2004).

En México, tanto Sergio Pitol (El mago de Viena, 2005) como Fernando del Paso (Noticias del imperio, 1987) han escrito sus obras mayores; se lee a Salvador Elizondo (1932-2006) como nunca antes (preciosas las ediciones conmemorativas de Farabeuf y de sus Diarios) y algunos, como el cuentista y novelista Héctor Manjarrez, no viajan. Él, como otros setentones (el chileno Germán Marín, otro mexicano, Hugo Hiriart, y el venezolano José Balza), merece hacer ese periplo.

La chilena Alejandra Costamagna ha sido excepcionalmente fiel al cuento como lo fue el llorado Ignacio Padilla (1968-2016). Mario Bellatin es conocido en la Colonia Roma del antiguo DF como en París, habiendo perdido un medio hermano en el santiaguino Pedro Lemebel (1952-2015) mientras Juan Villoro estrena en Buenos Aires, al dar comienzo a una vida de dramaturgo llamada a sellar la discordia entre la narrativa y la escena.

Beatriz Sarlo sigue dando mil y una peleas en Argentina, como las busca en México Gabriel Zaid, ambos custodiando la frontera —en el ensayo y en el artículo— entre la cultura y la política. Roberto Merino trabaja en una cartografía sin fin de Santiago de Chile mientras María Moreno y Leila Guerreiro, tan distintas, con la crónica le insuflan vida verdadera a la necrofilia argentina. México ha sabido ser, de otra forma, horroroso. De la narrativa del narcotráfico quedará poco, aunque lo suficiente: las novelas de Yuri Herrera y las crónicas de Sergio González Rodríguez. Acaso sea innecesaria una mexicanización de La virgen de los sicarios (1994): a estas alturas, Fernando Vallejo, como lo fue Álvaro Mutis (1923-2013), es mexicano y colombiano.

Extravagancias propias de la cornucopia mexicana, tras la mitad del siglo XX, son el apetito enciclopédico de Carmen Boullosa, y algo más jóvenes, entre los narradores, están el polígrafo Fabio Morábito, una escritora de talante cómico (Ana García Bergua) y otras tres perturbadoras profesionales (a veces me gustan, otras no) como Cristina Rivera Garza, Ana Clavel o Guadalupe Nettel: "necroescritura", transgresión e intimismo.

En Argentina, más allá de los reinos combatientes de Ricardo Piglia y César Aira, aparecen raros como Luis Chittarroni y aún más raros como Roque Larraquy, sin mencionar a los de reputación ya bien establecida como Alan Pauls y Martín Kohan. Consigno a la inquietante Mariana Eva Pérez por su Diario de una princesa montonera: 110% verdad (2012).

En Perú se apuesta por Jorge Eduardo Benavides y por Jeremías Gamboa; las responsabilidades del realismo colombiano las comparten Héctor Abad Faciolince y Juan Gabriel Vásquez; en Ecuador al fin se le abre el mundo al quiteño Javier Vásconez con su Doctor Kronz como adelantado, sin olvidar al novelista Leonardo Valencia, de Guayaquil, un elegante de antaño. La sufrida Venezuela levanta la cabeza con Alberto Barrera Tyszka y Rodrigo Blanco Calderón mientras que Cuba tiene, desa­parecidos Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), Severo Sarduy (1937-1993) y Reinaldo Arenas (1943-1990), para el gran público, al trotskista Leonardo Padura y a Wendy Guerra, autora de Todos se van (2006), un clásico antitotalitario aunque los más locos preferirán a Carlos A. Aguilera con El imperio Oblómov (2014), en la heredad de José Manuel Prieto.

 Sin menospreciar los méritos pacientemente cosechados por Arturo Fontaine y Carlos Franz, el más singular entre los narradores chilenos es Álvaro Bisama, quien invocó a El brujo (2016). A los nacidos después de 1980, la gente del milenio, prefiero por ahora no mencionarlos. Requieren otra lectura y muy probablemente de sus propios críticos literarios.

Llego, como en 2666 (2004), de Bolaño, a "la parte de los críticos". Si el ensayo es el género hispanoamericano por excelencia, como insistía José Gaos, para el cual ese gentilicio incluía a ciudadanos de ambas orillas del Atlántico, los latino­americanos, al menos, hacemos la tarea. Académicos o periodísticos, en las universidades o en las editoriales, hay críticos rebeldes contra la academia y su resentimiento. Asumen que la crítica, por etimología, está en crisis permanente: ayer maldecida por el demonio de la teoría, hoy reducida a su mínima expresión, arrojada al infierno de los blogs: tras los decanos José Miguel Oviedo y Juan Gustavo Cobo Borda, escriben sin darse tregua Fabienne Bradu y Eduardo Milán, mexicanos por elección, Rafael Rojas (Cuba), Carlos Granés (Colombia), Gustavo Guerrero (Venezuela), Mario Montalbetti (Perú), Wilfrido H. Corral (Ecuador), Matías Serra Bradford (Argentina), Gabriel Bernal Granados (México), João Cezar de Castro Rocha (a alguien deberá tocarle resolver al fin el misterio del Brasil) o los chilenos Rafael Gumucio y Alejandro Zambra: a estos dos últimos les acomoda mejor la crónica o la crítica que la ficción.


Por su mestizaje (mito o verdad) y por su hibridismo (para decirlo à la page), la literatura latinoamericana (insisto) va dejando de ser un listado de literaturas nacionales, esa rémora del siglo XIX, para convertirse en una sola, una de las grandes literaturas modernas. Su extensión garantiza su diversidad, pero no hay en el mundo un territorio tan vasto donde los escritores se comuniquen con semejante facilidad y pasión. Hace mucho, un siglo largo ya, hicimos de la necesidad virtud: siendo norte y sur, Oriente y Occidente, estábamos obligados al cosmopolitismo —la tradición de la herejía— como lo sostuvo Jorge Cuesta (1903-1942), otro suicida. Se atribuye a Edmund Wilson haber distinguido a la crítica literaria como la más bella de las bellas artes. Agrego, sin pudor, que nadie puede ser más feliz que un crítico latinoamericano.

El lector de la torre: Montaigne


Lector a la francesa
-Francisco Jódar

El francés Michel de Montaigne (1533-1592) fue un tipo peculiar. El haber nacido en una familia de buena posición le permitió recibir una excelente educación humanista. Estudió leyes, ejerció como juez, medió en las sangrientas querellas entre católicos y protestantes franceses y en 1570 se concedió el lujo de rechazar el puesto en la corte parisina que le ofrecía Enrique IV. En lugar de enfangarse en las intrigas del poder, prefirió retirarse discretamente a la torre de su castillo de Aquitania, de donde solo saldría para un viaje por Suiza, Alemania e Italia, y, muy a su pesar, para ser alcalde de Burdeos durante cuatro años, ya que le habían elegido para el cargo. En la libertad íntima de su château estudiaba, leía, veía pasar la vida (que vivir también es eso) y escribía como el hedonista-estoico sabio y refinado que era.
El fruto de esa temprana retirada (contaba 38 años, una edad no muy avanzada ni siquiera para el siglo XVI) son Los Ensayos, un libro admirable que empezó a publicarse en 1580 e inauguró un género (el ensayo, claro) del que Montaigne sigue siendo considerado un gran maestro.
Ensayos
Los pensamientos del Señor de la Montaña vagaban elegantemente de un asunto a otro (el canibalismo, la soledad, la ira, los libros, el sexo, la muerte…, cualquier cosa) apoyados en una erudición bestial, un buen estilo y un espíritu escéptico y libre que buscaba con pasión la verdad, pero (definitivamente, este hombre era un perro verde) sin pretender estar nunca en posesión de la verdad absoluta ni proferir dogmas.
Quizá la mejor forma de conocerlo y disfrutarlo sea la de Orson Welles: "Lo leo cada semana, a la manera en que la gente lee la Biblia, no durante mucho rato. Abro mi Montaigne, leo una página o dos, por placer, sin más".
El señor de la torre
Montaigne y su pensamiento no se entienden sin los libros que leyó, y él mismo escribía amparado por las citas de los autores clásicos, que actuaban como una especie de esqueleto de sus textos. Sentado a la mesa de la estancia en el segundo piso de la torre donde trabajaba, le bastaba levantar la vista para contemplar su biblioteca de unos mil volúmenes (una barbaridad para la época), repartidos a lo largo de estanterías curvadas que seguían el contorno de los muros. En las vigas de madera de este despacho hizo labrar 57 sentencias (de Homero, Platón, Sófocles, Eurípides, del Eclesiastés…) que permiten entender mejor las raíces de su obra, y en uno de los muros dejó constancia en latín de las razones de su autoimpuesto destierro de este mundo traidor:
"En el año de Cristo de 1571, a la edad de 38 años, en la vigilia de las calendas de marzo, el día de su cumpleaños, Michel de Montaigne, hastiado ya hace tiempo de la esclavitud del Palacio y de las tareas públicas, mientras, todavía incólume, anhela refugiarse en el seno de las doctas musas, donde, tranquilo y libre de preocupaciones, atravesará finalmente la ¡ay! pequeña parte del trayecto que le resta por recorrer, si los hados así se lo conceden, ha consagrado esta sede y este dulce escondrijo de sus antepasados a su libertad, tranquilidad y ocio".
Techo de Montaigne

Pésame


martes, 29 de noviembre de 2016

Torres de marfil/ Fernando de Szyszlo


I
II
III
IV
V
VI
VII

VIII
IX
X

(E)lectora


Torre de marfil/ O del espacio (interno) para la lectura

Ilustración de Moebius
La expresión torre de marfil * (tour d'ivoire) como símbolo del aislamiento del artista soñador que se aparta de la realidad de la vida diaria para dedicarse al arte "puro", fue empleada por primera vez en 1837, por el crítico literario y escritor francés Charles Augustin Sainte-Beuve (1804-1869), en un poema, para caracterizar la actitud del poeta Alfred de Vigny.
* La palabra marfil proviene del árabe: azm ('hueso')  fil ('elefante'). El mismo origen tiene "alfil".

lunes, 28 de noviembre de 2016

'Bananas', 1971, de Woody Allen

En la película, Woody es el empleado-pobre-diablo Fielding Mellish que se involucra (sólo para impresionar a su novia) en una revolución en el país latinoamericano de "San Marcos" 

domingo, 27 de noviembre de 2016

sábado, 26 de noviembre de 2016

viernes, 25 de noviembre de 2016

Findesemanía cafecito mediante

Pre-Fil

Es viernes (mañana comienza la Fil) y Peñañeto lo sabe

Fil dedicada a América Latina ¿Hablamos latín?

Grabado de Crispín van de Pase, 1590. En la orla del retrato se lee la inscripción: AMERICVS VESPVTIVS FLORENTINVS TERRAE BRESILIANAE INVENTOR ET SUBACTOR; en español, "Américo Vespucio, florentino descubridor y conquistador de tierra brasileña". Lo cual no es cierto.
  'América' es el continente cuyo nombre surgió de un mapa de 1507, diseñado por el geógrafo alemán Martin Waldseemüller que supuso que los relatos de viaje del italiano Amerigo Vespucci (o Américo Vespucio) lo acreditaban como el gran "descubridor" de ese 'Nuevo Mundo' (aparte de Asia, África y Europa). Y por tanto, dicho continente merecía ser denominado, como homenaje, a partir del nombre precisamente de Amerigo * (en latín, Americus y en plural, America). De Colón, ni hablar: se arrinconó su nombre en Colombia y nada más. Pronto, los grandes Imperios navales le añadieron a América su adjetivo correspondiente según fueron conquistándose los vastos territorios. Así, para los británicos, surgió América del Norte (aunque los gringos secuestraron todo el concepto de la palabra y pasaron a autodenominarse a sí mismos: "americanos" y a su país: "América", desde 1765. Y a quien semejante robo onomástico le parezca impropio, que lo discuta con Trump y su Make America great again). Los españoles a su vez, conquistaron el resto de propiedades hacia el sur, que se pasó a denominar Iberoamérica o Hispanoamérica (Gachupinamérica se descartó por extenso). Portugueses y franceses conquistaron también su porción de tierra y se eligió entonces emplear un nombre más general e inclusivo a partir del origen etimológico común de los idiomas de los conquistadores (español, portugués y francés): el latín. Con lo cual surgió Latinoamérica o América Latina. ***************************************************************
  * Si Waldseemüller, el cartógrafo teutón, decidió usar para su mapa del nuevo continente, el nombre de Amerigo Vespucci, cabe preguntarse ¿por qué no escogió el apellido del florentino? De ese modo, el nuevo mundo se habría llamado "Vespucio" y sus habitantes, "vespucianos". Y el lema del demagogo yanki que peina estropajo hubiese resultado mejor: Make Vespucci (o Vespussy) great again. Por cierto, Amerigo aunque nombre de un individuo tan italiano como la pizza, proviene en cuanto a raíz etimológica, del alemán antiguo: Haimirich (de 'haim', luego 'home': casa y 'rich', rica, poderosa) que se pronuncia: jai-mirik, ai-mirik o a-mirik
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jueves, 24 de noviembre de 2016

Ardor

La muerte de Hércules, 1634, Francisco de Zurbarán (amplíese)

Pavo(r)


miércoles, 23 de noviembre de 2016

¿(A)premio?


Can rabioso

Hércules quita al Cerbero de la entrada al infierno,1855, Johan Köler

martes, 22 de noviembre de 2016

Expedito


Mientras más grandotes más babosos again/O la traducción de una sandez de EEUU

¿Cómo traducir Make America Great Again?

Consultamos a traductores por la mejor versión del espinoso lema de Trump. No hay acuerdo

-Pablo de Llano/El País

Make America Great Again. El lema de campaña de Donald Trump ha tenido la eficacia de los grandes eslóganes publicitarios. El presidente electo de EE UU, que lo popularizó con sus gorras con la frase sobre la visera, se siente tan identificado con él que ha dado el paso de institucionalizarlo nombrando la web de información sobre su equipo de transición greatagain.com. Su significado en inglés se capta de inmediato, como un derechazo a la mandíbula, pero curiosamente su sencillez se retuerce al intentar decirlo en español. En los medios en esta lengua se han podido leer variedad de versiones similares pero casi nunca idénticas. Hemos consultado a traductores profesionales e incluso entre ellos el lema que invoca el regreso de una Gran América se escurre como un ciempiés.
"Yo diría: Que América vuelva a ser grande", responde Miguel Sáenz, miembro de la Real Academia Española, que fue parte del cuerpo de traductores de Naciones Unidas y ha llevado al español a autores en inglés como William Faulkner o Salman Rushdie. "No es fácil, por la concisión de la frase. Por otra parte, parece inevitable aceptar que, con América, se quiere decir los Estados Unidos", añade. Otra propuesta en esa línea es la de Hilario Barrero, profesor de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y traductor de poetas clásicos como Robert Frost o Henry James: Haz América grande otra vez, subrayando el valioso matiz de apelación directa a la acción. Por su lado, Jordi Doce, traductor de poetas como William Blake o T. S. Elliot, opina que traducir great again como "grande otra vez" sería "un anglicismo sintáctico". "En español tenemos la expresión volver a ser", dice, y sugiere que el lema pase al español como Hagamos que América vuelva a ser grande o, acortando, Que América vuelva a ser grande o América vuelve a ser grande, coincidiendo –los únicos que lo hacen– con Sáenz.
El lema no es nuevo. En 1980 Reagan usó Let’s Make America Great Again, pero su discurso era inclusivo y sin el cariz xenófobo de Trump. Tal vez por eso se quedó por el camino el amable y plural Let’s –Vamos a o Hagamos–, o a lo mejor fue solo para poder quedarse –como ha hecho Trump– con el copyright.Tres traductores mexicanos aportan sus opciones y lamentan por separado el triunfo del candidato que insultó a sus paisanos. "Vaya tiempo que nos ha tocado vivir", termina su correo electrónico la escritora Laura Emilia Pacheco, que ha traducido a autores como Raymond Carver y Francisco Goldman. Partiendo de la idea de que la frase "conlleva la fantasía de que todo tiempo pasado fue mejor" y que "busca recrear un país irreal que sólo existe en los límites de la imaginación endogámica del electorado que votó por Trump", apuesta por Devolvámosle a los Estados Unidos su grandeza. El escritor y periodista Jorge F. Hernández propone Rehacer la grandeza de América pero piensa que en el fuero interno de Trump eso se entiende como Rehacer la América blanca. "Y se va a enterar", lo reta el traductor de Por qué importa Sinatra de Pete Hamill. La respuesta de Gabriela Jauregui, traductora del poeta Tom Raworth, arranca con un "¡Qué tiempos aciagos!" para plantear luego la opción Hagamos América grande de nuevo, "muy al estilo Ronald Reagan", compara.
El traductor inglés radicado en Madrid James Womack, doctorado en Oxford con el ensayo Traducción e ideología en W. H. Auden y traductor del ruso de Vladímir Maiakovski, considera que la mayoría de las traducciones del lema "suenan algo perifrásticas" y carentes de la "concisión" de su lengua natal. "Creo que hace falta una traducción interpretativa, que resuma los deseos de Trump y del trumpismo pero en otras palabras. Una versión modernizada del lema franquista –¡Arriba América! en lugar de ¡Arriba España!– se correspondería bastante bien. Cualquier traducción me resulta insatisfactoria", se resigna el asturiano Martín López-Vega, traductor del poeta Charles Simic. "Es difícil por un par de cosas; primero, en castellano no puedes usar América como sinónimo de Estados Unidos, y eso alarga ya mucho el asunto; y luego el verbo en inglés es una exhortación a los electores a que hagan grande el país votando por él, pero también la promesa de hacerlo. Lo dejaría tal cual, sin traducir, como se hace a menudo con las películas". También renuncia a pasarlo al español el psicoanalista mexicano y traductor de la editorial Sexto Piso, Juan Luis de la Mora: "Se me ocurre que más allá de una traducción como Hacer América grande otra vez, o Devolver a los Estados Unidos su grandeza, quizá valga la pena pensar que la frase es intraducible, sobre todo al español", dice en referencia a la negativa imagen de los hispanos dibujada por Trump. "Quiero decir: ¿no apela justamente a quienes tienen miedo de la traducción? Más allá del enunciado, la enunciación rechaza la hospitalidad como recepción de lo extraño, de lo extranjero".

lunes, 21 de noviembre de 2016

El Hércules Farnesio 'intervenido' por Jeff Koons

Heracles, 357 a. de C., escultura de Lisipo -encontrada en Roma, pasó a la colección del cardenal Alejandro Farnesio; en la actualidad, la pieza de 3.17 metros de altura, se encuentra en el Museo de Nápoles. (amplíese)

Heracles: Hera(diosa esposa de Zeus)+cles('gloria' de)/Hércules


Heracles contra la Hidra, 1875, Gustave Moreau (amplíese)
Heracles (detalle)

Hallazgo


Líder irlandés con arrestos

Buen inicio (de las hostilidades)

Ciudadanos acudieron a la Profeco (la pantalla de plasma venía sin  control remoto y sin el descuento anunciado)

jueves, 17 de noviembre de 2016

Bajorrelieve con Musas

Euterpe (con flauta doble) en el frontispicio del Teatro Degollado en Guadalajara

Despil-farra


miércoles, 16 de noviembre de 2016

¿Es feo el sol?/Don Étimo y el solfeo

NotaTexto original en latínTraducción
Ut - Do
Re
Mi
Fa
Sol
La
Si
Ut queant laxis
Resonare fibris
Mira gestorum
Famuli tuorum
Solve polluti
Labii reatum
Sancte Ioannes.
Para que puedan
exaltar a pleno pulmón
las maravillas
estos siervos tuyos
perdona la falta
de nuestros labios impuros
San Juan.

Maestralumna


3 sentencias 3/ ¿De veras?

*La música es una revelación mayor que toda la sabiduría y la filosofía 
*Música es el mediador entre la vida espiritual y la vida sensual 
*Hay momentos en que me parece que el lenguaje no sirve todavía absolutamente para nada

-Ludwig van Beethoven


¿La música es una forma de locura?/ La soprano Cristina Bayón al son de la vihuela

Yo soy la locura, 
la que sola infundo 
placer y dulzura 
y contento al mundo. 

 Sirven a mi nombre 
todos mucho o poco, 
y no, y no hay hombre 
que piense ser loco.

Orquesta sinfónica/ Disposición de los instrumentos

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(amplíese)

martes, 15 de noviembre de 2016

Tesis: ¿la música apareció antes o después del lenguaje?

Turistóteles


¿Sólo cuestión de oído?

Musa, 1652, Eustache Le Sueur

Significante musical

Euterpe, musa de la música
'Podemos entender la música como esa resonancia de la voz de nuestra madre: un significante que indica que algo (un significado) me espera afuera del vientre materno: espacio amniótico, acuático, rítmico como el fondo del mar'.  
-O. E. Destefanis

Arpa

Definición y alegoría

Alegoría de la música, 1649, Laurent de La Hyra (amplíese)
*música. Ordenación racional del sonido y el silencio

-Alberto González Lapuente, Diccionario de la música, Alianza Editorial, 20011

Fuerza y energía satelital

La Superluna llegó saltando la Minerva y ahora va dispuesta a brincar los Arcos