lunes, 30 de noviembre de 2015
domingo, 29 de noviembre de 2015
sábado, 28 de noviembre de 2015
Discurso
-Enrique Vila-Matas, Premio FIL de Literatura
He
venido a hablarles del futuro. Supongo que del futuro de la novela,
aunque quizás sólo del futuro de este discurso. Voy a contarles cómo
durante años imaginé que se presentaba el futuro. Sitúense en 1948, el
año en que nací, en la tarde de agosto en la que un disco extraño y casi
silencioso comenzó a sonar en las emisoras de música de Maryland, y
pronto se fue extendiendo por la Costa Este, dejando una estela de
perplejidad en sus casuales oyentes. ¿Qué era aquello? No se había oído
nunca nada igual y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era –ahora lo
sabemos– la primera canción de rock and roll de la historia. Quienes la
oían, entraban de golpe en el futuro. La música de aquel disco parecía
provenir del éter y flotar literalmente sobre las ondas del aire de
Maryland. Aquello, señoras y señores, era el rock and roll llegando con
la reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto. La canción se
titulaba Demasiado pronto para saberlo (It's too soon to know), y era la primera
grabación de The Orioles, cinco músicos de Baltimore. Sonaba rara, nada
extraño si tenemos en cuenta que era el primer signo de que algo estaba
cambiando.
¿Qué
pudo pensar la primera persona que, oyendo radio Maryland aquella
mañana, comprendió que empezaba una nueva era? "Es demasiado pronto",
decía la canción, "muy pronto para saberlo", susurraba titubeante Sonny
Til, el cantante.
He
venido a hablarles del futuro, que para mí durante años ha sido algo
que llegaba como llegó el rock el año en que nací, con aquella reposada
lentitud de lo verdaderamente imprevisto.
He
venido a hablarles del futuro. Y está claro que, como me autoimpongo el
tema yo mismo, busco complicarme la vida. Nada que me sorprenda
demasiado. Así he venido trabajando estos años, trabajando en libros
difíciles que llevaba lo más lejos posible, hasta sus límites; libros
que, al publicarlos, se convertían en callejones sin salida, porque no
se veía qué podía hacer ya después de ellos. Pero yo esto lo hacía de un
modo consciente, porque era a ese punto al que yo quería llegar.
Cada libro que escribía parecía llevarme a dejar de escribir. Lo publicaba y me instalaba en un estado de callejón sin salida,
y los amigos volvían a hacerme la pregunta habitual: "Y después de
esto, ¿qué vas a hacer?" Y yo pensaba que todo había terminado. Me
costaba salir de ese callejón. Pero por suerte, siempre a última hora,
me acordaba de que la inteligencia es el arte de saber encontrar un
pequeño hueco por donde escapar de la situación que nos tiene atrapados.
Y yo siempre tenía la suerte de acabar encontrando el hueco mínimo y me
escapaba, y entraba en un nuevo libro.
Los
callejones sin salida han sido el motor central de mi obra. Por eso no
me extraña que ahora quiera complicarme la vida y hablarles del futuro.
Pero no pasa nada. De hecho, estoy acostumbrado a relacionarme con él,
con el futuro. ¿O no estoy especializado en narrar previamente los
viajes que realizo? Acostumbro a adelantarme a lo que pueda pasar y lo
cuento en artículos de prensa. Después, viajo al lugar y vivo allí lo
escrito.
Como
tengo esa costumbre de narrar los viajes antes de hacerlos, he escrito
previamente este discurso antes de salir de Barcelona rumbo a
Guadalajara. Bueno, sé que es obvio que lo he escrito antes, pues de lo
contrario no estaría leyéndolo ahora. La ventaja de esto es que conozco
cómo acaba, lo que demuestra que, en contra de lo que se cree, el futuro
no es a veces tan indescifrable.
Si
me impuse hablarles del futuro fue sobre todo porque este premio,
antiguo premio Rulfo, distingue la obra de autores "con un aporte
significativo a la literatura de nuestros días" y yo quería que se
supiera que quizás me ajusto a esta premisa porque desde siempre he
escrito en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen
desde la estricta contemporaneidad, en la necesidad de encontrar
estructuras que no se limiten a reproducir modelos que ya estaban
obsoletos hace cien años.
Es
tal mi costumbre de buscar nuevas escrituras que voy a decirles ahora,
no cómo escribo, sino cómo me gustaría escribir. Y recurro para ello a
Robert Walser, aquel escritor suizo al que Christopher Domínguez Michael
llamó en cierta ocasión "mi héroe moral".
Parece
que Walser se vio realmente liberado de sí mismo el día en que hizo un
viaje nocturno en globo, desde Bitterfeld hasta una playa del Báltico.
Un viaje sobre una Alemania dormida en la oscuridad. "Subieron a la
barquilla, a la extraña casa, tres personas y soltaron las cuerdas de
sujeción, y el globo voló lentamente hacia lo alto", escribió Walser, el
paseante por excelencia, un caminante que en realidad había nacido para
ese recorrido silencioso por el aire, pues siempre en todos sus
trabajos en prosa, quiso alzarse sobre la pesada vida terrestre,
desaparecer suavemente y sin ruido hacia un reino más libre.
Me
gustaría escribir alzándome sobre la pesada vida terrestre. Pero en
caso de lograrlo, ¿coincidirían mis itinerarios con los trayectos
nocturnos que sospecho que seguirá la novela en el futuro? A principios
de este siglo, aún habría dicho que sí, que algunos recorridos
coincidirían. Quizás entonces aún era optimista, porque me sentía aliado
con estas líneas de Borges: "¿Qué soñará el indescifrable futuro?
Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus
libros".
Pensaba
que en las novelas por venir no sería necesario dejar la aldea y salir
al campo abierto porque la acción se difuminaría en favor del
pensamiento. Con una confianza ingenua en la evolución de la exigencia
de los lectores del nuevo siglo, creía que en el indescifrable futuro la
novela de formato decimonónico –que se había cobrado ya sus mejores
piezas– iría cediendo su lugar a los ensayos narrativos, o a las
narraciones ensayísticas, y quizás incluso cedería el paso a una prosa
brumosa y compacta, estilo Sebald (es decir, muy en el modo en que
Nietzsche hacía de la vida, literatura), o estilo Sergio Pitol, el de El mago de Viena,
con ese tipo de prosa compacta en la que el autor disolvía las
fronteras entre los géneros, haciendo que desaparecieran los índices y
los textos consistieran en fragmentos unidos por una estructura de
unidad perfecta; una prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo
siglo.
Pensaba
que en ese siglo se cedería el paso a un tipo de novela ya felizmente
instalada en la frontera; una novela en la que sin problemas se
mezclarían lo autobiográfico con el ensayo, con el libro de viajes, con
el diario, con la ficción pura, con la realidad traída al texto como
tal. Pensaba que iríamos hacia una literatura acorde con el espíritu del
tiempo, una literatura mixta, donde los límites se confundirían y la
realidad podría bailar en la frontera con la ficción, y el ritmo
borraría esa frontera.
Le
preguntaron a Roberto Bolaño en 2001 en una entrevista en Chile qué
novelas serían las que veríamos en el futuro. Y Bolaño respondió
literalmente que una novela que sólo se sostiene por el argumento –con
un formato más o menos archiconocido, pero no archiconocido en este
siglo, sino ya en el XIX– es un tipo de novela que se acabó.
"Se
va a seguir haciendo y, además, va a seguir haciéndose durante
muchísimo tiempo", dijo Bolaño, "pero esa novela ya está acabada, y no
está acabada porque yo lo diga, está acabada desde hace muchísimos años.
Después de La invención de Morel, no se puede escribir una novela así,
en donde lo único que aguanta el libro es el argumento. En donde no hay
estructura, no hay juego, no hay cruce de voces".
De
cara a la narrativa que yo creía que estaba por venir, uno de mis
puntos de orientación era el anartista Marcel Duchamp. Artista no, decía
de sí mismo: anartista. En diferentes ocasiones, pensando en su legado,
insinué que tal vez no sólo íbamos a dejar atrás por fin la anquilosada
narrativa del pasado, sino que iríamos hacia una novela conceptual: un
tipo de novela que recogería el intento de Marcel Duchamp de reconciliar
arte y vida, obra y espectador. Tenía presente lo que decía Octavio Paz
de esa reconciliación propuesta por Duchamp: "El arte fundido a la vida
es arte socializado, no arte social ni socialista, y aún menos
actividad dedicada a la producción de objetos hermosos o simplemente
decorativos. Arte fundido a la vida quiere decir poema de Mallarmé o
novela de Joyce: el arte más difícil. Un arte que obliga al espectador y al lector a convertirse en un artista y en un poeta".
Creía
que se abriría paso ese arte difícil y que espectadores y lectores
devendrían artistas y poetas. Y creía que surgirían libros, donde la
forma fuera el contenido y el contenido fuera la forma. Libros de los
que alguien pudiera, por ejemplo, quejarse de que el material a veces no
pareciera escrito en su lengua. Y a quien pudiéramos decirle: pero es
que no está escrito después de todo, no está escrito para ser leído, o
no sólo para ser leído; se ha creado para ser mirado y escuchado; mira,
su escritura no es acerca de algo, es algo en sí mismo. Cuando el
sentido es dormir, las palabras se van a dormir. Cuando el sentido es
bailar, las palabras bailan. Los novelistas engendran obras discursivas
porque se centran en hablar sobre las cosas, sobre un asunto, mientras
que el arte auténtico no hace eso: el arte auténtico es la cosa y no
algo sobre las cosas: no es arte sobre algo, es el arte en sí.
Por eso me gustaban más Bouvard y Pecuchet y Finnegans Wake, las obras imperfectas que se abren paso en Flaubert y Joyce después de sus grandes obras, Madame Bovary y Ulises,
respectivamente. Veía en esas obras desatadas e imperfectas caminos
geniales hacia el futuro. Creía que todos devendríamos artistas y
poetas, pero luego las cosas se torcieron y, entre sombras de Grey,
ahora triunfa la corriente de aire, siempre tan limitada, de los
novelistas con tendencia obtusa al "desfile cinematográfico de las
cosas", por no hablar de la corriente de los libros que nos jactamos
groseramente de haber leído de un tirón, etc.
A
la caída de la capacidad de atención ha contribuido una industria
editorial que está erradicando de la literatura todo aquello que nos
quiere hacer creer que es demasiado pesado, o que va demasiado cargado
de sentido, o que puede parecer intelectual. Y el panorama, desde el
punto de vista literario –si es que ese punto de vista aún existe– es
desolador.
"¿Y
por qué los escritores son, más que otra gente, presa fácil de las
depresiones?", pregunta alguien en un relato de Mario Levrero. Y alguien
dice: "Se deprimen porque no pueden tolerar la idea de tener que vivir
en un mundo estropeado por los imbéciles".
En
un mundo en el que quienes leen son una pavorosa minoría, un escritor
ya bastante hace con sobrevivir. Cada día son más inencontrables, pero
quedan todavía algunos –podríamos llamarles "los escritores de antes"–
que se salvan gracias a que aún saben arreglárselas para tratar de
escribir lo que escribirían si escribiesen. Pero de estos cada vez hay
menos. Son supervivientes de una especie en extinción; tipos
complicados, gente de un coraje tan antiguo como el coraje mismo, gente
zumbada; trastornada si ustedes quieren; gente esencialmente obsesiva,
fascinantemente obsesiva.
A
un amigo escritor le preguntó una dama en un coloquio cuándo iba a
dejar de escribir sobre tipos que parecen moverse por el Far West y
aniquilan a escritores falsos.
–Cuando me salga bien, dejaré de hacerlo –contestó.
En
arte cuenta mucho la insistencia desaforada, la presencia del maniático
detrás de la obra. Los escritores supervivientes saben que el futuro ya
no va a llegar a través de las ondas; no va a llegar, como en el año en
que nací, con las alegres formas de una música distinta.
Mi biografía va del nacimiento del rock and roll a los atentados de este noviembre en París.
En
un intenso texto de Xavier Person, que leí ayer en el avión que me
trajo hasta aquí, he podido seguir los pasos de George Didi-Huberman en
el momento de abrir la puerta de una habitación de hospital en París, y
he entrado con él en el cuarto de Simon, un joven de 33 años gravemente
herido en la columna vertebral por una bala de Kalachnikov en el
atentado de Charlie Hebdo. En ese cuarto, este superviviente, nos dice
Didi-Huberman, "trabaja para vivir". Su cuerpo lentamente se pone en
movimiento y él está intentando levantarse, literalmente elevarse, para
volver a ser.
Desde
ese cuarto de hospital francés he pensado en los emigrantes de la
guerra de Siria que, después de haber arriesgado la vida, ponen pie en
tierra en una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van alzando,
se van elevando, también para sentir que vuelven a ser. Y al pensar en
ellos he oído el eco de las voces de los supervivientes que nos hablan
en el documento de Svetlana Alexievitch sobre Chernóbil. El libro no
trata tanto de la catástrofe general como del mundo después de esa
catástrofe. El libro habla de cómo la gente se adapta a la nueva
realidad. Esa realidad que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del
todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra el coro trágico. Y
ustedes ahora me van a perdonar, pero lo que dicen las voces de
Chernóbil, el gran coro, es el futuro.
viernes, 27 de noviembre de 2015
Viernes, lee traducción Venus
jueves, 26 de noviembre de 2015
Homo sexenalis
A seis años de un suceso, el suceso ya es otro
-paráfrasis de una cita de Camilo José Cela
-paráfrasis de una cita de Camilo José Cela
Tengo...
PRISA
A pesar de mi torpor, de mis ojos hinchados, de mi panza, de mi aire de recién salido de la cueva, no me detengo nunca. Tengo prisa. Siempre he tenido prisa. Día y noche zumba en mi cráneo la abeja. Salto de la mañana a la noche, del sueño al despertar, del tumulto a la soledad, del alba al crepúsculo. Inútil que cada una de las cuatro estaciones me presente su mesa opulenta; inútil el rasgueo de madrugada del canario, el lecho hermoso como un río en verano, esa adolescente y su lágrima, cortada al declinar el otoño. En balde el mediodía y su tallo de cristal, las hojas verdes que lo filtran, las piedras que niega, las sombras que esculpe. Todas estas plenitudes me apuran de un trago. Voy y vuelo, me revuelvo y me revuelco, salgo y entro, me asomo, oigo música, me rasco, medito, me digo, maldigo, cambio de traje, digo adiós al que fui, me demoro en el que seré. Nada me detiene. Tengo prisa, me voy. ¿A dónde? No sé, nada sé -excepto que no estoy en mi sitio.
Desde que abrí los ojos me di cuenta que mi sitio no estaba aquí, donde estoy, sino en donde no estoy ni he estado nunca. En alguna parte hay un lugar vacío y ese vacío se llenará de mí y yo me asentaré en ese hueco que insensiblemente rebosará de mí, pleno de mí hasta volverse fuente o surtidor. Y mi vacío, el vacío de mí que soy ahora, se llenará de sí, pleno de sí, pleno de ser hasta los bordes.
Tengo prisa por estar. Corro tras de mí, tras de mi sitio, tras de mi hueco. ¿Quién me ha reservado ese sitio? ¿Cómo se llama mi fatalidad? ¿Quién es y qué es lo que me mueve y quién y qué es lo que aguarda mi advenimiento para cumplirse y para cumplirme? No sé, tengo prisa. Aunque no me mueva de mi silla, ni me levante de la cama. Aunque dé vueltas y vueltas en mi jaula. Clavado por un nombre, un gesto, un tic, me muevo y remuevo. Esta casa, estos amigos, estos países, estas manos, esta boca, estas letras que forman esta imagen que se ha desprendido sin previo aviso de no sé dónde y me ha dado en el pecho, no son mi sitio. Ni esto ni aquello es mi sitio.
Todo lo que me sostiene y sostengo sosteniéndome es alambrada, muro. Y todo lo salta mi prisa. Este cuerpo me ofrece su cuerpo, este mar se saca del vientre siete olas, siete desnudeces, siete sonrisas, siete cabrillas blancas. Doy las gracias y me largo. Sí, el paseo ha sido muy divertido, la conversación instructiva, aún es temprano, la función no acaba y de ninguna manera tengo la pretensión de conocer el desenlace. Lo siento: tengo prisa. Tengo ganas de estar libre de mi prisa, tengo prisa por acostarme y levantarme sin decirme: adiós, tengo prisa.
-Octavio Paz en Arenas movedizas (1949), de ¿Águila o sol?
A pesar de mi torpor, de mis ojos hinchados, de mi panza, de mi aire de recién salido de la cueva, no me detengo nunca. Tengo prisa. Siempre he tenido prisa. Día y noche zumba en mi cráneo la abeja. Salto de la mañana a la noche, del sueño al despertar, del tumulto a la soledad, del alba al crepúsculo. Inútil que cada una de las cuatro estaciones me presente su mesa opulenta; inútil el rasgueo de madrugada del canario, el lecho hermoso como un río en verano, esa adolescente y su lágrima, cortada al declinar el otoño. En balde el mediodía y su tallo de cristal, las hojas verdes que lo filtran, las piedras que niega, las sombras que esculpe. Todas estas plenitudes me apuran de un trago. Voy y vuelo, me revuelvo y me revuelco, salgo y entro, me asomo, oigo música, me rasco, medito, me digo, maldigo, cambio de traje, digo adiós al que fui, me demoro en el que seré. Nada me detiene. Tengo prisa, me voy. ¿A dónde? No sé, nada sé -excepto que no estoy en mi sitio.
Desde que abrí los ojos me di cuenta que mi sitio no estaba aquí, donde estoy, sino en donde no estoy ni he estado nunca. En alguna parte hay un lugar vacío y ese vacío se llenará de mí y yo me asentaré en ese hueco que insensiblemente rebosará de mí, pleno de mí hasta volverse fuente o surtidor. Y mi vacío, el vacío de mí que soy ahora, se llenará de sí, pleno de sí, pleno de ser hasta los bordes.
Tengo prisa por estar. Corro tras de mí, tras de mi sitio, tras de mi hueco. ¿Quién me ha reservado ese sitio? ¿Cómo se llama mi fatalidad? ¿Quién es y qué es lo que me mueve y quién y qué es lo que aguarda mi advenimiento para cumplirse y para cumplirme? No sé, tengo prisa. Aunque no me mueva de mi silla, ni me levante de la cama. Aunque dé vueltas y vueltas en mi jaula. Clavado por un nombre, un gesto, un tic, me muevo y remuevo. Esta casa, estos amigos, estos países, estas manos, esta boca, estas letras que forman esta imagen que se ha desprendido sin previo aviso de no sé dónde y me ha dado en el pecho, no son mi sitio. Ni esto ni aquello es mi sitio.
Todo lo que me sostiene y sostengo sosteniéndome es alambrada, muro. Y todo lo salta mi prisa. Este cuerpo me ofrece su cuerpo, este mar se saca del vientre siete olas, siete desnudeces, siete sonrisas, siete cabrillas blancas. Doy las gracias y me largo. Sí, el paseo ha sido muy divertido, la conversación instructiva, aún es temprano, la función no acaba y de ninguna manera tengo la pretensión de conocer el desenlace. Lo siento: tengo prisa. Tengo ganas de estar libre de mi prisa, tengo prisa por acostarme y levantarme sin decirme: adiós, tengo prisa.
-Octavio Paz en Arenas movedizas (1949), de ¿Águila o sol?
Tiem-po, tiem-po, tiem-po/ Time?... (ta-im, ta-im, ta-im)
Ticking away the moments that make up a dull day
Fritter and waste the hours in an offhand way
Kicking around on a piece of ground in your home town
Waiting for someone or something to show you the way
Tired of lying in the sunshine staying home to watch the rain
And you are young and life is long and there is time to kill today
And then one day you find ten years have got behind you
No one told you when to run, you missed the starting gun
And you run and you run to catch up with the sun, but it's sinking
Racing around to come up behind you again
The sun is the same in a relative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death
Every year is getting shorter, never seem to find the time
Plans that either come to naught or half a page of scribbled lines
Hanging on quiet desperation is the English way
The time is gone, the song is over, thought I'd something more to say
Home, home again
I like to be here when I can
And when I come home cold and tired
It's good to warm my bones beside the fire
Far away across the field
The tolling of the iron bell
Calls the faithful to their knees
To hear the softly spoken magic spells.
Es jueves del Acertijo
miércoles, 25 de noviembre de 2015
Dese tiempo para leer ¿List@?
La complejidad del concepto del tiempo en la antigua Grecia está visible en la diferenciación sutil entre los términos aiôn, kairós y chrónos. La evolución histórica y la decreciente especulación filosófica han conducido en Occidente a una simplificación de la visión griega del tiempo.
Del chrónos prôtogonos al tiempo lineal
-Romuald Achille Mahop Ma Mahop
La historia de Occidente se puede contemplar como un largo proceso de metamorfosis que afecta profundamente al significado de la noción de tiempo. Aunque la modernidad parezca el terreno más pertinente para valorar la agudeza de esta mutación, el fenómeno es más antiguo de lo que parece. Se ha mostrado, por ejemplo, que los significados que encierran los conceptos griegos de chrónos, y kairós —que fundan el chrónos prôtogonos o tiempo original— difícilmente han encontrado equivalentes en las lenguas occidentales. Buena muestra de ello es el mantenimiento de las voces griegas en la especulación filosófica y filológica para evitar precisamente las simplificaciones o pérdidas de matices que sufren dichas nociones al "traducirse" a las lenguas occidentales.
Tratándose de la noción de kairós, por ejemplo, Jacqueline de Romilly señala que es un término excepcional que merece detenimiento porque es un término equívoco y difícil de abarcar. Le parece sugerente que después de tantos estudios y esfuerzos no se le haya encontrado ningún equivalente al término, lo cual tiene una explicación sencilla: no existe tal equivalente: "il n'y en a pas! Les valeurs sont trop diverses et la notion grecque se fractionne et se rompt, refusant tout équivalent". Esta especie de rebeldía de "kairós", que no se deja traducir, y la dificultad de encontrarle un término correspondiente muestran que se trata de una noción típicamente griega. No quisiera explayarme más de lo necesario en semejantes disquisiciones pero importa recorrer sintéticamente el significado primordial de estas expresiones en cuanto diferentes matices de la experiencia del tiempo en el contexto de la Grecia antigua.
El problema se podría resumir del siguiente modo: el concepto de "tiempo", tal como se lo entiende en Occidente, no llega a encerrar todos los matices de las nociones griegas de chrónos, aiôn y kairós, matices que en Grecia, varios siglos antes de Cristo, aludían a tres experiencias de la temporalidad. Según Julián Serna Arango, estas tres entidades participaban del mismo proceso histórico, lo cual no implicaba que se confundieran entre sí, ni mucho menos que una de ellas fuera sustituible por otra. Así, si chrónos aludía al tiempo lineal registrado por el reloj y la clepsidra, aiôn era, en cambio, el tiempo de la vida y el tiempo subjetivo registrado por la memoria y la imaginación, por último, kairós correspondía a la percepción y aprovechamiento del momento oportuno "olfateado", por así decirlo, por la sensibilidad. A partir de esta triple distinción, prosigue Serna Arango, chrónos se asocia al principio de la "sucesión", aiôn se resignifica como "simultaneidad" y kairós como "bifurcación"(*). Estamos todavía, pues, ante una concepción plural del devenir, una experiencia en la cual el tiempo aún no ha sido desconectado del sujeto que lo registra o intuye. También interesa ver cómo se opera el paso de esta triplicidad del tiempo a su reducción moderna.
Serna Arango señala que entre los siglos VI y V a. C., se percibe en la Grecia antigua el paso del chrónos prôtogonos entendido como tiempo circular y principio cósmico, al tiempo lineal, fugaz e irreversible. Esta transformación se explica por tres grandes factores: "la resignificación de aiôn en eternidad" operada por la filosofía clásica griega (Platón especialmente), la teología cristiana que, a través de las epístolas paulinas, muestra una resignificación de kairós en la figura de Cristo, y la ciencia matemática que instaura un patrón temporal absoluto, "un tiempo al margen del mundo". Otras condiciones que militan a favor de esta transmutación son, por ejemplo, la heterogeneidad social creciente (diversidad de la polis con una variedad de dialectos y una geografía quebrada), la relativización de determinados principios socio-políticos tales como la autoridad del rey y la afirmación del individuo como un ser singular cuya experiencia vital y afectiva presenta episodios "únicos e insustituibles". Además, "el protagonismo del azar y del capricho, la contingencia que caracteriza al devenir, proporcionan al individuo una identidad diferencial a tono con el tiempo lineal, irreversible y fugaz" . Los siglos posteriores tendrán como legado una perspectiva ya "viciada" en la cual se privilegia chrónos en detrimento de aiôn y kairós.
****************************************************
(*) Creo necesario detenerme brevemente sobre esta caracterización para señalar cómo
entiendo el concepto de bifurcación asociado al kairós. En un principio, reducir el kairós a una bifurcación puede resultar algo incomprensible si no se toma en cuenta que el kairós encarna precisamente una ruptura que supone al mismo tiempo un cambio de itinerario. Para entender el sentido que daban los griegos al término kairós, pueden ser de gran ayuda sus representaciones iconográficas en el arte griego.Se considera así que la escultura de bronce de Lisipo de Soción, llamada justamente kairós, es una de las más sugerentes transcripciones escultóricas del concepto. He aquí la descripción que hace de dicha pieza artística Serna Arango: "nos muestra a un joven de cabeza calva a excepción del mechón de cabello que cae delante de la frente, de pies alados a punto de correr y escaparse, lo que obligaría a quien lo persigue a actuar con precisión si quiere atraparlo; el joven aparece con una balanza en la mano izquierda y el dedo índice de la derecha apuntando a los platillos, como una manera de advertir al observador que si actúa en el momento oportuno estaría en condiciones de cambiar el curso de los acontecimientos". De eso se trata: coger el momento oportuno es "cambiar el curso de los acontecimientos", es decir, en el sentido propio y figurado, bifurcar.
Del chrónos prôtogonos al tiempo lineal
-Romuald Achille Mahop Ma Mahop
La historia de Occidente se puede contemplar como un largo proceso de metamorfosis que afecta profundamente al significado de la noción de tiempo. Aunque la modernidad parezca el terreno más pertinente para valorar la agudeza de esta mutación, el fenómeno es más antiguo de lo que parece. Se ha mostrado, por ejemplo, que los significados que encierran los conceptos griegos de chrónos, y kairós —que fundan el chrónos prôtogonos o tiempo original— difícilmente han encontrado equivalentes en las lenguas occidentales. Buena muestra de ello es el mantenimiento de las voces griegas en la especulación filosófica y filológica para evitar precisamente las simplificaciones o pérdidas de matices que sufren dichas nociones al "traducirse" a las lenguas occidentales.
Tratándose de la noción de kairós, por ejemplo, Jacqueline de Romilly señala que es un término excepcional que merece detenimiento porque es un término equívoco y difícil de abarcar. Le parece sugerente que después de tantos estudios y esfuerzos no se le haya encontrado ningún equivalente al término, lo cual tiene una explicación sencilla: no existe tal equivalente: "il n'y en a pas! Les valeurs sont trop diverses et la notion grecque se fractionne et se rompt, refusant tout équivalent". Esta especie de rebeldía de "kairós", que no se deja traducir, y la dificultad de encontrarle un término correspondiente muestran que se trata de una noción típicamente griega. No quisiera explayarme más de lo necesario en semejantes disquisiciones pero importa recorrer sintéticamente el significado primordial de estas expresiones en cuanto diferentes matices de la experiencia del tiempo en el contexto de la Grecia antigua.
El problema se podría resumir del siguiente modo: el concepto de "tiempo", tal como se lo entiende en Occidente, no llega a encerrar todos los matices de las nociones griegas de chrónos, aiôn y kairós, matices que en Grecia, varios siglos antes de Cristo, aludían a tres experiencias de la temporalidad. Según Julián Serna Arango, estas tres entidades participaban del mismo proceso histórico, lo cual no implicaba que se confundieran entre sí, ni mucho menos que una de ellas fuera sustituible por otra. Así, si chrónos aludía al tiempo lineal registrado por el reloj y la clepsidra, aiôn era, en cambio, el tiempo de la vida y el tiempo subjetivo registrado por la memoria y la imaginación, por último, kairós correspondía a la percepción y aprovechamiento del momento oportuno "olfateado", por así decirlo, por la sensibilidad. A partir de esta triple distinción, prosigue Serna Arango, chrónos se asocia al principio de la "sucesión", aiôn se resignifica como "simultaneidad" y kairós como "bifurcación"(*). Estamos todavía, pues, ante una concepción plural del devenir, una experiencia en la cual el tiempo aún no ha sido desconectado del sujeto que lo registra o intuye. También interesa ver cómo se opera el paso de esta triplicidad del tiempo a su reducción moderna.
Serna Arango señala que entre los siglos VI y V a. C., se percibe en la Grecia antigua el paso del chrónos prôtogonos entendido como tiempo circular y principio cósmico, al tiempo lineal, fugaz e irreversible. Esta transformación se explica por tres grandes factores: "la resignificación de aiôn en eternidad" operada por la filosofía clásica griega (Platón especialmente), la teología cristiana que, a través de las epístolas paulinas, muestra una resignificación de kairós en la figura de Cristo, y la ciencia matemática que instaura un patrón temporal absoluto, "un tiempo al margen del mundo". Otras condiciones que militan a favor de esta transmutación son, por ejemplo, la heterogeneidad social creciente (diversidad de la polis con una variedad de dialectos y una geografía quebrada), la relativización de determinados principios socio-políticos tales como la autoridad del rey y la afirmación del individuo como un ser singular cuya experiencia vital y afectiva presenta episodios "únicos e insustituibles". Además, "el protagonismo del azar y del capricho, la contingencia que caracteriza al devenir, proporcionan al individuo una identidad diferencial a tono con el tiempo lineal, irreversible y fugaz" . Los siglos posteriores tendrán como legado una perspectiva ya "viciada" en la cual se privilegia chrónos en detrimento de aiôn y kairós.
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(*) Creo necesario detenerme brevemente sobre esta caracterización para señalar cómo
entiendo el concepto de bifurcación asociado al kairós. En un principio, reducir el kairós a una bifurcación puede resultar algo incomprensible si no se toma en cuenta que el kairós encarna precisamente una ruptura que supone al mismo tiempo un cambio de itinerario. Para entender el sentido que daban los griegos al término kairós, pueden ser de gran ayuda sus representaciones iconográficas en el arte griego.Se considera así que la escultura de bronce de Lisipo de Soción, llamada justamente kairós, es una de las más sugerentes transcripciones escultóricas del concepto. He aquí la descripción que hace de dicha pieza artística Serna Arango: "nos muestra a un joven de cabeza calva a excepción del mechón de cabello que cae delante de la frente, de pies alados a punto de correr y escaparse, lo que obligaría a quien lo persigue a actuar con precisión si quiere atraparlo; el joven aparece con una balanza en la mano izquierda y el dedo índice de la derecha apuntando a los platillos, como una manera de advertir al observador que si actúa en el momento oportuno estaría en condiciones de cambiar el curso de los acontecimientos". De eso se trata: coger el momento oportuno es "cambiar el curso de los acontecimientos", es decir, en el sentido propio y figurado, bifurcar.
Hoy, Luna lleni-ti-ti-ta todita (en Géminis)
Cuentan que en ciertas noches brillantes, el Hombre de Fuego, de Orozco, sale de su cúpula para saludar a la Luna
Caricatura mercurial de miércoles
Michelle Pfeiffer por Morurit
Dalí por Pancho Vásquez
Robert Downey, Jr. (Iron Man) por Mac Garcia
Darwin por Hanoch Piven
Bill Clinton por Bob Staake
Daniel Radcliffe por Baptistao
Dalí por Pancho Vásquez
Robert Downey, Jr. (Iron Man) por Mac Garcia
Darwin por Hanoch Piven
Bill Clinton por Bob Staake
Daniel Radcliffe por Baptistao
martes, 24 de noviembre de 2015
Percibir el tiempo real
lunes, 23 de noviembre de 2015
domingo, 22 de noviembre de 2015
sábado, 21 de noviembre de 2015
viernes, 20 de noviembre de 2015
Borges, el mil y uno Borges
"¿Por qué primero mil y después mil y una? Creo que hay dos razones. Una, supersticiosa (la superstición es importante en este caso), según la cual las cifras pares son de mal agüero. Entonces se buscó una cifra impar y felizmente se agregó "y una". Si hubieran puesto novecientas noventa y nueve noches, sentiríamos que falta una noche; en cambio, así, sentimos que nos dan algo infinito y que nos agregan todavía una yapa*, una noche." (...)
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* yapa- propina
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* yapa- propina
jueves, 19 de noviembre de 2015
Es jueves del Acertijo
-Aunque no lo es, posee nombre de mar; tirria causa su masoquismo y pasividad ante el dolor; sin ser mar, tira a hiperactivo cuando es sádico en oleadas coléricas ¿Cómo se llama alguien así?
miércoles, 18 de noviembre de 2015
Es miércoles caricaturístico
Meg Ryan por Emslie
Meg Ryan por Jan Op de Beeck
Meg por Amir Taqin
Meg por David Cowles
Meg Ryan por Vizcarra
Meg Ryan por Adrian Teal
Meg por Adel Al-Qaisi
Courtney Love por Perrotta
Sofía Loren, boceto de Sebastian Krüger
Meg Ryan por Jan Op de Beeck
Meg por Amir Taqin
Meg por David Cowles
Meg Ryan por Vizcarra
Meg Ryan por Adrian Teal
Meg por Adel Al-Qaisi
Courtney Love por Perrotta
Sofía Loren, boceto de Sebastian Krüger
martes, 17 de noviembre de 2015
Popeye y Abu Hassan
Popeye (pop + eye: "ojo saltón", aunque en el dibujo, el marino se ve más bien tuerto) es el personaje de la tira cómica creada por Elzie Crisler Segar (firma: E.C. Segar). Los hermanos Fleischer convirtieron a Popeye en cortometraje de animación. La presente película -parte de una serie que incluía más historias (Simbad y Aladino) de Las Mil y Una Noches- fue exhibida en los cines de EEUU, el 26 de noviembre de 1937, y presentada como lo último en tecnología de dibujos animados. Pero, para mala fortuna de los hermanos Fleischer, el 21 de diciembre de ese mismo año, Walt Disney lanzó su primer largometraje de dibujos animados: "Blanca Nieves y los siete enanos", barriendo por completo a todos los estudios de animación de la época y acabando así, con la competencia (hasta la fecha). En el presente video de Popeye, no aparece en la historia Alí Babá, pero en su lugar se ve a Brutus (Bluto en inglés) como Abu Hassan junto a los cuarenta ladrones.
La voz
de Popeye
es de
Jack Mercer
lunes, 16 de noviembre de 2015
domingo, 15 de noviembre de 2015
sábado, 14 de noviembre de 2015
viernes, 13 de noviembre de 2015
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