jueves, 31 de diciembre de 2015
Es jueves del Acertijo
-Una en la Tierra, una en la Luna, pero en el Sol -astro que pacientemente la Tierra rodea en 365 días- no encontrarás ninguna ¿Qué es?
miércoles, 30 de diciembre de 2015
Miércoles caricaturísticamente de azogue
Los hermanitos Windsor (príncipe Harry y príncipe William) por Carbajo
David Bowie por Delcio Machado
Xi Jinping por Hansson
Vladimir Putin por Ippoliti
Michael Moore (Fahrenheit 9/11) por Simanca
Victoria Beckham por Carbajo
San Messi y el Papa Francisco por Cau Gomez
martes, 29 de diciembre de 2015
lunes, 28 de diciembre de 2015
¿Inocentes? ¿Cuáles?
"Por tanto, la dizque matanza de bebés (o Santos Inocentes)
no ocurrió, no fue un hecho histórico. El relato se inscribe entonces,
en el género mitológico. Se comprueba así, que el esquema narrativo de los Santos Inocentes fue calcado del mito del nacimiento de Zeus y posteriores circunstancias, en las cuales sus hermanos fueron devorados por el propio padre, Cronos, para evitar que lo destronaran; los hermanitos de Zeus (único superviviente como Jesús) equivaldrían, en la cultura judeo-cristiana, a los supuestos bebés sacrificados" (...). Las bromas inesperadas que se acostumbran en el presente día, surgen del hecho de que Rea, esposa de Cronos, burla a su marido y esconde, para que no se lo coma, a su hijo Zeus, inocente para siempre.
-fragmento de la entrada (revisar con el 'buscador') titulada: "Inocente Herodes que te dejaste engañar"
-fragmento de la entrada (revisar con el 'buscador') titulada: "Inocente Herodes que te dejaste engañar"
domingo, 27 de diciembre de 2015
sábado, 26 de diciembre de 2015
De la na(ti)vidad... solar
Saturnales romanos, Decadencia, 1847, Thomas Couture (amplíese)
-Guillermo Altares
La Navidad es una fiesta romana
-Guillermo Altares
24 de diciembre de 2015
No hay una fiesta que tenga un origen tan claro y que a la vez sea tan universal: durante las Saturnales, que se celebraban entre el 17 y el 24 de diciembre, los antiguos romanos encendían luces, se intercambiaban regalos, invertían los papeles sociales —los amos servían a los esclavos y los esclavos a los amos—. Eran días de banquetes y disfraces durante los que las celebraciones se apoderaban de las ciudades.
Matthew Charles Nicholls, profesor del Departamento de Estudios Clásicos de la Universidad de Reading, asegura que estas fiestas dedicadas a Saturno, dios de la agricultura (equivalente al dios Cronos -padre de Zeus- de los griegos), "tenían un enorme arraigo popular, como todas las celebraciones relacionadas con la luz que tienen lugar al principio del invierno en las culturas del hemisferio occidental". El solsticio de invierno—en torno al 21 de diciembre— ha tenido siempre un enorme poder simbólico. De hecho, las Saturnales culminaban el 25 de diciembre con celebración del Sol Invictus, el astro invencible, cuando los días, de nuevo, comenzaban a alargarse y la luz vencía a la oscuridad.
"Los cristianos tomaron todos los elementos de las Saturnales para preservar, y santificar, esa celebración popular", prosigue el profesor Nicholls. Aunque no se sabe si Jesús nació en invierno, ni siquiera si fue en Belén como sostiene la tradición, el papa Liberio declaró en 354 que el sagrado alumbramiento había tenido lugar el 25 de diciembre.
Como explica Richard Cohen, autor de Persiguiendo el Sol (la historia épica del astro que nos da la vida), las ventajas eran evidentes. Dado que los cristianos participaban también en esas celebraciones, los padres de la Iglesia llegaron a la conclusión de que podían utilizar el mismo día y decretar el 25 como la fecha de la Natividad. La transición de las Saturnales a la Navidad se prolongó durante varios siglos y fue el concilio de Tours en 567 el que decretó el periodo festivo entre el 25 de diciembre y el 6 de enero.
Pero la profundidad con la que la Navidad está asentada en nuestra cultura va mucho más allá de la Roma antigua. Como explica Richard Cohen, todas las culturas celebran de alguna forma los solsticios, el día más corto y más largo del año. "El aparente poder sobrenatural que se manifiesta en los solsticios y los equinoccios para gobernar las estaciones, se celebra desde que tenemos memoria, provocando diferentes reacciones festivas en las distintas culturas", afirma.
No hay una fiesta que tenga un origen tan claro y que a la vez sea tan universal: durante las Saturnales, que se celebraban entre el 17 y el 24 de diciembre, los antiguos romanos encendían luces, se intercambiaban regalos, invertían los papeles sociales —los amos servían a los esclavos y los esclavos a los amos—. Eran días de banquetes y disfraces durante los que las celebraciones se apoderaban de las ciudades.
Matthew Charles Nicholls, profesor del Departamento de Estudios Clásicos de la Universidad de Reading, asegura que estas fiestas dedicadas a Saturno, dios de la agricultura (equivalente al dios Cronos -padre de Zeus- de los griegos), "tenían un enorme arraigo popular, como todas las celebraciones relacionadas con la luz que tienen lugar al principio del invierno en las culturas del hemisferio occidental". El solsticio de invierno—en torno al 21 de diciembre— ha tenido siempre un enorme poder simbólico. De hecho, las Saturnales culminaban el 25 de diciembre con celebración del Sol Invictus, el astro invencible, cuando los días, de nuevo, comenzaban a alargarse y la luz vencía a la oscuridad.
"Los cristianos tomaron todos los elementos de las Saturnales para preservar, y santificar, esa celebración popular", prosigue el profesor Nicholls. Aunque no se sabe si Jesús nació en invierno, ni siquiera si fue en Belén como sostiene la tradición, el papa Liberio declaró en 354 que el sagrado alumbramiento había tenido lugar el 25 de diciembre.
Como explica Richard Cohen, autor de Persiguiendo el Sol (la historia épica del astro que nos da la vida), las ventajas eran evidentes. Dado que los cristianos participaban también en esas celebraciones, los padres de la Iglesia llegaron a la conclusión de que podían utilizar el mismo día y decretar el 25 como la fecha de la Natividad. La transición de las Saturnales a la Navidad se prolongó durante varios siglos y fue el concilio de Tours en 567 el que decretó el periodo festivo entre el 25 de diciembre y el 6 de enero.
Pero la profundidad con la que la Navidad está asentada en nuestra cultura va mucho más allá de la Roma antigua. Como explica Richard Cohen, todas las culturas celebran de alguna forma los solsticios, el día más corto y más largo del año. "El aparente poder sobrenatural que se manifiesta en los solsticios y los equinoccios para gobernar las estaciones, se celebra desde que tenemos memoria, provocando diferentes reacciones festivas en las distintas culturas", afirma.
viernes, 25 de diciembre de 2015
jueves, 24 de diciembre de 2015
Es jueves del Acertijo
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Miércoles caricatural
Hillary Clinton quiere el lugar de Obama por Lezio Junior
Bruce Lee vs Hugh Jackman (Wolverine) por Geoffroy
Picasso por Court Jones
Picasso por Achilles Superbi
Joanne Kathleen Rowling (autora de Harry Potter) por Coquelet
Bertrand Russell por Ronald Searle
Bruce Lee vs Hugh Jackman (Wolverine) por Geoffroy
Picasso por Court Jones
Picasso por Achilles Superbi
Joanne Kathleen Rowling (autora de Harry Potter) por Coquelet
Bertrand Russell por Ronald Searle
martes, 22 de diciembre de 2015
lunes, 21 de diciembre de 2015
Mr. Miss
A partir de ese momento imperó la confusión que inventó Confusio (un chino-japonés al que le gustaba enredar el concepto de género)
domingo, 20 de diciembre de 2015
sábado, 19 de diciembre de 2015
Hector Hugh Munro (a) Saki: 18 de diciembre de 1870, Birmania-14 de noviembre de 1916, Francia
El tatuaje
Saki
-La jerga artística de esa mujer me cansa -dijo Clovis a
su amigo periodista-. Le gusta tanto decir que ciertos cuadros "crecen sobre
nosotros", como si fueran una especie de hongos.
-Eso me recuerda -dijo el periodista- la historia de Henri Deplis. ¿Te la conté alguna vez?
Clovis negó con la cabeza.
-Henri Deplis era por nacimiento un nativo del Gran Ducado de Luxemburgo. Por una reflexión más madura, se convirtió en un viajante de comercio. Sus actividades frecuentemente lo llevaban más allá de los límites del Gran Ducado, y paraba en una pequeña ciudad del norte de Italia cuando le llegaron noticias de que había recibido un legado de una parienta distante que había fallecido.
"No era un gran legado, aun desde el modesto punto de vista de Henri Deplis, pero lo impulsó hacia algunas extravagancias aparentemente inofensivas. En particular lo condujo a patrocinar el arte local en tanto representado por las agujas de tatuaje del Signor Andreas Pincini. El Signor Pincini era, tal vez, el más brillante maestro de tatuaje que Italia había conocido jamás, pero estaba decididamente empobrecido, y por la suma de seiscientos francos emprendió alegremente la tarea de cubrir la espalda de su cliente, desde la clavícula hasta la cintura, con una brillante representación de la Caída de Ícaro. El diseño, cuando fue finalmente desarrollado, le produjo una ligera desilusión a Monsieur Deplis, que había imaginado que Ícaro era una fortaleza tomada por Wallenstein en la Guerra de los Treinta Años, pero quedó más que satisfecho con el trabajo ejecutado, que fue aclamado por todos los que tuvieron el privilegio de verlo, como la obra maestra de Pincini.
"Fue su más grande esfuerzo, y el último. Sin siquiera esperar que le pagaran, el ilustre artesano dejó este mundo y fue enterrado en una ornamentada tumba, cuyos querubines alados habrían proporcionado poco campo de aplicación para el ejercicio de su arte favorito. Quedaba, sin embargo, la viuda de Pincini, a quien se le debían los seiscientos francos. Y acto seguido surgió la gran crisis en la vida de Henri Deplis, viajante de comercio. El legado, bajo el peso de numerosos pequeños reclamos, había menguado hasta una proporción insignificante, y cuando una apremiante factura de vinos y diversas otras cuentas corrientes habían sido pagadas, quedaba poco más de cuatrocientos treinta francos para ofrecerle a la viuda. La dama estaba justamente indignada; no tanto, como explicó volublemente, debido a la sugerencia de suprimir ciento setenta francos, sino también por el intento de disminuir el valor de la reconocida obra maestra de su difunto esposo. En una semana, Deplis se vio obligado a reducir su oferta a cuatrocientos cinco francos, lo que atizó la indignación de la viuda, que se transformó en furia. Canceló la venta de la obra de arte, y algunos días después Deplis se enteró consternado de que la había donado a la municipalidad de Bérgamo, que la había aceptado con agradecimiento. Dejó la vecindad lo más discretamente posible, y se sintió genuinamente aliviado cuando sus negocios lo condujeron a Roma, donde esperaba que su identidad y la del famoso cuadro pudieran perderse de vista.
"Pero cargaba en su espalda el peso del genio del difunto. Al aparecer un día en el humeante corredor de un baño de vapor, fue enseguida obligado a ponerse sus ropas por el propietario, que era un italiano del norte, que rehusó enfáticamente permitir que la celebrada Caída de Ícaro fuera exhibida en público sin el permiso de la municipalidad de Bérgamo. El interés público y la vigilancia oficial aumentaron cuando la cuestión fue más ampliamente conocida, y Deplis no pudo tomar un simple baño en el mar o en un río en las tardes más tórridas, a menos que se cubriera hasta la clavícula con un amplio traje de baño. Más adelante, las autoridades de Bérgamo concibieron la idea de que el agua salada podía ser perjudicial para la obra de arte y se obtuvo un perpetuo interdicto que impedía al atormentado viajante comercial bañarse en el mar en ninguna circunstancia. Se sintió fervientemente agradecido cuando la firma que lo empleaba lo destinó a una nueva rama de actividades en la vecindad de Bordeaux. Su agradecimiento, sin embargo, cesó abruptamente en la frontera franco-italiana. Un imponente despliegue de fuerzas oficiales impidió su partida, y se le recordó severamente que una estricta ley prohibía la exportación de obras de arte italianas.
"Una reunión diplomática entre los gobiernos italiano y luxemburgués siguió a continuación, y en un momento la situación europea se ensombreció con la posibilidad de problemas. Pero el gobierno italiano se mantuvo firme; declinó ocuparse en absoluto de las peripecias o aun de la existencia de Henri Deplis, viajante de comercio, pero permaneció inconmovible en su decisión de que la Caída de Ícaro (obra del difunto Pincini, Andreas), actualmente propiedad de la municipalidad de Bérgamo, no debía abandonar el país.
"La excitación decayó con el tiempo, pero el desgraciado Deplis, que estaba constitucionalmente en condiciones de retirarse, se encontró unos meses más tarde otra vez en el centro mismo de una furiosa controversia. Cierto experto en arte de nacionalidad alemana, que había obtenido de la municipalidad de Bérgamo el permiso para inspeccionar la famosa obra maestra, declaró que era un Pincini falso, probablemente la obra de un discípulo que había empleado en los años de su decadencia. La declaración de Deplis sobre el asunto carecía obviamente de valor, puesto que había estado bajo la influencia de los habituales narcóticos durante el largo proceso de punzar el diseño. El editor de una revista italiana de arte refutó las opiniones del experto alemán y se propuso demostrar que su vida privada no se adecuaba a ningún criterio moderno de decencia. La totalidad de Italia y Alemania se trenzaron en la disputa, hubo escenas borrascosas en el Parlamento español, y la Universidad de Copenhague otorgó una medalla de oro al experto alemán (enviando después una comisión para examinar sus pruebas in situ), mientras que dos escolares polacos en París se suicidaron para mostrar lo que ellos pensaban del asunto.
"Entretanto, al desagraciado portador humano no le iba mejor que antes, y no es sorprendente que cayera en las filas de los anarquistas italianos. Cuatro veces por lo menos fue escoltado hasta la frontera como un peligroso e indeseable extranjero, pero era siempre traído de vuelta como la Caída de Ícaro (atribuido a Pincini, Andreas, principios del siglo XX). Y luego, un día, en un congreso anarquista de Génova, un compañero trabajador, en el calor del debate, derramó una ampolla de líquido corrosivo en su espalda. La camisa roja que usaba mitigó los efectos, pero el Ícaro quedó arruinado al punto de ser irreconocible. Su atacante fue severamente reconvenido por atacar a un camarada anarquista y fue condenado a siete años de prisión por destruir un tesoro de arte nacional. Tan pronto como pudo abandonar el hospital, Henri Deplis fue obligado a cruzar la frontera como un extranjero indeseable.
"En las calles más tranquilas de París, especialmente en la vecindad del Ministerio de Bellas Artes, se puede encontrar a veces un hombre deprimido y ansioso, a quien si se le pregunta la hora, responderá con un acento ligeramente luxemburgués. Abriga la ilusión de que es uno de los brazos perdidos de la Venus de Milo, y espera persuadir al gobierno francés para que lo compre. Sobre toda otra cuestión creo que está tolerablemente cuerdo."
-Eso me recuerda -dijo el periodista- la historia de Henri Deplis. ¿Te la conté alguna vez?
Clovis negó con la cabeza.
-Henri Deplis era por nacimiento un nativo del Gran Ducado de Luxemburgo. Por una reflexión más madura, se convirtió en un viajante de comercio. Sus actividades frecuentemente lo llevaban más allá de los límites del Gran Ducado, y paraba en una pequeña ciudad del norte de Italia cuando le llegaron noticias de que había recibido un legado de una parienta distante que había fallecido.
"No era un gran legado, aun desde el modesto punto de vista de Henri Deplis, pero lo impulsó hacia algunas extravagancias aparentemente inofensivas. En particular lo condujo a patrocinar el arte local en tanto representado por las agujas de tatuaje del Signor Andreas Pincini. El Signor Pincini era, tal vez, el más brillante maestro de tatuaje que Italia había conocido jamás, pero estaba decididamente empobrecido, y por la suma de seiscientos francos emprendió alegremente la tarea de cubrir la espalda de su cliente, desde la clavícula hasta la cintura, con una brillante representación de la Caída de Ícaro. El diseño, cuando fue finalmente desarrollado, le produjo una ligera desilusión a Monsieur Deplis, que había imaginado que Ícaro era una fortaleza tomada por Wallenstein en la Guerra de los Treinta Años, pero quedó más que satisfecho con el trabajo ejecutado, que fue aclamado por todos los que tuvieron el privilegio de verlo, como la obra maestra de Pincini.
"Fue su más grande esfuerzo, y el último. Sin siquiera esperar que le pagaran, el ilustre artesano dejó este mundo y fue enterrado en una ornamentada tumba, cuyos querubines alados habrían proporcionado poco campo de aplicación para el ejercicio de su arte favorito. Quedaba, sin embargo, la viuda de Pincini, a quien se le debían los seiscientos francos. Y acto seguido surgió la gran crisis en la vida de Henri Deplis, viajante de comercio. El legado, bajo el peso de numerosos pequeños reclamos, había menguado hasta una proporción insignificante, y cuando una apremiante factura de vinos y diversas otras cuentas corrientes habían sido pagadas, quedaba poco más de cuatrocientos treinta francos para ofrecerle a la viuda. La dama estaba justamente indignada; no tanto, como explicó volublemente, debido a la sugerencia de suprimir ciento setenta francos, sino también por el intento de disminuir el valor de la reconocida obra maestra de su difunto esposo. En una semana, Deplis se vio obligado a reducir su oferta a cuatrocientos cinco francos, lo que atizó la indignación de la viuda, que se transformó en furia. Canceló la venta de la obra de arte, y algunos días después Deplis se enteró consternado de que la había donado a la municipalidad de Bérgamo, que la había aceptado con agradecimiento. Dejó la vecindad lo más discretamente posible, y se sintió genuinamente aliviado cuando sus negocios lo condujeron a Roma, donde esperaba que su identidad y la del famoso cuadro pudieran perderse de vista.
"Pero cargaba en su espalda el peso del genio del difunto. Al aparecer un día en el humeante corredor de un baño de vapor, fue enseguida obligado a ponerse sus ropas por el propietario, que era un italiano del norte, que rehusó enfáticamente permitir que la celebrada Caída de Ícaro fuera exhibida en público sin el permiso de la municipalidad de Bérgamo. El interés público y la vigilancia oficial aumentaron cuando la cuestión fue más ampliamente conocida, y Deplis no pudo tomar un simple baño en el mar o en un río en las tardes más tórridas, a menos que se cubriera hasta la clavícula con un amplio traje de baño. Más adelante, las autoridades de Bérgamo concibieron la idea de que el agua salada podía ser perjudicial para la obra de arte y se obtuvo un perpetuo interdicto que impedía al atormentado viajante comercial bañarse en el mar en ninguna circunstancia. Se sintió fervientemente agradecido cuando la firma que lo empleaba lo destinó a una nueva rama de actividades en la vecindad de Bordeaux. Su agradecimiento, sin embargo, cesó abruptamente en la frontera franco-italiana. Un imponente despliegue de fuerzas oficiales impidió su partida, y se le recordó severamente que una estricta ley prohibía la exportación de obras de arte italianas.
"Una reunión diplomática entre los gobiernos italiano y luxemburgués siguió a continuación, y en un momento la situación europea se ensombreció con la posibilidad de problemas. Pero el gobierno italiano se mantuvo firme; declinó ocuparse en absoluto de las peripecias o aun de la existencia de Henri Deplis, viajante de comercio, pero permaneció inconmovible en su decisión de que la Caída de Ícaro (obra del difunto Pincini, Andreas), actualmente propiedad de la municipalidad de Bérgamo, no debía abandonar el país.
"La excitación decayó con el tiempo, pero el desgraciado Deplis, que estaba constitucionalmente en condiciones de retirarse, se encontró unos meses más tarde otra vez en el centro mismo de una furiosa controversia. Cierto experto en arte de nacionalidad alemana, que había obtenido de la municipalidad de Bérgamo el permiso para inspeccionar la famosa obra maestra, declaró que era un Pincini falso, probablemente la obra de un discípulo que había empleado en los años de su decadencia. La declaración de Deplis sobre el asunto carecía obviamente de valor, puesto que había estado bajo la influencia de los habituales narcóticos durante el largo proceso de punzar el diseño. El editor de una revista italiana de arte refutó las opiniones del experto alemán y se propuso demostrar que su vida privada no se adecuaba a ningún criterio moderno de decencia. La totalidad de Italia y Alemania se trenzaron en la disputa, hubo escenas borrascosas en el Parlamento español, y la Universidad de Copenhague otorgó una medalla de oro al experto alemán (enviando después una comisión para examinar sus pruebas in situ), mientras que dos escolares polacos en París se suicidaron para mostrar lo que ellos pensaban del asunto.
"Entretanto, al desagraciado portador humano no le iba mejor que antes, y no es sorprendente que cayera en las filas de los anarquistas italianos. Cuatro veces por lo menos fue escoltado hasta la frontera como un peligroso e indeseable extranjero, pero era siempre traído de vuelta como la Caída de Ícaro (atribuido a Pincini, Andreas, principios del siglo XX). Y luego, un día, en un congreso anarquista de Génova, un compañero trabajador, en el calor del debate, derramó una ampolla de líquido corrosivo en su espalda. La camisa roja que usaba mitigó los efectos, pero el Ícaro quedó arruinado al punto de ser irreconocible. Su atacante fue severamente reconvenido por atacar a un camarada anarquista y fue condenado a siete años de prisión por destruir un tesoro de arte nacional. Tan pronto como pudo abandonar el hospital, Henri Deplis fue obligado a cruzar la frontera como un extranjero indeseable.
"En las calles más tranquilas de París, especialmente en la vecindad del Ministerio de Bellas Artes, se puede encontrar a veces un hombre deprimido y ansioso, a quien si se le pregunta la hora, responderá con un acento ligeramente luxemburgués. Abriga la ilusión de que es uno de los brazos perdidos de la Venus de Milo, y espera persuadir al gobierno francés para que lo compre. Sobre toda otra cuestión creo que está tolerablemente cuerdo."
FIN
viernes, 18 de diciembre de 2015
jueves, 17 de diciembre de 2015
Es jueves del Acertijo
miércoles, 16 de diciembre de 2015
Miércoles caricaturazogue
Daniel Craig (como James Bond) por George Williams
Keith Richards por Abel Joachim Crayon
George Lucas por Jason Seiler
Christopher Walken por Waldo Matus
Disney por Karl Meersman
Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) por Hamzagic
Keith Richards por Abel Joachim Crayon
George Lucas por Jason Seiler
Christopher Walken por Waldo Matus
Disney por Karl Meersman
Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) por Hamzagic
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