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lunes, 21 de junio de 2021
¿"Normas" a mí?
Contra la ley y la máquina
-Jesús Silva-Herzog Márquez
El
Presidente desprecia la Constitución por dos vías y nadie en su equipo
levanta la voz para defenderla. Le molesta, por una parte, que le ponga
límite. Que se invoquen derechos por encima de una voluntad que él
considera incuestionable. Para él no hay más razón que la razón de la
mayoría y esa razón le expresa, naturalmente, sólo él. También la
desprecia como ingeniería, como el diseño de una máquina compleja que ha
de ensamblar con cuidado sus distintas piezas. A la Constitución la
desprecia como ley y como máquina.
Hemos
hablado con mucha frecuencia del desprecio normativo. Su convicción
profunda es que los principios legales son un obstáculo. ¿Por qué habría
de prevalecer una norma heredada a la decisión de la mayoría de hoy?
Los jueces o las instituciones que aplican la ley y se apartan de su
voluntad son enemigos de la democracia, instrumentos de siniestros
intereses. Su idea de la democracia es profundamente antiliberal y, es
por ello, inequívocamente anticonstitucional. No concibe justificación
para que los derechos de una minoría puedan frenar una decisión
mayoritaria.
Pero
el anticonstitucionalismo del régimen no es solamente normativo, es
también mecánico. Hay un activo desprecio por el engranaje
institucional. Mover una pieza de la Constitución es afectar la dinámica
del artefacto completo. Modificar un aliciente, insertar otro castigo
en el mecanismo del poder tiene consecuencias en todo el armatoste. No
hemos prestado la atención suficiente a ese maltrato que tendrá
consecuencias serias para nuestra vida democrática. Han sido tantas las
provocaciones, tan frecuentes las aberraciones que hemos pasado por alto
modificaciones serias al régimen presidencial que, sin mejorar la
representatividad del mecanismo, dificultarán su eficacia. Pienso
concretamente en la revocación de mandato, esa figura que se ha
insertado en el texto constitucional y que ha sido celebrada, sin mayor
reflexión, como un gran avance democrático. A partir de este mecanismo,
la gente, mediante su voto, podrá despedir al Presidente antes de que
concluya su periodo de gobierno.
La
idea es la constitucionalización de una frase. "El pueblo pone y el
pueblo quita". Así se gobierna, así se legisla: poner en práctica, más
que ideas, frases hechas. La institución que se incorpora a la
Constitución se desentiende de sus consecuencias, no atiende el problema
que pretende resolver, agrava lo que dice solucionar. Para echar a
andar el mecanismo, será necesario que el 3% de los electores haga la
petición revocatoria. En la votación tendría que participar, por lo
menos, el 40% de los votantes. Sería suficiente la mayoría absoluta para
que la revocación procediera. Si se trata de remover a un Presidente
que ha perdido respaldo popular, se le reemplazará con alguien que no ha
recibido un solo voto popular para ocupar la Presidencia de la
República. Se inaugurarían tiempos de costosísima inestabilidad. El
ganador de la elección presidencial sería removido y sería reemplazado
por alguien que no ha obtenido un solo voto popular para ese cargo.
Provisionalmente asumiría la Presidencia quien presida en esos momentos
el Congreso y en los siguientes treinta días, el mismo Congreso
designaría al Presidente que habrá de concluir el periodo. El país
podría terminar el sexenio con un relevo de tres presidentes. Un
Presidente electo democráticamente entregaría el Poder Ejecutivo a quien
se impusiera en las negociaciones cupulares entre los partidos
políticos. Los pequeños partidos, esos que inclinan las votaciones en
Congresos divididos tendrían así el poder de imponer su voluntad para
renovar la oficina más importante del país.
Parece claro que al Presidente lo mueve la ilusión de ganar una nueva elección. No es seguro, pero, tal vez, la gane. El problema no está ahí sino en el futuro. Un país que recupere la pluralidad política verá cada vez más improbable el escenario de un Presidente con aprobaciones superiores al 50%. ¿Qué efectos tendría en el funcionamiento de la maquinaria presidencial si el escenario temporal se acorta de esa manera? ¿Qué alicientes quedarían para la colaboración si las oposiciones pueden apostar, desde el primer momento a acortar el gobierno de su adversario?