viernes, 29 de junio de 2018
jueves, 28 de junio de 2018
miércoles, 27 de junio de 2018
martes, 26 de junio de 2018
¿El Segundo Advenimiento?
The Second Coming
Turning and turning in the widening gyre
The falcon cannot hear the falconer;
Things fall apart; the centre cannot hold;
Mere anarchy is loosed upon the world,
The blood-dimmed tide is loosed, and everywhere
The ceremony of innocence is drowned;
The best lack all conviction, while the worst
Are full of passionate intensity.
Surely some revelation is at hand;
Surely the Second Coming is at hand.
The Second Coming! Hardly are those words out
When a vast image out of Spiritus Mundi
Troubles my sight: somewhere in sands of the desert
A shape with lion body and the head of a man,
A gaze blank and pitiless as the sun,
Is moving its slow thighs, while all about it
Reel shadows of the indignant desert birds.
The darkness drops again; but now I know
That twenty centuries of stony sleep
Were vexed to nightmare by a rocking cradle,
And what rough beast, its hour come round at last,
Slouches towards Bethlehem to be born?
-WB Yeats, 1919
The falcon cannot hear the falconer;
Things fall apart; the centre cannot hold;
Mere anarchy is loosed upon the world,
The blood-dimmed tide is loosed, and everywhere
The ceremony of innocence is drowned;
The best lack all conviction, while the worst
Are full of passionate intensity.
Surely some revelation is at hand;
Surely the Second Coming is at hand.
The Second Coming! Hardly are those words out
When a vast image out of Spiritus Mundi
Troubles my sight: somewhere in sands of the desert
A shape with lion body and the head of a man,
A gaze blank and pitiless as the sun,
Is moving its slow thighs, while all about it
Reel shadows of the indignant desert birds.
The darkness drops again; but now I know
That twenty centuries of stony sleep
Were vexed to nightmare by a rocking cradle,
And what rough beast, its hour come round at last,
Slouches towards Bethlehem to be born?
-WB Yeats, 1919
lunes, 25 de junio de 2018
domingo, 24 de junio de 2018
Inasequibles al desaliento
Los insistentes
-Javier Marías
23 jun 2018
Son los tercos, los voluntariosos, los empecinados, los que antiguamente se llamaban "inasequibles al desaliento". Los detesto y me guardo de ellos.
Fue una conversación hace cuarenta años, yo vivía en Barcelona entonces. Mi muy querida amiga de allí Montse Mateu y yo expresábamos nuestra sorpresa de que una mujer que conocíamos, francamente tonta e incapaz (lo mismo podía haberse tratado de un hombre: en estos tiempos susceptibles hay que avisarlo todo), consiguiera no sólo publicar, sino cargos y prebendas con inverosímil facilidad, mientras otras personas de más valía apenas lograban nada. Mi perplejidad era mayor que la de Montse, porque recuerdo su contestación, y además he visto, a lo largo de las décadas, cuánta razón tenía. Esto vino a decir, más o menos: “En realidad no es muy extraño. Yo estoy convencida de que si alguien dedica toda su voluntad, todo su empeño y su esfuerzo a un fin determinado; si pone en ello los cinco sentidos y centra sus energías en un objetivo, acaba casi siempre alcanzándolo, independientemente de su ineptitud, sus limitaciones, su absoluta falta de talento y de perspicacia. No importa cuán obtusa sea esa persona: si posee cierta habilidad social, pero sobre todo una voluntad que jamás se distrae ni desvía, antes o después conseguirá sus propósitos. Todo es cuestión de tesón y de poner el ojo en una meta”.
No me quedé muy conforme, pero sí callado. Andaría por los veinticinco años, y todavía creía en una vaga justicia universal, que situaba a cada uno en el lugar que merecía. Pero, como resulta evidente, registré aquella opinión de Montse, y desde que se la escuché he detestado y temido, a partes iguales, a los insistentes, acaso los individuos más peligrosos de la tierra. Y quien dice los insistentes dice los tercos, los voluntariosos, los empecinados, los que antiguamente se llamaban "inasequibles al desaliento". Los detesto y me guardo de ellos. Son esa gente que nunca admite un "No" por respuesta. Pretenden que uno vaya a un sitio al que no tiene interés en ir, o que escriba un artículo insulso, o que lea un libro, o que dé una entrevista reiterativa (hablo de las peticiones que suelen llegar a los escritores; según el oficio de cada cual, serán de otra índole). Uno responde civilizadamente que no le es posible, evita decir la pura verdad ("No me apetece o no me compensa") porque eso se considera una grosería, y aduce excusas aceptables, verdaderas o aproximadas ("Estoy escribiendo una novela, me espera un periodo de viajes y compromisos, estoy de trabajo hasta las cejas" —esta es la fórmula que le oí a mi padre mil veces—, "le ruego que me disculpe"). Pero el insistente no se da por vencido, insiste y persiste. Si no de inmediato, al cabo de unos meses. Jamás se olvida de sus presas, no renuncia a ellas y vuelve a la carga. Y, claro está, consigue a menudo derribar las resistencias. A uno le acaba dando apuro negarse tantas veces, o bien cree ingenuamente que, cediendo, se quitará al pesado de encima. "Me dejará en paz si me avengo a lo que quiere. Cualquier cosa con tal de perderlo de vista", piensa. Así que acaba aceptando algo que le viene fatal, o que le sienta como un tiro, o que es solamente un engorro, por hartazgo. Conviene señalar rápidamente lo erróneo de esta creencia, porque el insistente nunca se da por satisfecho con lo arrebatado. Todo lo contrario: una vez obtenido un botín, una vez comprobada la eficacia de su táctica, retorna al cabo del tiempo con una nueva solicitud abusiva y con su terquedad a prueba de bombas.
Trasladen estos ejemplos menores a asuntos políticos y por lo tanto más graves y colectivos. ¿Cuántas veces no han sentido el impulso de desistir ante la obstinación de los independentistas catalanes, pongo por caso, que llegan a negar la realidad y a falsearla? ¿Cuántas veces no han pensado, por saturación y agotamiento, "Pues que se vayan y nos dejen en paz", olvidando que con esa postura abandonaríamos a su negra suerte a más de la mitad de la población catalana, que no quiere verse bajo el yugo y las flechas de Torra, Puigdemont y compañía, los cuales no rendirían cuentas a nadie y harían lo que les viniera en gana? La política está plagada de sujetos así, que no cejan, fuerzan e imponen, y no son pocas las ocasiones históricas en que gentes tan ineptas como aquella mujer de mi conversación con Montse Mateu consiguen hacerse con el poder y regir naciones, a veces durante interminables decenios. Esto no anda muy lejos de la famosa frase de Burke (cito de memoria): "Para que el mal triunfe, solamente se precisa que los hombres buenos no hagan nada". Es decir, que desistan por extenuación o indiferencia, que admitan su carencia de tozudez para oponerse a la inagotable de los individuos-apisonadora. Y éstos, hoy en día, son millares. Ya han triunfado en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, en Rusia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia e Italia, por supuesto en Egipto y las Filipinas. Si no queremos ser arrasados por ellos en todas partes, empiecen a resistirse —a ejercitarse— también en lo personal, en la vida cotidiana. En cuanto alguien les insista en que se presten a algo que no quieren, y a lo que pueden negarse, aléjense de ese alguien y manténganse en sus trece; en su "No", contra viento y marea.
-Javier Marías
23 jun 2018
Son los tercos, los voluntariosos, los empecinados, los que antiguamente se llamaban "inasequibles al desaliento". Los detesto y me guardo de ellos.
Fue una conversación hace cuarenta años, yo vivía en Barcelona entonces. Mi muy querida amiga de allí Montse Mateu y yo expresábamos nuestra sorpresa de que una mujer que conocíamos, francamente tonta e incapaz (lo mismo podía haberse tratado de un hombre: en estos tiempos susceptibles hay que avisarlo todo), consiguiera no sólo publicar, sino cargos y prebendas con inverosímil facilidad, mientras otras personas de más valía apenas lograban nada. Mi perplejidad era mayor que la de Montse, porque recuerdo su contestación, y además he visto, a lo largo de las décadas, cuánta razón tenía. Esto vino a decir, más o menos: “En realidad no es muy extraño. Yo estoy convencida de que si alguien dedica toda su voluntad, todo su empeño y su esfuerzo a un fin determinado; si pone en ello los cinco sentidos y centra sus energías en un objetivo, acaba casi siempre alcanzándolo, independientemente de su ineptitud, sus limitaciones, su absoluta falta de talento y de perspicacia. No importa cuán obtusa sea esa persona: si posee cierta habilidad social, pero sobre todo una voluntad que jamás se distrae ni desvía, antes o después conseguirá sus propósitos. Todo es cuestión de tesón y de poner el ojo en una meta”.
No me quedé muy conforme, pero sí callado. Andaría por los veinticinco años, y todavía creía en una vaga justicia universal, que situaba a cada uno en el lugar que merecía. Pero, como resulta evidente, registré aquella opinión de Montse, y desde que se la escuché he detestado y temido, a partes iguales, a los insistentes, acaso los individuos más peligrosos de la tierra. Y quien dice los insistentes dice los tercos, los voluntariosos, los empecinados, los que antiguamente se llamaban "inasequibles al desaliento". Los detesto y me guardo de ellos. Son esa gente que nunca admite un "No" por respuesta. Pretenden que uno vaya a un sitio al que no tiene interés en ir, o que escriba un artículo insulso, o que lea un libro, o que dé una entrevista reiterativa (hablo de las peticiones que suelen llegar a los escritores; según el oficio de cada cual, serán de otra índole). Uno responde civilizadamente que no le es posible, evita decir la pura verdad ("No me apetece o no me compensa") porque eso se considera una grosería, y aduce excusas aceptables, verdaderas o aproximadas ("Estoy escribiendo una novela, me espera un periodo de viajes y compromisos, estoy de trabajo hasta las cejas" —esta es la fórmula que le oí a mi padre mil veces—, "le ruego que me disculpe"). Pero el insistente no se da por vencido, insiste y persiste. Si no de inmediato, al cabo de unos meses. Jamás se olvida de sus presas, no renuncia a ellas y vuelve a la carga. Y, claro está, consigue a menudo derribar las resistencias. A uno le acaba dando apuro negarse tantas veces, o bien cree ingenuamente que, cediendo, se quitará al pesado de encima. "Me dejará en paz si me avengo a lo que quiere. Cualquier cosa con tal de perderlo de vista", piensa. Así que acaba aceptando algo que le viene fatal, o que le sienta como un tiro, o que es solamente un engorro, por hartazgo. Conviene señalar rápidamente lo erróneo de esta creencia, porque el insistente nunca se da por satisfecho con lo arrebatado. Todo lo contrario: una vez obtenido un botín, una vez comprobada la eficacia de su táctica, retorna al cabo del tiempo con una nueva solicitud abusiva y con su terquedad a prueba de bombas.
Trasladen estos ejemplos menores a asuntos políticos y por lo tanto más graves y colectivos. ¿Cuántas veces no han sentido el impulso de desistir ante la obstinación de los independentistas catalanes, pongo por caso, que llegan a negar la realidad y a falsearla? ¿Cuántas veces no han pensado, por saturación y agotamiento, "Pues que se vayan y nos dejen en paz", olvidando que con esa postura abandonaríamos a su negra suerte a más de la mitad de la población catalana, que no quiere verse bajo el yugo y las flechas de Torra, Puigdemont y compañía, los cuales no rendirían cuentas a nadie y harían lo que les viniera en gana? La política está plagada de sujetos así, que no cejan, fuerzan e imponen, y no son pocas las ocasiones históricas en que gentes tan ineptas como aquella mujer de mi conversación con Montse Mateu consiguen hacerse con el poder y regir naciones, a veces durante interminables decenios. Esto no anda muy lejos de la famosa frase de Burke (cito de memoria): "Para que el mal triunfe, solamente se precisa que los hombres buenos no hagan nada". Es decir, que desistan por extenuación o indiferencia, que admitan su carencia de tozudez para oponerse a la inagotable de los individuos-apisonadora. Y éstos, hoy en día, son millares. Ya han triunfado en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, en Rusia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia e Italia, por supuesto en Egipto y las Filipinas. Si no queremos ser arrasados por ellos en todas partes, empiecen a resistirse —a ejercitarse— también en lo personal, en la vida cotidiana. En cuanto alguien les insista en que se presten a algo que no quieren, y a lo que pueden negarse, aléjense de ese alguien y manténganse en sus trece; en su "No", contra viento y marea.
sábado, 23 de junio de 2018
viernes, 22 de junio de 2018
jueves, 21 de junio de 2018
miércoles, 20 de junio de 2018
Aurora
I was listening to the ocean
I saw a face in the sand
But when I picked it up
Then it vanished away from my hands
I had a dream I was seven
Climbing my way in a tree
I saw a piece of heaven
Waiting, impatient, for me
And I was running far away
Would I run off the world someday?
Nobody knows, nobody knows
And I was dancing in the rain
I felt alive and I can't complain
But now take me home
Take me home where I belong
I can't take it anymore
I was painting a picture
The picture was a painting of you
And for a moment I thought you were here
But then again, it wasn't true
And all this time I have been lying
Oh, lying in secret to myself
I've been putting sorrow on the farthest place on my shelf
And I was running far away
Would I run off the world someday?
Nobody knows, nobody knows
And I was dancing in the rain
I felt alive and I can't complain
But now take me home
Take me home where I belong
I got no other place to go
Now take me home
Take me home where I belong
I got no other place to go
Now take me home
Take me home where I belong
I can't take it anymore
But I kept running for a soft place to fall
And I kept running for a soft place to fall
And I kept running for a soft place to fall
And I kept running for a soft place to fall
And I was running far away
Would I run off the world someday?
But now take me home
Take me home where I belong
I got no other place to go
Now take me home
Take me home where I belong
I got no other place to go
Now take me home, home where I belong
Now take me home, home where I belong
Now take me home, home where I belong
Now take me home, home where I belong
I can't take it anymore
Gran líder con gran 'toque' de inteligencia
Canadá legaliza la mariguana con fines recreativos y autoriza el libre consumo y producción de cannabis
Agencias: Montreal , Ottawa 20 junio 2018
El Senado de Canadá aprobó este martes la legalización de la cannabis -con 52 votos a favor, 29 en contra y dos abstenciones-. Será a partir del 17 de octubre cuando esté permitida la producción y el consumo en el país anglofrancófono.
De esta forma, Canadá se convierte formalmente en el primer país del G20 -la entidad que agrupa a las 20 mayores potencias del planeta- en autorizar el libre consumo y producción de mariguana.
Canadá pone así fin a la prohibición que pesaba sobre la cannabis desde 1923. El uso medicinal ya estaba permitido desde 2001.
La legalización total de la mariguana formaba parte del programa electoral con el que el hoy primer ministro, el liberal Justin Trudeau, ganó las elecciones de 2015. Entre sus argumentos a favor de la medida citaba el hecho de que, al quedar en manos del Estado, la cannabis no estará al alcance de los menores y del crimen organizado que hoy lucra con su producción y venta.
Por su parte, Ginette Petitpas Taylor, Secretaria de Salud, dijo que la decisión de legalizar la mariguana en Canadá es una política madura, responsable y equilibrada.
martes, 19 de junio de 2018
lunes, 18 de junio de 2018
domingo, 17 de junio de 2018
sábado, 16 de junio de 2018
viernes, 15 de junio de 2018
jueves, 14 de junio de 2018
N. B./ El 'Éxodo' y las diez plagas de Egipto (entre ellas, la lectura al pie de la letra)
No hay documentación histórica que pruebe la existencia de un pueblo semita esclavizado en Egipto, por tanto, lo de su fuga es una pura leyenda bíblica.
Moisés no es un personaje histórico. Nunca se ha hallado evidencia arqueológica alguna del Éxodo; esto es, una migración masiva (600 mil hombres capaces de portar armas, según la Biblia, más todas sus familias, una verdadera muchedumbre) habría dejado testimonios en forma de campamentos y otros restos.
Con lo cual se reitera la necesidad de leer la Biblia no de manera literal sino metafórica, alegórica, simbólica.
Moisés no es un personaje histórico. Nunca se ha hallado evidencia arqueológica alguna del Éxodo; esto es, una migración masiva (600 mil hombres capaces de portar armas, según la Biblia, más todas sus familias, una verdadera muchedumbre) habría dejado testimonios en forma de campamentos y otros restos.
Con lo cual se reitera la necesidad de leer la Biblia no de manera literal sino metafórica, alegórica, simbólica.
miércoles, 13 de junio de 2018
Rusia 2018/ O el voyeurismo de masas
Millones de espectadores de todo el planeta contemplarán, durante 31 días y a lo largo de 64 encuentros, qué selección se proclama campeona del mundo. El Mundial llega por primera vez a Rusia, y lo hará en 11 ciudades y 12 estadios, algunos distanciados entre sí por más 2, 500 kilómetros: Ekaterimburgo, Kaliningrado, Kazán, Moscú, Nizhni Nóvgorod, Rostov del Don, San Petersburgo, Samara, Saransk, Sochi y Volgogrado.
martes, 12 de junio de 2018
El Congreso de Argentina despenaliza el aborto
Con 129 votos a favor y 126 en contra, las mujeres argentinas obtienen el derecho a decidir sobre su cuerpo.
lunes, 11 de junio de 2018
¿Dónde se reunieron Trumpig y Kim Jong-un?
Singapur, con uno de los Ejércitos mejor armados de Asia y reputación internacional por su pacífico entorno, parece ser un destino natural para hacer frente al reto de seguridad de una cumbre así. Además, el país ofrece una garantía extra de que no habrá otro tipo de sobresaltos. Paradigma del libre mercado bajo fuertes restricciones políticas, la isla no permite protestas públicas salvo con autorización previa y sólo en un lugar determinado.
La defendida condición de país "neutral" de Singapur, la "Suiza asiática", también favoreció su elección: la isla mantiene relaciones diplomáticas con EE UU y Corea del Norte, y figuraba entre los siete principales socios comerciales de Pyongyang antes de que la ONU prohibiera todas las transacciones de bienes con el país norcoreano debido a su escalada armamentística nuclear.
******************************************************
Don Étimo
Singapur proviene de la palabra sánscrita Simhapuram; compuesta de simhah que significa "león" + puram: "ciudad". Es decir, 'Ciudad-León' o la 'Ciudad del León'. Sin embargo, está comprobado que en Singapur jamás han existido leones. ¿Entonces? Se sabe que un imaginativo príncipe llamado Sang Nila Utama fundó, en 1299, el Reino de Singapura, porque creyó ver un león -que debió de ser tigre- en Malasia (la península que se encuentra arriba de Singapur); quizá sólo fue un mero pretexto para diseñar el escudo de armas de la antiquísima ciudad.
domingo, 10 de junio de 2018
Saxofonista redivivo
Un disco inédito de John Coltrane ve la luz
Iker Seisdedos, Madrid, 7 jun 2018 - 23:00 CDT
Toda la elevación, la elegancia y el entusiasmo del cuarteto clásico de John Coltrane suenan como la primera vez en Untitled Original 11383 y Untitled Original 11386, dos composiciones inéditas recién descubiertas e incluidas en Both Directions at Once: The Lost Album, disco perdido del saxofonista que verá la luz el 29 de junio, 55 años después de su grabación. "En términos pop, es como si hubiésemos dado con un álbum inédito de los Beatles, de Jimi Hendrix o de Bob Marley", exclama por teléfono desde Nueva York Jamie Krents, de la discográfica Impulse!, sello que hoy es parte de Universal y que publicó la obra de madurez del músico, entre 1961 y 1967, año de su prematuro fallecimiento a los 40. "Esto se parece a encontrar una nueva estancia en la Gran Pirámide", añade Sonny Rollins, compañero de generación de Coltrane y coloso del saxofón como él.
El material resucitado corresponde a un día entero en el estudio del ingeniero de sonido Rudy Van Gelder en Englewood, Nueva Jersey, lugar mítico del jazz donde se registraron decenas de hitos en los años cincuenta y sesenta. El cuarteto - que completaban McCoy Tyner al piano, Jimmy Garrison al bajo, y Elvin Jones a la batería - grabó varias tomas de las dos composiciones inéditas que Coltrane no alcanzó a titular (y Krents y los suyos han preferido dejar así, sin nombre). También hay variaciones de títulos del repertorio del saxofonista (Slow Blues, una pieza de los años cincuenta, One Up, One Down, hasta ahora sólo disponible en directo, y una Impressions interpretada sin piano) y dos versiones: Nature Boy y Vilia, tomada esta última de la opereta La viuda alegre, de Franz Léhar. En total, han sobrevivido 14 cortes de esas siete canciones, que se presentarán en dos formatos: álbum sencillo sin tomas alternativas y edición de lujo en dos discos (también habrá versión en vinilo).
Iker Seisdedos, Madrid, 7 jun 2018 - 23:00 CDT
Toda la elevación, la elegancia y el entusiasmo del cuarteto clásico de John Coltrane suenan como la primera vez en Untitled Original 11383 y Untitled Original 11386, dos composiciones inéditas recién descubiertas e incluidas en Both Directions at Once: The Lost Album, disco perdido del saxofonista que verá la luz el 29 de junio, 55 años después de su grabación. "En términos pop, es como si hubiésemos dado con un álbum inédito de los Beatles, de Jimi Hendrix o de Bob Marley", exclama por teléfono desde Nueva York Jamie Krents, de la discográfica Impulse!, sello que hoy es parte de Universal y que publicó la obra de madurez del músico, entre 1961 y 1967, año de su prematuro fallecimiento a los 40. "Esto se parece a encontrar una nueva estancia en la Gran Pirámide", añade Sonny Rollins, compañero de generación de Coltrane y coloso del saxofón como él.
El material resucitado corresponde a un día entero en el estudio del ingeniero de sonido Rudy Van Gelder en Englewood, Nueva Jersey, lugar mítico del jazz donde se registraron decenas de hitos en los años cincuenta y sesenta. El cuarteto - que completaban McCoy Tyner al piano, Jimmy Garrison al bajo, y Elvin Jones a la batería - grabó varias tomas de las dos composiciones inéditas que Coltrane no alcanzó a titular (y Krents y los suyos han preferido dejar así, sin nombre). También hay variaciones de títulos del repertorio del saxofonista (Slow Blues, una pieza de los años cincuenta, One Up, One Down, hasta ahora sólo disponible en directo, y una Impressions interpretada sin piano) y dos versiones: Nature Boy y Vilia, tomada esta última de la opereta La viuda alegre, de Franz Léhar. En total, han sobrevivido 14 cortes de esas siete canciones, que se presentarán en dos formatos: álbum sencillo sin tomas alternativas y edición de lujo en dos discos (también habrá versión en vinilo).
El káiser zonzo Guillermo II y Trumpig
What Happens When a Bad-Tempered, Distractible Doofus Runs an Empire?
June 6, 2018, The New Yorker
One of the few things that Kaiser
Wilhelm II, who ruled Germany from 1888 to 1918, had a talent for was
causing outrage. A particular specialty was insulting other monarchs. He
called the diminutive King Victor Emmanuel III of Italy “the dwarf” in
front of the king’s own entourage. He called Prince (later Tsar)
Ferdinand, of Bulgaria, “Fernando naso,” on account of his beaky nose,
and spread rumors that he was a hermaphrodite. Since Wilhelm was notably
indiscreet, people always knew what he was saying behind their backs.
Ferdinand had his revenge. After a visit to Germany, in 1909, during
which the Kaiser slapped him on the bottom in public and then refused to
apologize, Ferdinand awarded a valuable arms contract that had been
promised to the Germans to a French company instead.
Not that this deterred the Kaiser. One of the many things that Wilhelm
was convinced he was brilliant at, despite all evidence to the contrary,
was “personal diplomacy,” fixing foreign policy through one-on-one
meetings with other European monarchs and statesmen. In fact, Wilhelm
could do neither the personal nor the diplomacy, and these meetings
rarely went well. The Kaiser viewed other people in instrumental terms,
was a compulsive liar, and seemed to have a limited understanding of
cause and effect. In 1890, he let lapse a long-standing defensive
agreement with Russia—the German Empire’s vast and sometimes threatening
eastern neighbor. He judged, wrongly, that Russia was so desperate for
German good will that he could keep it dangling. Instead, Russia
immediately made an alliance with Germany’s western neighbor and enemy,
France. Wilhelm decided he would charm and manipulate Tsar Nicholas II
(a “ninny” and a “whimperer,” according to Wilhelm, fit only “to grow
turnips”) into abandoning the alliance. In 1897, Nicholas told Wilhelm
to get lost; the German-Russian alliance withered.
About a decade ago, I published “George, Nicholas and Wilhelm: Three Royal Cousins and the Road to World War I,”
a book that was, in part, about Kaiser Wilhelm, who is probably best
known for being Queen Victoria’s first grandchild and for leading
Germany into the First World War. Ever since Donald Trump
started campaigning for President, the Kaiser has once again been on my
mind—his personal failings, and the global fallout they led to.
Trump’s tweets were what first reminded me of the Kaiser. Wilhelm was a
compulsive speechmaker who constantly strayed off script. Even his staff
couldn’t stop him, though it tried, distributing copies of speeches to
the German press before he’d actually given them. Unfortunately, the
Austrian press printed the speeches as they were delivered, and the
gaffes and insults soon circulated around Europe. “There is only one
person who is master in this empire and I am not going to tolerate any
other,” Wilhelm liked to say, even though Germany had a democratic
assembly and political parties. (“I’m the only one that matters,” Trump
has said.) The Kaiser reserved particular abuse for political parties
that voted against his policies. “I regard every Social Democrat as an
enemy of the Fatherland,” he said, and he denounced the German Socialist
party as a “gang of traitors.” August Bebel, the Socialist party
leader, said that every time the Kaiser opened his mouth, the party
gained another hundred thousand votes.
When Wilhelm became emperor, in 1888, at twenty-nine years old, he was
determined to be seen as tough and powerful. He fetishized the Army,
surrounded himself with generals (though, like Trump, he didn’t like
listening to them), owned a hundred and twenty military uniforms, and
wore little else. He cultivated a special severe facial expression for
public occasions and photographs—there are many, as Wilhelm would send
out signed photos and portrait busts to anyone who’d have one—and also a
heavily waxed, upward-turned moustache that was so famous it had its
own name, “Er ist Erreicht!” (It is accomplished!)
In fact, Wilhelm didn’t accomplish very much. The general staff of the
German Army agreed that the Kaiser couldn’t “lead three soldiers over a
gutter.” He had neither the attention span nor the ability.
“Distractions, whether they are little games with his army or navy,
travelling or hunting—are everything to him,” a disillusioned former
mentor wrote. “He reads very little apart from newspaper cuttings,
hardly writes anything himself apart from marginalia on reports and
considers those talks best which are quickly over and done with.” The
Kaiser’s entourage compiled press cuttings for him, mostly about
himself, which he read as obsessively as Trump watches television. A
critical story would send him into paroxysms of fury.
During Wilhelm’s reign, the upper echelons of the German government
began to unravel into a free-for-all, with officials wrangling against
one another. “The most contradictory opinions are now urged at high and
all-highest level,” a German diplomat lamented. To add to the confusion,
Wilhelm changed his position every five minutes. He was deeply
suggestible and would defer to the last person he’d spoken to or cutting
he’d read—at least until he’d spoken to the next person. “It is
unendurable,” a foreign minister wrote, in 1894. “Today one thing and
tomorrow the next and after a few days something completely different.”
Wilhelm’s staff and ministers resorted to manipulation, distraction, and
flattery to manage him. “In order to get him to accept an idea you must
act as if the idea were his,” the Kaiser’s closest friend, Philipp zu
Eulenburg, advised his colleagues, adding, “Don’t forget the sugar.” (In “Fire and Fury,”
Michael Wolff writes that to get Trump to take an action his White
House staff has to persuade him that “he had thought of it himself.”)
More sinisterly, Wilhelm’s patronage of the aggressive, nationalistic
right left him surrounded by ministers who held a collective conviction
that a European war was inevitable and even desirable. Alfred von
Tirpitz, Germany’s Naval chief—who realized at his first meeting with
the Kaiser that he did “not live in the real world”—consciously
exploited Wilhelm’s envy and rage in order to extract the astronomical
sums required to build a German Navy to rival Britain’s, a project that
created an arms race and became an intractable block to peace
negotiations.
The Kaiser was susceptible but never truly controllable. He asserted his
authority unpredictably, as if to prove he was still in charge, staging
rogue interventions into his own advisers’ policies and sacking
ministers without warning. “You cannot have the faintest idea what I
have prevented,” his most obsequious aide, Bernhard von Bülow,
complained to a friend, “and how much of my time I must devote to
restoring order where our All Highest Master has created chaos.”
The Kaiser’s darkest secret was that every few years—after his meddling
and blunders had exposed his incompetence or resulted in a crisis—he
would suffer a full-blown collapse. His entourage would scrape him off
the floor, and he would retire to one of his palaces, where, prostrate,
he would weep and complain that he’d been victimized. After the moaning
came the pacing, in uncharacteristic silence. Occasionally he would give
way to tears. Gradually he would recalibrate his sense of reality—or
unreality—and after a few weeks would bounce up again, as boisterous and
obstreperous as ever.
I spent six years writing my book about Wilhelm and his cousins, King
George V, of England, and Tsar Nicholas II, and the Kaiser’s egotism and
eccentricity made him by far the most entertaining of the three to
write about. After a while, though, living with Wilhelm—as you do when
you write about another person over a long period—became onerous. It was
dispiriting, even oppressive, to spend so much time around someone who
never learned, and never changed.
The Kaiser wasn’t singly responsible for the First World War, but his
actions and choices helped to bring it on. If international conflict is
around the corner, it would seem that you really don’t want a narcissist
in control of a global power. Wilhelm’s touchiness, his
unpredictability, his need to be acknowledged: these things struck a
chord with elements in Germany, which was in a kind of adolescent
spasm—quick to perceive slights, excited by the idea of flexing its
muscles, filled with a sense of entitlement. At the same time, Wilhelm’s
posturing raised tensions in Europe. His clumsy personal diplomacy
created suspicion. His alliance with the vitriolic right and his slavish
admiration for the Army inched the country closer and closer to war.
Once the war was actually upon him, the government and military
effectively swept the Kaiser aside. And the gravest damage occurred only
after Wilhelm abdicated, in November of 1918. (He spent the rest of his
life—he survived until 1941—in central Holland.) The defeated Germany
sank into years of depression, resentments sharpened, the toxic lie that
Germany had been “robbed” of its rightful victory in the war took hold.
The rest, as they say, is history.
I’m not suggesting that Trump is about to start the Third World War. But
recent foreign developments—the wild swings with North Korea, the
ditching of the Iran nuclear deal, the threat of a trade war with
China—suggest upheavals that could quickly grow out of American control.
Some of Trump’s critics suppose that these escalating crises might
cause him to loosen, or even lose, his grip on the Presidency. The real
lesson of Kaiser Wilhelm II, however, may be that Trump’s leaving office
might not be the end of the problems he may bring on or exacerbate—it
may be only the beginning.
viernes, 8 de junio de 2018
jueves, 7 de junio de 2018
miércoles, 6 de junio de 2018
martes, 5 de junio de 2018
Ominosos tiempos
Bipolar
Quizás llegó el momento de recomenzar una etapa desértica y eremítica. Un fingimiento de eternidad
Félix de AzúaNuestra civilización, ahora en trance de mutar en otra desconocida, se construyó sobre un doble esqueleto incompatible. Quizás por eso estamos tan locos. De una parte el esqueleto clásico grecolatino, compuesto por elegante alfarería, desnudos impecables, edificios de simetría deslumbrante. Aunque también por dioses terribles como el apestoso Dionisos o el criminal Apolo. Pero de otra parte estaba nuestro esqueleto bíblico compuesto por nómadas del desierto, hirsutos y barbados, pirámides de adobe, un solo dios incógnito que solo se manifestaba por el habla. Aunque también santos y vírgenes de elevada belleza espiritual y visión celeste.
Por el lado clásico nos tomábamos la vida y sus desdichas de un modo claramente irónico. Los dioses reían o sonreían y los mortales aceptábamos, con una fatalidad trágica, nuestra muerte definitiva y absoluta. Por el lado bíblico no había ni rastro de humor, allí nada sonreía, por el contrario era un mundo de extremada seriedad, compatible con escenas de hermosa sencillez como las mozas que acuden con cántaros a tomar agua del pozo. Inesperadamente, fue en este mundo severo, barbado y desértico, donde se fraguó la conciencia de que no moríamos en absoluto sino que íbamos a vivir eternamente. Dos ánimos discordantes: la risa ática ante la muerte inminente y la seriedad cristiana de una vida eterna, se han ido alternando en la historia de occidente. Hay momentos de gran clasicidad, como la Florencia de los Medici, y otros de imponente rigor bíblico, como la constelación de monasterios románicos en la ruta de la Vía Láctea.
Nuestra vida también es a veces ática y a veces bíblica. Quizás llegó el momento de recomenzar una etapa desértica y eremítica. Un fingimiento de eternidad.
lunes, 4 de junio de 2018
domingo, 3 de junio de 2018
sábado, 2 de junio de 2018
viernes, 1 de junio de 2018
(La)b(erint)orges
Zeus no podría desatar las redes
de piedra que me cercan. He olvidado
los hombres que antes fui; sigo el odiado
camino de monótonas paredes
que es mi destino. Rectas galerías
que se curvan en círculos secretos
al cabo de los años. Parapetos
que ha agrietado la usura de los días.
En el pálido polvo que he descifrado
rastros que temo. El aire me ha traído
en las cóncavas tardes un bramido
o el eco de un bramido desolado.
Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte
es fatigar las largas soledades
que tejen y destejen este Hades
y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.
Nos buscamos los dos. Ojalá fuera
éste el último día de la espera.
la reina dió a luz un hijo que se
de piedra que me cercan. He olvidado
los hombres que antes fui; sigo el odiado
camino de monótonas paredes
que es mi destino. Rectas galerías
que se curvan en círculos secretos
al cabo de los años. Parapetos
que ha agrietado la usura de los días.
En el pálido polvo que he descifrado
rastros que temo. El aire me ha traído
en las cóncavas tardes un bramido
o el eco de un bramido desolado.
Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte
es fatigar las largas soledades
que tejen y destejen este Hades
y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.
Nos buscamos los dos. Ojalá fuera
éste el último día de la espera.
la reina dió a luz un hijo que se
llamó Asterión
APOLODORO, Biblioteca , III, I
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de
misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a
su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa,
pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito están
abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre
el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de
los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una
casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran
que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no
hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo,
Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada,
añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he
pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me
infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como
la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de
un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían
reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al
estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno,
creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo
confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo
que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso
que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y
triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado
para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra.
Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A
veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante
al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta
rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la
vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que
me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a
estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces
me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he
abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el del otro
Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con
grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca . A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he
meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces,
cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un
abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres,
abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor
dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un
aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he
visto el templo de las Hachas y el mar. Esto no lo entendí hasta que
una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos]
los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero
dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el
intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el
Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres
para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo
de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia
dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las
manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una
galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos
profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor.
Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y
al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los
rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá que me lleve a un
lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me
pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de
hombre? ¿O será como yo?
El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba un vestigio de sangre.
- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo -. El minotauro apenas se defendió.
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