jueves, 31 de enero de 2019
El sermón de Palacio/ O del exhibicionismo que no entra en detalles
Homilías matinales
-Jesús Silva-Herzog Márquez, 28 ene 2019
El presidente da la cara. Está presente todos los días en los medios. Desde la primera hora enfrenta a los periodistas. Mientras peleamos contra las sábanas, el presidente habla de sus iniciativas; cuando nosotros salimos del baño, el presidente anuncia un nuevo programa de gobierno. Escucha las preguntas de los reporteros. Responde algunas y evade otras. Sobrevuela los temas, no penetra en los detalles, rara vez presenta datos precisos. Pero diariamente, como nadie en el mundo, dialoga, se deja ver, atiende peticiones de información. Por supuesto, como bien ha dicho Daniel Moreno, esta ceremonia cotidiana es todo menos una estrategia para la transparencia. Ese no es el objetivo de las homilías matinales. Las conferencias del presidente son una buena demostración de su política. Una extraordinaria sensibilidad y una preocupante improvisación.
(...)
No puede negarse que la suya es una forma distinta de mostrar y ejercer el poder. O, tal vez, de ejercer el poder, mostrándolo. Un poder cuya función principal es esa: mostrarse. Después de todo, el voluntarismo mágico de su fe depende de la propagación de un mensaje. Véanme y serán transformados. Escúchenme y encontrarán otra razón para vivir, lejos de la codicia y de los bajos placeres. De todo pueden tratar estos sermones, pero lo cierto es que muestran una autoridad cercana, hacen alarde de acción y de una ambición descomunal. El poder presidencial no es solamente visible, parece palpable. Tan al alcance de la mano está que corre riesgos indebidos. Su poder no encarna particularmente una reflexión meticulosa ni una estrategia sesuda, sino, ante todo, reflejo, acción impetuosa. Y se muestra también como un poder que se imagina como la palanca de una nueva etapa de la historia mexicana. Mucho puede decirse y criticarse del invento del autodidacta que desmañana reporteros, pero deberíamos aquilatar la importancia del triple mensaje que se repite con ejemplar consistencia: cercanía, acción, ambición. Un poder que no se aleja ni se oculta, un poder que no se queda dormido y que se atreve a desear lo extraordinario.
¿Desea lo extraordinario? Por supuesto. ¿Seduce su propósito? Sin duda. Ahí sigue en las nubes, con altísima popularidad. ¿Se está construyendo lo extraordinario? Nada hay que lo sugiera. Lo que se ha construido efectivamente es esa fuerza presidencial que se celebra todas las mañanas como encarnación del Cuarto Nacimiento. Es un poder que no solamente se beneficia de la debilidad de los contrapesos y la nulidad de los adversarios, sino que también se ha empeñado en erosionar las autonomías.
En las ceremonias matinales se trasluce también un mecanismo de decisión que resulta preocupante. Lo es, en primer lugar, porque se nos han presentado a las figuras que acompañan al presidente. Ya no nos imaginamos la voz del director de Pemex. ¡Lo hemos oído! Pocos funcionarios que acompañan al presidente han demostrado que merecen estar en su cargo. Ninguno parece capaz de llenar los importantes huecos en la formación del presidente. Nadie parece tener el aplomo para detener los arrebatos, las ligerezas o los desatinos del jefe. Y prevalece en esas ceremonias una idea de política basada casi en exclusiva en la intención. Si los deseos son tan nobles, si nosotros somos tan honestos, ¿qué podría salir mal?
-Jesús Silva-Herzog Márquez, 28 ene 2019
El presidente da la cara. Está presente todos los días en los medios. Desde la primera hora enfrenta a los periodistas. Mientras peleamos contra las sábanas, el presidente habla de sus iniciativas; cuando nosotros salimos del baño, el presidente anuncia un nuevo programa de gobierno. Escucha las preguntas de los reporteros. Responde algunas y evade otras. Sobrevuela los temas, no penetra en los detalles, rara vez presenta datos precisos. Pero diariamente, como nadie en el mundo, dialoga, se deja ver, atiende peticiones de información. Por supuesto, como bien ha dicho Daniel Moreno, esta ceremonia cotidiana es todo menos una estrategia para la transparencia. Ese no es el objetivo de las homilías matinales. Las conferencias del presidente son una buena demostración de su política. Una extraordinaria sensibilidad y una preocupante improvisación.
(...)
No puede negarse que la suya es una forma distinta de mostrar y ejercer el poder. O, tal vez, de ejercer el poder, mostrándolo. Un poder cuya función principal es esa: mostrarse. Después de todo, el voluntarismo mágico de su fe depende de la propagación de un mensaje. Véanme y serán transformados. Escúchenme y encontrarán otra razón para vivir, lejos de la codicia y de los bajos placeres. De todo pueden tratar estos sermones, pero lo cierto es que muestran una autoridad cercana, hacen alarde de acción y de una ambición descomunal. El poder presidencial no es solamente visible, parece palpable. Tan al alcance de la mano está que corre riesgos indebidos. Su poder no encarna particularmente una reflexión meticulosa ni una estrategia sesuda, sino, ante todo, reflejo, acción impetuosa. Y se muestra también como un poder que se imagina como la palanca de una nueva etapa de la historia mexicana. Mucho puede decirse y criticarse del invento del autodidacta que desmañana reporteros, pero deberíamos aquilatar la importancia del triple mensaje que se repite con ejemplar consistencia: cercanía, acción, ambición. Un poder que no se aleja ni se oculta, un poder que no se queda dormido y que se atreve a desear lo extraordinario.
¿Desea lo extraordinario? Por supuesto. ¿Seduce su propósito? Sin duda. Ahí sigue en las nubes, con altísima popularidad. ¿Se está construyendo lo extraordinario? Nada hay que lo sugiera. Lo que se ha construido efectivamente es esa fuerza presidencial que se celebra todas las mañanas como encarnación del Cuarto Nacimiento. Es un poder que no solamente se beneficia de la debilidad de los contrapesos y la nulidad de los adversarios, sino que también se ha empeñado en erosionar las autonomías.
En las ceremonias matinales se trasluce también un mecanismo de decisión que resulta preocupante. Lo es, en primer lugar, porque se nos han presentado a las figuras que acompañan al presidente. Ya no nos imaginamos la voz del director de Pemex. ¡Lo hemos oído! Pocos funcionarios que acompañan al presidente han demostrado que merecen estar en su cargo. Ninguno parece capaz de llenar los importantes huecos en la formación del presidente. Nadie parece tener el aplomo para detener los arrebatos, las ligerezas o los desatinos del jefe. Y prevalece en esas ceremonias una idea de política basada casi en exclusiva en la intención. Si los deseos son tan nobles, si nosotros somos tan honestos, ¿qué podría salir mal?
miércoles, 30 de enero de 2019
martes, 29 de enero de 2019
Morena omnívora sindical
-Nota de El Financiero, 29 ene 209
Las huelgas de las
maquiladoras en Matamoros, con el aumento del 20 por ciento de incremento
salarial y el bono anual de 32 mil pesos, son el principio del fin de la
paz laboral que vivió México en los últimos tres sexenios.
Pero el plato
fuerte está por venir: cuatro iniciativas del Congreso para reformar la
Ley Federal del Trabajo, la aplicación del Convenio 98 de la OIT y la
instrumentación del Capítulo Laboral del T-MEC.
Este viernes 1
de febrero inicia el periodo ordinario de sesiones de la LXIV
Legislatura y la agenda trazada por los diputados de Morena contempla
varios temas principales.
Apunte
seguridad ciudadana, combate a la corrupción e impunidad, justicia
social y desarrollo económico, además de aspectos que atañen
directamente a los sectores del trabajo, energía y pensiones.
Pero a dos
meses de iniciada la cuarta transformación, lo laboral presenta más
amenazas que certidumbres para el empleo, la inversión y la paz del
país. Expertos consideran que el siguiente es el saldo.
La reforma a la
Ley Federal del Trabajo tendría un sentido de izquierda antigua,
dándole gran poder al sindicalismo rancio a través del cual se lograría
el control político de Andrés Manuel López Obrador.
En la práctica,
Morena, que lidera Yeidckol Polevnsky, está ya en pleno trabajo de
formación de su sector obrero mediante el control de los expedientes
laborales de todos los sindicatos del país.
Las dos grandes
centrales, CTM y CROC, las están desmantelando a base de invitar a sus
sindicatos a formar parte del movimiento obrero de Morena y de quitarles
representación a nivel internacional.
El nuevo
régimen de la cuarta transformación estima que las huelgas (que desde
hace por lo menos dos décadas se han minimizado) son muy sanas para las
relaciones laborales y el crecimiento del país.
Está la
aprobación por parte del gobierno del Convenio 98 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), con lo que lograron libertad completa
de sindicalización con la posibilidad de contar con multisindicatos.
Las empresas
que no se inscriban al programa Jóvenes Construyendo el Futuro, que va
por 2.3 millones de 'ninis' a un costo de 40 mil millones de pesos,
serán sujetas a inspecciones.
Las auditorías las hará la Secretaría del Trabajo que comanda Luisa María Alcalde. Los becarios serán censados por el Instituto de Formación Política de Morena antes de ser enviados a las empresas.
El consejo de ese instituto está integrado por John Ackerman, Rafael Barajas El Fisgón, Paco Ignacio Taibo II y Pedro Miguel.
Maestrolls
La buena conciencia de la CNTE
-Jorge Fernández Menéndez, 29 ene 2019
El presidente López Obrador ha apelado a la buena conciencia de la CNTE para que abandone los bloqueos de las vías férreas que unen los principales puertos del Pacífico con el centro del país porque, dice, él nunca reprimirá al pueblo. Sostiene, además, que los bloqueos son un problema que debe resolver el gobierno estatal de Silvano Aureoles y no la Federación. Por lo pronto, ya le regalaron a la CNTE mil millones de pesos y cinco mil plazas de maestros. Y el bloqueo sigue porque la coordinadora quiere, por lo menos, cinco mil millones de pesos para levantarlo.
No se puede apelar a la buena conciencia de la CNTE porque, sencillamente, no la tiene. Es una organización que se creó para luchar contra la burocracia sindical y que muy rápidamente se transformó en una extraña mezcla de grupos muy radicales acompañados por oportunistas que han hecho del chantaje su forma de operación: la CNTE bloquea, toma, exige dinero y posiciones, luego se repliega, no cumple con sus compromisos y vuelve a iniciar el ciclo de bloqueo, toma y chantajea para aumentar sus espacios de poder y sus recursos. Así ha sido desde que se creó, en Chiapas y Oaxaca, en los años 80. Así está operando hoy en Michoacán, donde ha exhibido, a lo largo de la historia, algunas de sus versiones más violentas y agresivas. La diferencia es que ahora sabe que puede hacerlo sin costo alguno, porque cuenta con el beneplácito oficial, y entonces puede redoblar su apuesta.
Se equivoca el presidente López Obrador: los bloqueos de la CNTE no son un problema del gobierno estatal, son un problema suyo, del gobierno federal, y lo es por partida doble: primero, porque esa organización es parte de la coalición política que lo llevó al poder y, por lo tanto, tiene una responsabilidad, aunque sea indirecta, en tener control sobre sus acciones. Tan es así que la CNTE ha sido en estos dos meses beneficiada con recursos, amnistía a sus dirigentes (aunque estuvieran detenidos por delitos tan graves como el secuestro de niños) y posiciones políticas. Es también responsabilidad del gobierno federal porque la CNTE está bloqueando vías federales de comunicación, y con ello está paralizando la economía de todo el centro del país, ya seriamente afectada por el desabasto de gasolina. Se pierden por la acción de la CNTE unos mil millones de pesos diarios. No se puede apelar a la buena conciencia de la CNTE sin tomar acciones que garanticen los derechos de los miles de productores, trabajadores y comerciantes que son afectados por su accionar. El gobierno federal tiene una responsabilidad con todos que no puede ignorar y como tal debe asumirla.
-Jorge Fernández Menéndez, 29 ene 2019
El presidente López Obrador ha apelado a la buena conciencia de la CNTE para que abandone los bloqueos de las vías férreas que unen los principales puertos del Pacífico con el centro del país porque, dice, él nunca reprimirá al pueblo. Sostiene, además, que los bloqueos son un problema que debe resolver el gobierno estatal de Silvano Aureoles y no la Federación. Por lo pronto, ya le regalaron a la CNTE mil millones de pesos y cinco mil plazas de maestros. Y el bloqueo sigue porque la coordinadora quiere, por lo menos, cinco mil millones de pesos para levantarlo.
No se puede apelar a la buena conciencia de la CNTE porque, sencillamente, no la tiene. Es una organización que se creó para luchar contra la burocracia sindical y que muy rápidamente se transformó en una extraña mezcla de grupos muy radicales acompañados por oportunistas que han hecho del chantaje su forma de operación: la CNTE bloquea, toma, exige dinero y posiciones, luego se repliega, no cumple con sus compromisos y vuelve a iniciar el ciclo de bloqueo, toma y chantajea para aumentar sus espacios de poder y sus recursos. Así ha sido desde que se creó, en Chiapas y Oaxaca, en los años 80. Así está operando hoy en Michoacán, donde ha exhibido, a lo largo de la historia, algunas de sus versiones más violentas y agresivas. La diferencia es que ahora sabe que puede hacerlo sin costo alguno, porque cuenta con el beneplácito oficial, y entonces puede redoblar su apuesta.
Se equivoca el presidente López Obrador: los bloqueos de la CNTE no son un problema del gobierno estatal, son un problema suyo, del gobierno federal, y lo es por partida doble: primero, porque esa organización es parte de la coalición política que lo llevó al poder y, por lo tanto, tiene una responsabilidad, aunque sea indirecta, en tener control sobre sus acciones. Tan es así que la CNTE ha sido en estos dos meses beneficiada con recursos, amnistía a sus dirigentes (aunque estuvieran detenidos por delitos tan graves como el secuestro de niños) y posiciones políticas. Es también responsabilidad del gobierno federal porque la CNTE está bloqueando vías federales de comunicación, y con ello está paralizando la economía de todo el centro del país, ya seriamente afectada por el desabasto de gasolina. Se pierden por la acción de la CNTE unos mil millones de pesos diarios. No se puede apelar a la buena conciencia de la CNTE sin tomar acciones que garanticen los derechos de los miles de productores, trabajadores y comerciantes que son afectados por su accionar. El gobierno federal tiene una responsabilidad con todos que no puede ignorar y como tal debe asumirla.
lunes, 28 de enero de 2019
domingo, 27 de enero de 2019
Si Trump está con Putin y Putin está con Maduro ¿Cómo puede ser la dizque invasión de Estados Unidos a Venezuela?
Vladimir Putin en el Palacio de Miraflores, sede del Ejecutivo (es decir, del dictador Maduro)
Mercenarios rusos viajan a Venezuela para proteger a Maduro
Los mercenarios están asociados al oscuro grupo ruso Wagner, cuya participación se ha detectado en conflictos como el de Siria o Ucrania
-M. R. Sahuquillo, Moscú 25 ene 2019
'Contratistas militares' rusos viajaron a Venezuela hace unos días para reforzar la seguridad de Nicolás Maduro frente a las protestas de la oposición, según ha podido saber Reuters. La agencia, que cita varias fuentes, apunta que los mercenarios son miembros del conocido como Grupo Wagner, una oscura empresa de seguridad privada con vínculos con el Kremlin que ya ha estado presente en lugares como Ucrania, Siria, Sudán o República Centroafricana, según distintas investigaciones. La Venezuela de Maduro es un aliado valioso para Rusia, que ha apoyado a su régimen con miles de millones en ayudas, acuerdos y préstamos en los últimos años.
Tras la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, que ha recibido el apoyo de Estados Unidos y varios países, Moscú ha hecho una férrea defensa de Maduro y ha alertado de que cualquier intervención para desalojarle del poder puede provocar una catástrofe y un "derramamiento de sangre".
En Rusia la figura del mercenario es ilegal: combatir en el exterior está penado con hasta 16 años de cárcel. Como teóricamente no existen, no pueden, por ejemplo, cobrar una pensión. Y el Kremlin nunca ha reconocido la existencia de estos ‘soldados secretos’ ni sus propios vínculos con Wagner. Esta semana, sin embargo, ha declarado que "instructores" privados están trabajando en Sudán, ya que sí es legal proporcionar asesoramiento.
Yevgeni Shabaiev — un exmilitar que lidera el comité de la unión de militares rusos, y que ha abogado por regularizar la situación de los mercenarios que vuelven a Rusia— ha afirmado que dos vuelos charter salieron desde Rusia a Cuba para dirigirse desde allí a Venezuela a principios de esta semana.
Shabaiev, activista cosaco, declara que, según sus estimaciones y conversaciones con familiares de paramilitares, son unos 400 los mercenarios que han ido al país latinoamericano. "Están allí para ofrecer protección directa [a Maduro]", ha afirmado.
El Gobierno ruso declinó comentar la exclusiva de Reuters revelada este viernes. De hecho, jamás ha reconocido que paramilitares de Wagner operen en primera línea de batalla en el exterior. Pero investigaciones periodísticas han calculado que por las filas de esta organización han pasado unos 3,000 mercenarios, muchos de ellos ex-militares retirados del servicio. Se les ha identificado combatiendo en Siria y en el Donbás, junto a los separatistas prorrusos, por ejemplo.
Pese a todo, a Wagner le sigue rodeando un halo de gran secretismo. Sus ramificaciones llegan hasta el Kremlin: su fundador es Dmitri Utkin, que fue un oficial (condecorado por Putin) de la inteligencia militar rusa (GRU), según las investigaciones del diario Fontanka. Sin embargo, la inteligencia estadounidense cree que el hombre tras el grupo paramilitar es Evgueni Prigozhin, un empresario de San Petersburgo proveedor de comidas preparadas y conocido como el chef de Putin. El oligarca está vinculado también a la fábrica de trolls que buscó influir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Varios analistas que han investigado la empresa de seguridad remarcan que el despliegue de soldados secretos es una estrategia del Kremlin para enviar fuerzas a lugares en los que oficialmente no puede estar. Wagner y sus vínculos con el poder también están ahora bajo el foco tras el asesinato el 31 de julio pasado de tres periodistas rusos que investigaban la presencia de mercenarios de esta empresa en la República Centroafricana.
Mercenarios rusos viajan a Venezuela para proteger a Maduro
Los mercenarios están asociados al oscuro grupo ruso Wagner, cuya participación se ha detectado en conflictos como el de Siria o Ucrania
-M. R. Sahuquillo, Moscú 25 ene 2019
'Contratistas militares' rusos viajaron a Venezuela hace unos días para reforzar la seguridad de Nicolás Maduro frente a las protestas de la oposición, según ha podido saber Reuters. La agencia, que cita varias fuentes, apunta que los mercenarios son miembros del conocido como Grupo Wagner, una oscura empresa de seguridad privada con vínculos con el Kremlin que ya ha estado presente en lugares como Ucrania, Siria, Sudán o República Centroafricana, según distintas investigaciones. La Venezuela de Maduro es un aliado valioso para Rusia, que ha apoyado a su régimen con miles de millones en ayudas, acuerdos y préstamos en los últimos años.
Tras la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, que ha recibido el apoyo de Estados Unidos y varios países, Moscú ha hecho una férrea defensa de Maduro y ha alertado de que cualquier intervención para desalojarle del poder puede provocar una catástrofe y un "derramamiento de sangre".
En Rusia la figura del mercenario es ilegal: combatir en el exterior está penado con hasta 16 años de cárcel. Como teóricamente no existen, no pueden, por ejemplo, cobrar una pensión. Y el Kremlin nunca ha reconocido la existencia de estos ‘soldados secretos’ ni sus propios vínculos con Wagner. Esta semana, sin embargo, ha declarado que "instructores" privados están trabajando en Sudán, ya que sí es legal proporcionar asesoramiento.
Yevgeni Shabaiev — un exmilitar que lidera el comité de la unión de militares rusos, y que ha abogado por regularizar la situación de los mercenarios que vuelven a Rusia— ha afirmado que dos vuelos charter salieron desde Rusia a Cuba para dirigirse desde allí a Venezuela a principios de esta semana.
Shabaiev, activista cosaco, declara que, según sus estimaciones y conversaciones con familiares de paramilitares, son unos 400 los mercenarios que han ido al país latinoamericano. "Están allí para ofrecer protección directa [a Maduro]", ha afirmado.
El Gobierno ruso declinó comentar la exclusiva de Reuters revelada este viernes. De hecho, jamás ha reconocido que paramilitares de Wagner operen en primera línea de batalla en el exterior. Pero investigaciones periodísticas han calculado que por las filas de esta organización han pasado unos 3,000 mercenarios, muchos de ellos ex-militares retirados del servicio. Se les ha identificado combatiendo en Siria y en el Donbás, junto a los separatistas prorrusos, por ejemplo.
Pese a todo, a Wagner le sigue rodeando un halo de gran secretismo. Sus ramificaciones llegan hasta el Kremlin: su fundador es Dmitri Utkin, que fue un oficial (condecorado por Putin) de la inteligencia militar rusa (GRU), según las investigaciones del diario Fontanka. Sin embargo, la inteligencia estadounidense cree que el hombre tras el grupo paramilitar es Evgueni Prigozhin, un empresario de San Petersburgo proveedor de comidas preparadas y conocido como el chef de Putin. El oligarca está vinculado también a la fábrica de trolls que buscó influir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Varios analistas que han investigado la empresa de seguridad remarcan que el despliegue de soldados secretos es una estrategia del Kremlin para enviar fuerzas a lugares en los que oficialmente no puede estar. Wagner y sus vínculos con el poder también están ahora bajo el foco tras el asesinato el 31 de julio pasado de tres periodistas rusos que investigaban la presencia de mercenarios de esta empresa en la República Centroafricana.
viernes, 25 de enero de 2019
jueves, 24 de enero de 2019
'Desabasto' no es igual a 'combate-al-huachicol'
¿Cuándo ganará AMLO su guerra vs. el ‘huachicol’?
-Héctor Aguilar Camín, 25 ene 2019
Uno de los pozos sin fondo de la "guerra contra las drogas" de Felipe Calderón, fue que nunca pudo decir cuándo iba a dar por terminada su guerra.
Recuerdo a Ciro Gómez Leyva preguntando cuántos muertos faltaban para que terminara la guerra.
Nadie pudo poner esa cifra ni delinear las condiciones aceptables de una declaratoria de fin de la guerra, es decir: una suspensión de los operativos del Ejército y de la militarización de la seguridad. En eso seguimos.
Creo que Calderón no supo nunca con claridad de qué tamaño era su guerra (nosotros tampoco) ni con qué indicador o bajo qué condiciones podría darla por terminada y cantar victoria.
Algo parecido empieza a sucederle al presidente López Obrador con su declaración de "guerra al huachicol".
Volvió su "guerra" una explicación del desabasto que sufre el país. Preso en sus palabras, no puede dar por terminado el desabasto sin antes mostrar que ha derrotado a los huachicoleros.
Sabemos ahora que el desabasto de gasolinas no viene de los huachicoleros, sino de la falta de previsión y de las compras insuficientes de gasolinas en las semanas finales del gobierno anterior y en las primeras de este.
Pero la explicación del Presidente es que el desabasto lo producen los huachicoleros, que mantienen con el nuevo gobierno una especie de guerra de resistencia: a ver quién se cansa primero, como dice el Presidente.
Creo que la premisa del Presidente es falsa y comprometedora. No le deja otro camino que seguir esgrimiendo esa razón para seguir explicando el desabasto, al tiempo que se presenta como un gobierno dispuesto a combatir, al precio que sea, al huachicol que debe combatir.
En esto también recuerda al presidente Calderón.
Lo sensato, entonces como ahora, sería fijar los límites de la batalla, establecer criterios convincentes del momento en que debe suspenderse el esfuerzo de la guerra y declararla ganada.
Un indicador de victoria del presidente López Obrador sería restablecer la normalidad del abasto de gasolina para todo el país. Para eso, creo, no haría falta sino abrir los ductos que ordenó cerrar.
-Héctor Aguilar Camín, 25 ene 2019
Uno de los pozos sin fondo de la "guerra contra las drogas" de Felipe Calderón, fue que nunca pudo decir cuándo iba a dar por terminada su guerra.
Recuerdo a Ciro Gómez Leyva preguntando cuántos muertos faltaban para que terminara la guerra.
Nadie pudo poner esa cifra ni delinear las condiciones aceptables de una declaratoria de fin de la guerra, es decir: una suspensión de los operativos del Ejército y de la militarización de la seguridad. En eso seguimos.
Creo que Calderón no supo nunca con claridad de qué tamaño era su guerra (nosotros tampoco) ni con qué indicador o bajo qué condiciones podría darla por terminada y cantar victoria.
Algo parecido empieza a sucederle al presidente López Obrador con su declaración de "guerra al huachicol".
Volvió su "guerra" una explicación del desabasto que sufre el país. Preso en sus palabras, no puede dar por terminado el desabasto sin antes mostrar que ha derrotado a los huachicoleros.
Sabemos ahora que el desabasto de gasolinas no viene de los huachicoleros, sino de la falta de previsión y de las compras insuficientes de gasolinas en las semanas finales del gobierno anterior y en las primeras de este.
Pero la explicación del Presidente es que el desabasto lo producen los huachicoleros, que mantienen con el nuevo gobierno una especie de guerra de resistencia: a ver quién se cansa primero, como dice el Presidente.
Creo que la premisa del Presidente es falsa y comprometedora. No le deja otro camino que seguir esgrimiendo esa razón para seguir explicando el desabasto, al tiempo que se presenta como un gobierno dispuesto a combatir, al precio que sea, al huachicol que debe combatir.
En esto también recuerda al presidente Calderón.
Lo sensato, entonces como ahora, sería fijar los límites de la batalla, establecer criterios convincentes del momento en que debe suspenderse el esfuerzo de la guerra y declararla ganada.
Un indicador de victoria del presidente López Obrador sería restablecer la normalidad del abasto de gasolina para todo el país. Para eso, creo, no haría falta sino abrir los ductos que ordenó cerrar.
miércoles, 23 de enero de 2019
martes, 22 de enero de 2019
San Juan en la isla de Patmos... vio.
La puta de Babilonia, 1498, Alberto Durero (amplíese)
El Apocalipsis no es literatura humana, europea, sino literatura espiritual. Y su procedimiento literario es muy particular. Sabe el Vidente que sus textos no han de perder su apariencia sobrenatural y su misterio, con circunstancias demasiado obvias. Todo ha de estar suficientemente "sellado" , de manera que no haya lugar a ninguna desconfianza.
-Cristóbal Serra
El Apocalipsis no es literatura humana, europea, sino literatura espiritual. Y su procedimiento literario es muy particular. Sabe el Vidente que sus textos no han de perder su apariencia sobrenatural y su misterio, con circunstancias demasiado obvias. Todo ha de estar suficientemente "sellado" , de manera que no haya lugar a ninguna desconfianza.
-Cristóbal Serra
domingo, 20 de enero de 2019
La mañanera de AMLO no es igual a información
Derecho a saber
-Daniel Moreno, 20 ene 2019, Reforma
Vivo en una calle tranquila. O bueno, eso creía. Acabo de enterarme que, en realidad, los robos y asaltos han ido en aumento. Hace apenas un mes entraron a robar a un negocio que hay cruzando la calle. Por suerte -esa muletilla tonta que usamos como consuelo- no hubo lesionados.
Al menos todavía no se registran delitos graves. Probablemente ayuda que vivo cerca de una taquería y que ahí recalan un par de patrullas todas las noches. Tacos a cambio de paz.
Hoy sé lo que ocurre en mi calle y puedo presumirles me enteré sin hacer ningún trámite. Es información pública, abierta por el gobierno de la CDMX: https://datos.cdmx.gob.mx/
La información no solo sirve para asustar. En este ejemplo sencillo, la conclusión es simple: sabes qué delitos ocurren, diseñas una política pública específica y, por si fuera poco, quienes aquí vivimos podemos proponer soluciones y revisar resultados. Así de fácil. Saber para diseñar. Saber para acompañar y verificar.
Pero esto ha servido no solo para que sepa qué pasa en mi calle. También para contrastar con la política de comunicación del gobierno federal, decidido a tomar un camino contrario al gobierno capitalino, a pesar de su mismo origen partidista. Uno abre, el otro cierra.
¿Cómo puede hablarse de silencio, si nunca habíamos tenido un presidente que se "enfrentara" tantas veces a la prensa?
Las conferencias matutinas no responden a una estrategia en favor de la transparencia. Es una estrategia -muy efectiva, según las encuestas- de comunicación y propaganda. Útil para eludir intermediarios. Poco útil para rendir cuentas.
La prueba es que, en temas capitales, las preguntas se acumulan y la confusión predomina.
Ejemplos: En plena coyuntura sobre el combate al robo de combustible y aun cuando es su obligación legal, el gobierno no ha abierto las estadísticas sobre producción, importaciones, demanda y nivel de inventarios de petrolíferos.
Algo similar a lo que sucede si quieres saber cuántos homicidios han ocurrido en estos primeros 50 días. Pueden consultarse tres fuentes oficiales, pero tendrás que creerle a la que más te guste, porque los números no coinciden. En unos bajan, en otros suben.
En estos temas, confusión. En otros, el silencio.
Por ejemplo: ¿Cómo se ha diseñado el programa de 100 universidades? ¿Dónde está el censo para los programas de Jóvenes Construyendo el Futuro o Adultos Mayores? ¿Cuánto estamos pagando por mantener en Estados Unidos el avión presidencial? ¿Por qué el contrato no está disponible? ¿Cuánto va a costar la cancelación de Texcoco? ¿Por qué optar por hacer una refinería en Dos Bocas?
Y podríamos seguir.
El gobierno, cuando se trata de acceso a la información, va a la defensiva, confunde, ignora. Más cuando se trata de periodismo. Como si preguntar fuera oponerse, objetar, o como si verificar y contrastar fuera una trampa. Como si nos pidieran -a periodistas, analistas o a cualquier ciudadano- un acto de fe. Como si creyeran que 30 millones de votos validan decisiones caprichosas.
Es cierto que van solo 50 días, pero ya es tiempo de subrayar que dar conferencias diarias no es rendir cuentas. Se requiere que este gobierno responda con datos verificables, rigurosos, con transparencia metodológica. Bienvenidas las 100 universidades, si entendemos el cómo y el porqué.
La obscuridad no puede ser la ruta, y rendición de cuentas y democracia, lo saben, van de la mano. Queremos una política pública en favor de la transparencia, sea para el periodismo, el análisis y hasta la simple curiosidad. Datos para saber la verdad.
Aunque eso signifique perder la ilusión de que mi calle es tranquila y que la inseguridad no se frena con tacos gratis.
-Daniel Moreno, 20 ene 2019, Reforma
Vivo en una calle tranquila. O bueno, eso creía. Acabo de enterarme que, en realidad, los robos y asaltos han ido en aumento. Hace apenas un mes entraron a robar a un negocio que hay cruzando la calle. Por suerte -esa muletilla tonta que usamos como consuelo- no hubo lesionados.
Al menos todavía no se registran delitos graves. Probablemente ayuda que vivo cerca de una taquería y que ahí recalan un par de patrullas todas las noches. Tacos a cambio de paz.
Hoy sé lo que ocurre en mi calle y puedo presumirles me enteré sin hacer ningún trámite. Es información pública, abierta por el gobierno de la CDMX: https://datos.cdmx.gob.mx/
La información no solo sirve para asustar. En este ejemplo sencillo, la conclusión es simple: sabes qué delitos ocurren, diseñas una política pública específica y, por si fuera poco, quienes aquí vivimos podemos proponer soluciones y revisar resultados. Así de fácil. Saber para diseñar. Saber para acompañar y verificar.
Pero esto ha servido no solo para que sepa qué pasa en mi calle. También para contrastar con la política de comunicación del gobierno federal, decidido a tomar un camino contrario al gobierno capitalino, a pesar de su mismo origen partidista. Uno abre, el otro cierra.
¿Cómo puede hablarse de silencio, si nunca habíamos tenido un presidente que se "enfrentara" tantas veces a la prensa?
Las conferencias matutinas no responden a una estrategia en favor de la transparencia. Es una estrategia -muy efectiva, según las encuestas- de comunicación y propaganda. Útil para eludir intermediarios. Poco útil para rendir cuentas.
La prueba es que, en temas capitales, las preguntas se acumulan y la confusión predomina.
Ejemplos: En plena coyuntura sobre el combate al robo de combustible y aun cuando es su obligación legal, el gobierno no ha abierto las estadísticas sobre producción, importaciones, demanda y nivel de inventarios de petrolíferos.
Algo similar a lo que sucede si quieres saber cuántos homicidios han ocurrido en estos primeros 50 días. Pueden consultarse tres fuentes oficiales, pero tendrás que creerle a la que más te guste, porque los números no coinciden. En unos bajan, en otros suben.
En estos temas, confusión. En otros, el silencio.
Por ejemplo: ¿Cómo se ha diseñado el programa de 100 universidades? ¿Dónde está el censo para los programas de Jóvenes Construyendo el Futuro o Adultos Mayores? ¿Cuánto estamos pagando por mantener en Estados Unidos el avión presidencial? ¿Por qué el contrato no está disponible? ¿Cuánto va a costar la cancelación de Texcoco? ¿Por qué optar por hacer una refinería en Dos Bocas?
Y podríamos seguir.
El gobierno, cuando se trata de acceso a la información, va a la defensiva, confunde, ignora. Más cuando se trata de periodismo. Como si preguntar fuera oponerse, objetar, o como si verificar y contrastar fuera una trampa. Como si nos pidieran -a periodistas, analistas o a cualquier ciudadano- un acto de fe. Como si creyeran que 30 millones de votos validan decisiones caprichosas.
Es cierto que van solo 50 días, pero ya es tiempo de subrayar que dar conferencias diarias no es rendir cuentas. Se requiere que este gobierno responda con datos verificables, rigurosos, con transparencia metodológica. Bienvenidas las 100 universidades, si entendemos el cómo y el porqué.
La obscuridad no puede ser la ruta, y rendición de cuentas y democracia, lo saben, van de la mano. Queremos una política pública en favor de la transparencia, sea para el periodismo, el análisis y hasta la simple curiosidad. Datos para saber la verdad.
Aunque eso signifique perder la ilusión de que mi calle es tranquila y que la inseguridad no se frena con tacos gratis.
Derechos humanos sin fronteras
La falacia de la no intervención
"Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor"
-Héctor E. Schamis, 19 ene 2019
El subtítulo de esta columna es una frase de Desmond Tutu pronunciada en referencia al Apartheid. Por añadidura, se aplica a todo orden político y jurídico diseñado con el objetivo de restringir derechos. Con lo cual tiene validez para cualquier tipo de autocracia.
Ello ofrece la oportunidad de conversar sobre la actual regresión autoritaria en América Latina. La proposición aquí es que demasiados actores de la comunidad internacional han optado por la “neutralidad”; lo cual, por lo anterior, es una forma de intervención en favor del opresor. Invocan a tal efecto una arcaica concepción de la soberanía según la cual un gobierno puede actuar a voluntad dentro de sus fronteras.
Se trata de un argumento falaz, los Estados no pueden hacer lo que quieran simplemente por ejercer soberanía territorial. En el mundo real, además, ningún Estado está eximido de algún tipo de injerencia del exterior. Ello ocurre por la acción—u omisión, como nos señala el Arzobispo Tutu—de actores estatales, no estatales y supraestatales. Los Estados tienen compromisos internacionales que deben honrar.
Este es el caso del Sistema Interamericano, un conjunto de convenciones y tratados que obligan a los Estados a observar la democracia y los derechos humanos. Como en todo régimen internacional, el principio de reciprocidad es fundante entre las partes. Una porción de la soberanía es así cedida y transferida a dicha instancia supra-nacional. La paz y la seguridad—bienes públicos indispensables—se derivan de las normas compartidas y se logran por medio de la fiscalización mutua.
De ahí que estos instrumentos incluyan sanciones. La Carta Democrática Interamericana, por ejemplo, prevé suspender e incluso expulsar del sistema a los transgresores reiterados. El Estatuto de Roma, por su parte, que funda la Corte Penal Internacional, establece que violaciones graves a los derechos humanos tales como los crímenes de guerra, de genocidio y de lesa humanidad son imprescriptibles y de jurisdicción universal.
De esta manera, dichos acuerdos institucionalizan mecanismos de intervención. Siendo la mayoría de los países de América parte de ambos sistemas, están obligados a aceptar dichas normas y la intervención consiguiente en virtud de haber asumido sus obligaciones de manera libre y voluntaria. Más aún, muchos de esos Estados han incorporado esa normatividad internacional en sus propias arquitecturas constitucionales.
De tal modo que apelar a la neutralidad y la no intervención hace que la discusión actual transcurra por una zona de eufemismos, arsenal retórico para justificar crímenes. El sistema de partido único se juega todo en Venezuela con Maduro y en Nicaragua con Ortega. El primero que caiga hará caer al otro. Ello bien podría causar un efecto dominó: la perpetuación de Evo Morales sería entonces una quimera, la Cuba de Castro quedaría sin amortiguación en su periferia. Aquí también se trata de reciprocidad pero entre dictadores. En consecuencia, no intervención es su concepto más preciado.
No son los únicos. También es el caso de los gobiernos de Uruguay y México, a pesar de no ser dictaduras. Al primero, su silencio frente a los crímenes de Maduro lo ha llevado a distanciarse hasta de sus aliados más cercanos, ello en sentido geográfico tanto como en interés estratégico. De hecho, los demás países del Mercosur son críticos severos de la dictadura de Venezuela. La incoherencia es más que obvia al advertirse que, en contraste, el gobierno de Tabaré Vázquez sí condena los abusos de Ortega en Nicaragua.
En México, cambió el gobierno en diciembre pasado y López Obrador llegó con la doctrina Estrada y el principio de no intervención bajo el brazo; una distorsionada versión del mismo, esto es. Pues dicha idea no puede verse sino en su especificidad histórica, es decir, una noción vital en el siglo XIX y comienzos del siglo XX para un país recién independizado, vulnerable y expuesto a la fragmentación y la pérdida de territorio. Ese era el sentido de la no intervención: mantener la integridad territorial del país.
La posterior doctrina Estrada en los años treinta, sin embargo, no fue un impedimento para denunciar a Mussolini, Franco, al Tercer Reich y al fascismo en general, ni para llevar a cabo una noble política de asilo tanto en el país como en sus embajadas en las capitales europeas. Luego en los setenta, México condenó a las dictaduras del cono sur, recibiendo exiliados con generosidad y llegando a interrumpir relaciones diplomáticas con Pinochet. Algo similar ocurrió cuando López Portillo rompió relaciones con Somoza en los días previos a la revolución, prestando apoyo estratégico al Frente Sandinista.
Nadie le pide algo diferente a López Obrador. Intervenir quiere decir condenar, censurar moralmente, ejercer presión diplomática y mostrar solidaridad con aquellos cuyos derechos son vulnerados por una dictadura. Ocurre que el significado del concepto cambia según quien lo usa. Tanto que México ahora se abstiene de firmar declaraciones condenatorias de los crímenes de Maduro en el Grupo de Lima y en la OEA, pues lo que ocurre en Venezuela es un “asunto interno” y el presidente “no busca pleitos”.
Doble estándar por decir lo menos, ello sugiere una selección arbitraria, sino una lectura ideológica, de los derechos humanos. En cualquier caso, el gobierno mexicano abandona así su tradición y elude sus obligaciones internacionales. México también es Estado parte en todas las convenciones y tratados mencionados antes. Los crímenes de lesa humanidad nunca son un asunto interno.
Es que los derechos humanos no son de izquierda ni de derecha. Si no hay intervención, no hay derechos humanos. En situaciones de abuso, el opresor siempre invoca la soberanía y la no intervención. La razón es simple: mantener la opresión en privado. La víctima no tiene dónde recurrir, pues la norma es injusta y no existe una justicia independiente ni la voluntad política de enjuiciar.
A la víctima solo le queda la intervención de la comunidad internacional para hacer esa opresión pública y equiparar una relación de poder fundamentalmente asimétrica. La no intervención, como la neutralidad que menciona Tutu, es tan solo la herramienta retórica de la complicidad.
"Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor"
-Héctor E. Schamis, 19 ene 2019
El subtítulo de esta columna es una frase de Desmond Tutu pronunciada en referencia al Apartheid. Por añadidura, se aplica a todo orden político y jurídico diseñado con el objetivo de restringir derechos. Con lo cual tiene validez para cualquier tipo de autocracia.
Ello ofrece la oportunidad de conversar sobre la actual regresión autoritaria en América Latina. La proposición aquí es que demasiados actores de la comunidad internacional han optado por la “neutralidad”; lo cual, por lo anterior, es una forma de intervención en favor del opresor. Invocan a tal efecto una arcaica concepción de la soberanía según la cual un gobierno puede actuar a voluntad dentro de sus fronteras.
Se trata de un argumento falaz, los Estados no pueden hacer lo que quieran simplemente por ejercer soberanía territorial. En el mundo real, además, ningún Estado está eximido de algún tipo de injerencia del exterior. Ello ocurre por la acción—u omisión, como nos señala el Arzobispo Tutu—de actores estatales, no estatales y supraestatales. Los Estados tienen compromisos internacionales que deben honrar.
Este es el caso del Sistema Interamericano, un conjunto de convenciones y tratados que obligan a los Estados a observar la democracia y los derechos humanos. Como en todo régimen internacional, el principio de reciprocidad es fundante entre las partes. Una porción de la soberanía es así cedida y transferida a dicha instancia supra-nacional. La paz y la seguridad—bienes públicos indispensables—se derivan de las normas compartidas y se logran por medio de la fiscalización mutua.
De ahí que estos instrumentos incluyan sanciones. La Carta Democrática Interamericana, por ejemplo, prevé suspender e incluso expulsar del sistema a los transgresores reiterados. El Estatuto de Roma, por su parte, que funda la Corte Penal Internacional, establece que violaciones graves a los derechos humanos tales como los crímenes de guerra, de genocidio y de lesa humanidad son imprescriptibles y de jurisdicción universal.
De esta manera, dichos acuerdos institucionalizan mecanismos de intervención. Siendo la mayoría de los países de América parte de ambos sistemas, están obligados a aceptar dichas normas y la intervención consiguiente en virtud de haber asumido sus obligaciones de manera libre y voluntaria. Más aún, muchos de esos Estados han incorporado esa normatividad internacional en sus propias arquitecturas constitucionales.
De tal modo que apelar a la neutralidad y la no intervención hace que la discusión actual transcurra por una zona de eufemismos, arsenal retórico para justificar crímenes. El sistema de partido único se juega todo en Venezuela con Maduro y en Nicaragua con Ortega. El primero que caiga hará caer al otro. Ello bien podría causar un efecto dominó: la perpetuación de Evo Morales sería entonces una quimera, la Cuba de Castro quedaría sin amortiguación en su periferia. Aquí también se trata de reciprocidad pero entre dictadores. En consecuencia, no intervención es su concepto más preciado.
No son los únicos. También es el caso de los gobiernos de Uruguay y México, a pesar de no ser dictaduras. Al primero, su silencio frente a los crímenes de Maduro lo ha llevado a distanciarse hasta de sus aliados más cercanos, ello en sentido geográfico tanto como en interés estratégico. De hecho, los demás países del Mercosur son críticos severos de la dictadura de Venezuela. La incoherencia es más que obvia al advertirse que, en contraste, el gobierno de Tabaré Vázquez sí condena los abusos de Ortega en Nicaragua.
En México, cambió el gobierno en diciembre pasado y López Obrador llegó con la doctrina Estrada y el principio de no intervención bajo el brazo; una distorsionada versión del mismo, esto es. Pues dicha idea no puede verse sino en su especificidad histórica, es decir, una noción vital en el siglo XIX y comienzos del siglo XX para un país recién independizado, vulnerable y expuesto a la fragmentación y la pérdida de territorio. Ese era el sentido de la no intervención: mantener la integridad territorial del país.
La posterior doctrina Estrada en los años treinta, sin embargo, no fue un impedimento para denunciar a Mussolini, Franco, al Tercer Reich y al fascismo en general, ni para llevar a cabo una noble política de asilo tanto en el país como en sus embajadas en las capitales europeas. Luego en los setenta, México condenó a las dictaduras del cono sur, recibiendo exiliados con generosidad y llegando a interrumpir relaciones diplomáticas con Pinochet. Algo similar ocurrió cuando López Portillo rompió relaciones con Somoza en los días previos a la revolución, prestando apoyo estratégico al Frente Sandinista.
Nadie le pide algo diferente a López Obrador. Intervenir quiere decir condenar, censurar moralmente, ejercer presión diplomática y mostrar solidaridad con aquellos cuyos derechos son vulnerados por una dictadura. Ocurre que el significado del concepto cambia según quien lo usa. Tanto que México ahora se abstiene de firmar declaraciones condenatorias de los crímenes de Maduro en el Grupo de Lima y en la OEA, pues lo que ocurre en Venezuela es un “asunto interno” y el presidente “no busca pleitos”.
Doble estándar por decir lo menos, ello sugiere una selección arbitraria, sino una lectura ideológica, de los derechos humanos. En cualquier caso, el gobierno mexicano abandona así su tradición y elude sus obligaciones internacionales. México también es Estado parte en todas las convenciones y tratados mencionados antes. Los crímenes de lesa humanidad nunca son un asunto interno.
Es que los derechos humanos no son de izquierda ni de derecha. Si no hay intervención, no hay derechos humanos. En situaciones de abuso, el opresor siempre invoca la soberanía y la no intervención. La razón es simple: mantener la opresión en privado. La víctima no tiene dónde recurrir, pues la norma es injusta y no existe una justicia independiente ni la voluntad política de enjuiciar.
A la víctima solo le queda la intervención de la comunidad internacional para hacer esa opresión pública y equiparar una relación de poder fundamentalmente asimétrica. La no intervención, como la neutralidad que menciona Tutu, es tan solo la herramienta retórica de la complicidad.
viernes, 18 de enero de 2019
El discurso tóxico,de odio/ O del bullying como ideología política
La división de los mexicanos, ¿para nunca acabar?
-Raymundo Riva Palacio, 17 de enero de 2019
El viernes pasado sucedió algo insólito. El gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, interrumpió su discurso en Tlapa, en un evento con Andrés Manuel López Obrador, ante los gritos y mentadas de madre que recibía de morenistas, alentados por Pablo Sandoval, expresidente estatal de Morena, hoy delegado federal, y hermano de la secretaria de la Función Pública, Irma Sandoval, y le reclamó al presidente. “Yo no vuelvo a ningún recorrido, es ofensivo”, le dijo Astudillo a López Obrador. Evaluaría, dijo, a qué evento con el presidente asistiría en el futuro. López Obrador le ofreció disculpas inmediatas y el lunes dijo en su comparecencia mañanera que ese tipo de actitudes no deberían darse. Respeto para todos, pidió, aunque parece tarde.
La polarización llegó para quedarse y difícilmente se va a borrar. El presidente, un gran comunicador, lleva años evangelizando a sus seguidores más fieles y persuadiendo a millones más con un discurso simple, pero persuasivo: los ricos llenos de privilegios y corruptelas, tienen que ser erradicados del país. Es el tiempo de los pobres, que están del lado de los liberales, y hay que luchar contra los conservadores, que se oponen al cambio, son palabras no textuales en la doctrina de López Obrador que han abierto la confrontación nacional. ¿Hasta dónde llegará? Como está la irritación, diariamente alimentada por los propagandistas del régimen en las redes sociales, hasta que la retórica se convierta en agresión física.
La reacción del presidente López Obrador ante lo que sucedió con Astudillo no empata con anteriores comportamientos. Se mostró preocupado desde el mismo momento en que el gobernador interrumpió su discurso y le expresó que sus seguidores de Morena han hecho de sus eventos "torneos de insultos y descalificaciones". El presidente ofreció disculpas inmediatas y ha enviado línea política a sus seguidores para que muestren respeto. No bastará. El humor está ardiendo y los ánimos encendidos. Lo que le pasó a Astudillo, menos intenso, le sucedió el domingo al gobernador del estado de México, Alfredo del Mazo, aunque López Obrador dijo que no sucedió nada. Antes le pasó al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, y previamente al de Michoacán, Silvano Aureoles. Los políticos no son sus únicos blancos.
Los militantes de Morena están empoderados por un presidente fuerte y carismático que, en este momento, no tiene oposición que se le plante enfrente. El Congreso, un contrapeso, está arrodillado ante él. El Senado también. La prensa es acosada y el Poder Judicial ha sido agredido. Los órganos autónomos están siendo acosados presupuestalmente como si la intención fuera deshidratarlos y acabarlos. La gradería del presidente siempre aplaude y se anima a profundizar la división. México está enfermo de rencor y resentimiento. La bola de nieve viene por la ladera tomando fuerza y volumen. ¿Hasta dónde llegará? Reiteremos: como está la irritación, diariamente alimentada por los propagandistas del régimen en las redes sociales, hasta que la retórica se convierta en agresión física./ No están solos. Hay que ver el fenómeno en toda su dimensión. El odio mostrado no corre en un solo sentido. A toda acción hay una reacción, y en la esquina de enfrente hay respuestas proporcionalmente violentas. Hay ataques clasistas y discriminadores inaceptables a personas vinculadas a Morena por el color de su piel. ¿Cómo no quieren entonces que se esté gestando una lucha de clases? La forma como se señala visceralmente todo lo que hace el presidente no deja espacio a la razón, mucho menos a la discusión argumentativa. Muchos no abordan críticamente sus acciones y políticas, sino lanzan denuestos personalizados. Abundan las provocaciones, los desafíos y las injurias. El discurso binario no avanza sobre un carril único. Se nutre de todos lados, crecientemente intolerantes y beligerantes.
El gobernador Astudillo le recordó a López Obrador que es presidente de todos los mexicanos, por lo que el respeto debe ser mutuo y recíproco. No fue ociosidad expresarlo, porque se está volviendo una norma de comportamiento en las élites de Morena, particularmente en el Congreso, donde las cómodas mayorías que tiene el partido en el poder, ha llevado a varios de sus líderes a actuar con mayor despotismo del que tanto se quejaron, con más prepotencia con la que mucho tiempo los trataron, abiertamente retadores. El poder tiene que ser magnánimo, no vengativo. El Comité de Salud de la Revolución Francesa, que de algo sirva la Historia, llevó a la guillotina a quienes hicieron de ella su instrumento de castigo contra quienes se oponían al cambio de régimen.
Pero todo esto sólo tiene sentido si estamos de acuerdo en vivir bajo un orden democrático real, no retórico. Para quienes la democracia no tiene sentido, esta discusión es irrelevante; querrán otro sistema –no régimen- que la sustituya. Para quienes piensan que la democracia es el menor mal de los males, la satanización de los de enfrente, la polarización política, la fragmentación que se vive en los medios y las actitudes tribales, mal de México y el mundo, tiene que atajarse para evitar que la brecha se siga ensanchando.
Yascha Mounk, director del Centro de Renovación del Instituto "Tony Blair" para el Cambio Global en el Reino Unido y conferencista en la Universidad de Harvard, escribió el año pasado El Pueblo Contra la Democracia(The People vs. Democracy), donde identificó los tres conductores del descontento: estancamiento niveles de vida, temor de una democracia multiétnica y el surgimiento de las redes sociales. "Para revertir la tendencia –señala Mounk- los políticos necesitan promulgar reformas que beneficien a muchos, no a unos pocos". Llevado al terreno mexicano, 30 millones de votos ganan elecciones, pero no gobiernan un país.
-Raymundo Riva Palacio, 17 de enero de 2019
El viernes pasado sucedió algo insólito. El gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, interrumpió su discurso en Tlapa, en un evento con Andrés Manuel López Obrador, ante los gritos y mentadas de madre que recibía de morenistas, alentados por Pablo Sandoval, expresidente estatal de Morena, hoy delegado federal, y hermano de la secretaria de la Función Pública, Irma Sandoval, y le reclamó al presidente. “Yo no vuelvo a ningún recorrido, es ofensivo”, le dijo Astudillo a López Obrador. Evaluaría, dijo, a qué evento con el presidente asistiría en el futuro. López Obrador le ofreció disculpas inmediatas y el lunes dijo en su comparecencia mañanera que ese tipo de actitudes no deberían darse. Respeto para todos, pidió, aunque parece tarde.
La polarización llegó para quedarse y difícilmente se va a borrar. El presidente, un gran comunicador, lleva años evangelizando a sus seguidores más fieles y persuadiendo a millones más con un discurso simple, pero persuasivo: los ricos llenos de privilegios y corruptelas, tienen que ser erradicados del país. Es el tiempo de los pobres, que están del lado de los liberales, y hay que luchar contra los conservadores, que se oponen al cambio, son palabras no textuales en la doctrina de López Obrador que han abierto la confrontación nacional. ¿Hasta dónde llegará? Como está la irritación, diariamente alimentada por los propagandistas del régimen en las redes sociales, hasta que la retórica se convierta en agresión física.
La reacción del presidente López Obrador ante lo que sucedió con Astudillo no empata con anteriores comportamientos. Se mostró preocupado desde el mismo momento en que el gobernador interrumpió su discurso y le expresó que sus seguidores de Morena han hecho de sus eventos "torneos de insultos y descalificaciones". El presidente ofreció disculpas inmediatas y ha enviado línea política a sus seguidores para que muestren respeto. No bastará. El humor está ardiendo y los ánimos encendidos. Lo que le pasó a Astudillo, menos intenso, le sucedió el domingo al gobernador del estado de México, Alfredo del Mazo, aunque López Obrador dijo que no sucedió nada. Antes le pasó al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, y previamente al de Michoacán, Silvano Aureoles. Los políticos no son sus únicos blancos.
Los militantes de Morena están empoderados por un presidente fuerte y carismático que, en este momento, no tiene oposición que se le plante enfrente. El Congreso, un contrapeso, está arrodillado ante él. El Senado también. La prensa es acosada y el Poder Judicial ha sido agredido. Los órganos autónomos están siendo acosados presupuestalmente como si la intención fuera deshidratarlos y acabarlos. La gradería del presidente siempre aplaude y se anima a profundizar la división. México está enfermo de rencor y resentimiento. La bola de nieve viene por la ladera tomando fuerza y volumen. ¿Hasta dónde llegará? Reiteremos: como está la irritación, diariamente alimentada por los propagandistas del régimen en las redes sociales, hasta que la retórica se convierta en agresión física./ No están solos. Hay que ver el fenómeno en toda su dimensión. El odio mostrado no corre en un solo sentido. A toda acción hay una reacción, y en la esquina de enfrente hay respuestas proporcionalmente violentas. Hay ataques clasistas y discriminadores inaceptables a personas vinculadas a Morena por el color de su piel. ¿Cómo no quieren entonces que se esté gestando una lucha de clases? La forma como se señala visceralmente todo lo que hace el presidente no deja espacio a la razón, mucho menos a la discusión argumentativa. Muchos no abordan críticamente sus acciones y políticas, sino lanzan denuestos personalizados. Abundan las provocaciones, los desafíos y las injurias. El discurso binario no avanza sobre un carril único. Se nutre de todos lados, crecientemente intolerantes y beligerantes.
El gobernador Astudillo le recordó a López Obrador que es presidente de todos los mexicanos, por lo que el respeto debe ser mutuo y recíproco. No fue ociosidad expresarlo, porque se está volviendo una norma de comportamiento en las élites de Morena, particularmente en el Congreso, donde las cómodas mayorías que tiene el partido en el poder, ha llevado a varios de sus líderes a actuar con mayor despotismo del que tanto se quejaron, con más prepotencia con la que mucho tiempo los trataron, abiertamente retadores. El poder tiene que ser magnánimo, no vengativo. El Comité de Salud de la Revolución Francesa, que de algo sirva la Historia, llevó a la guillotina a quienes hicieron de ella su instrumento de castigo contra quienes se oponían al cambio de régimen.
Pero todo esto sólo tiene sentido si estamos de acuerdo en vivir bajo un orden democrático real, no retórico. Para quienes la democracia no tiene sentido, esta discusión es irrelevante; querrán otro sistema –no régimen- que la sustituya. Para quienes piensan que la democracia es el menor mal de los males, la satanización de los de enfrente, la polarización política, la fragmentación que se vive en los medios y las actitudes tribales, mal de México y el mundo, tiene que atajarse para evitar que la brecha se siga ensanchando.
Yascha Mounk, director del Centro de Renovación del Instituto "Tony Blair" para el Cambio Global en el Reino Unido y conferencista en la Universidad de Harvard, escribió el año pasado El Pueblo Contra la Democracia(The People vs. Democracy), donde identificó los tres conductores del descontento: estancamiento niveles de vida, temor de una democracia multiétnica y el surgimiento de las redes sociales. "Para revertir la tendencia –señala Mounk- los políticos necesitan promulgar reformas que beneficien a muchos, no a unos pocos". Llevado al terreno mexicano, 30 millones de votos ganan elecciones, pero no gobiernan un país.
jueves, 17 de enero de 2019
miércoles, 16 de enero de 2019
martes, 15 de enero de 2019
lunes, 14 de enero de 2019
El momento Savonarola
Momento Savonarola de exaltación moral
¿Cómo explicar que estemos envueltos en unos debates y tensiones que con insistencia recurren a un vocabulario inconfundiblemente religioso?
-José Joaquín Brunner
I
Suele pensarse que nuestra sociedad, en la misma medida que ha ido modernizándose, se vuelve también crecientemente secularizada. Así, Dios muere en el imaginario social, sostiene esta tesis; la oración retrocede hasta los márgenes de la ciudad donde habitan los grupos menos educados; lo sagrado colapsa frente al discurso racional de las ciencias y termina evaporándose o se privatiza al interior de la conciencia individual; el discurso religioso, sus valores, la moral inspirada por aquel y las prácticas de fe deben abandonar la esfera pública. Las iglesias se vacían, los eclesiásticos son acusados de cosas peores que las herejías, las creencias populares son administradas ahora por la televisión; la Palabra se convierte en chat.
De modo que la modernidad occidental sería un mundo desencantado, según la famosa tesis del sociólogo alemán Max Weber, mientras nuestro horizonte cultural se habría vuelto puramente secular, terrenal, evolutivo, racional, científico-técnico, calculable, controlado. Nos hemos quedado a la intemperie, sin misterio, sin protección divina. Nuestros ideales son ilustrados; nuestra moral, puramente kantiana. No hay concepto de pecado, sentimiento de culpa, ritos de confesión y penitencia. Solo psicoanálisis y libros de autoayuda.
De ser cierto todo esto, ¿cómo explicar entonces que desde hace varios meses estemos envueltos en unos debates y tensiones que con insistencia recurren a un vocabulario inconfundiblemente religioso?
II
Partiendo por los "escándalos", en cuyo fatídico ciclo nos hallamos atrapados. ¿Acaso no es éste un término reiteradamente usado en el Antiguo Testamento y luego por San Pablo? Originalmente significaba una trampa y luego, metafóricamente, se usó para designar todo lo que hace caer. Así, en el Salmo 140, se lee: "Presérvame, Yahvé, de las manos del malvado/ guárdame del hombre violento,/ de los que proyectan trastornar mis pasos,/ y tienden una red bajo mis pies,/ de los insolentes que me ocultan lazos,/ que me ponen trampas al borde del sendero".
Hoy nos encontramos atrapados entre dichos o hechos que se atribuyen al desenfreno y la desvergüenza y son ocasión de daño y ruina espiritual del prójimo, causando alboroto, tumulto o ruido.
Las metáforas religiosas y la preocupación por el límite que debe separar los asuntos del siglo (seculares) y las cosas de Dios abundan.
Y enseguida, ¿qué decir del término "corrupción", el más amenazador y cargado de simbolismo de todos los que llenan con fervor religioso apenas velado las páginas de los periódicos, las redes sociales y las pantallas de televisión?
Efectivamente, el fervor domina la polis como si el profeta Isaías nos acusara -a esta nación de pecadores- de no discernir y hacer el mal.
En breve, "escándalos" y "corrupción" son los dos términos axiales -de resonancia claramente religiosa- en torno a los cuales gira nuestra vida pública. A su alrededor se ha ido creando todo un entono discursivo poblado de términos clericales. Hablamos de confesar, asumir culpas, adoptar sanciones que duelan, revelar la verdad, hacer sacrificios, tomar resguardos morales, determinar estándares éticos. Hablamos de pureza, mentiras, pecado, tentación, falsedades, chivos expiatorios, indulgencias.
III
Tal vocabulario -cargado de supuestos espirituales idealistas- trastoca por completo los valores seculares. En vez de una moderna concepción de la política -con su intrínseca ambigüedad ética- se impone, en este tiempo de escándalos, una visión religiosa del poder, con su propio fundamentalismo ético asociado.
Nos vamos llenando de pequeños savonarolas, predicadores -como el fraile dominico florentino de la segunda mitad del siglo XV, aquel que exclamó: "y tú, Florencia, que piensas sólo en ambiciones y empujas a tus ciudadanos a exaltarse, sabes que el único remedio que te queda es la penitencia, porque el flagelo de Dios ya está próximo"- predicadores, digo, que desde los púlpitos mediáticos proclaman la pureza como regla de oro de la moral política y condenan a los hombres y mujeres impuros, transgresores, que han sido tentados por el dinero y la fama. Los interpelan para que declaren sus faltas y perversiones y les exigen purificarse y pedir perdón en la plaza pública. Lanzan consignas de justicia igual como tronaba el profeta Isaías: ¡Ay, gente pecadora,/pueblo tarado de culpa,/ raza de malvados,/ hijos de perdición.
Mas como nos recuerda Max Weber en su clásica ponencia sobre la vocación del político, esta actividad no pertenece al reino de los puros, aunque hoy se deba decir lo contrario si se desea obtener la aprobación de los pequeños savonarolas. Al contrario, dice el sociólogo alemán, "Quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder […] Quien busca la salvación de su alma y la de los demás que no la busque por el camino de la política, cuyas tareas, que son muy otras, sólo pueden ser cumplimentadas mediante la fuerza. El genio o demonio de la política vive en tensión interna con el dios del amor y esta tensión puede convertirse en todo momento en un conflicto sin solución".
Lo más propio de la concepción moderna de la política, desde Maquiavelo en adelante, reside precisamente en esto; en que concibe al alma de la política, y de los políticos, como continuamente tironeada entre dioses y demonios, entre Virtú y Fortuna, entre imperativos absolutos y responsabilidades relativas, entre los ideales y la irracionalidad ética del mundo de la que habla Weber.
IV
Por lo mismo, no es la secularización el rasgo más distintivo de la política contemporánea. Más bien es el hecho que la política funciona como una esfera relativamente autónoma -frente al mercado, las empresas, las corporaciones, la ciencia, las religiones, etc.- pero, a la vez, en continuo contacto con esas otras esferas a las cuales debe coordinar y cuyas fuerzas la penetran por todos lados bajo la forma del dinero, el conocimiento experto, los valores extra-mundanos, las creencias de base religiosa, los intereses corporativos y los bienes particulares.
Allí, en los puntos de contacto entre el poder y esos diversos elementos -negocios, divinidades, tecnocracia, monopolios, expertos- se encuentra el origen de las ambigüedades que transforman al político en un frágil eslabón entre fuerzas enfrentadas.
Desde esta perspectiva, el momento Savonarola donde hoy se sitúa la política -momento que suele acompañar a las crisis de legitimidad y a los ciclos de escándalos- niega (temporalmente) el carácter inherentemente ambiguo, maquiavélico si se quiere, de la democracia y la política. Como señala Daniel Bensaid, "el rechazo de la política profana, con sus impurezas, incertidumbres y tambaleantes convenciones conduce ineluctablemente de regreso a la teología y su dispar enjambre de gracias, milagros, revelaciones, arrepentimientos y perdones". Por lo mismo, imagino, Maquiavelo acusó a Savonarola de haber querido dividir a la humanidad en dos bandos: uno que milita con Dios, el suyo; y otro con el Diablo, el de sus adversarios.
Cuando esas categorías tajantes se introducen en la polis, es el fin de la política y su continuación por otros medios: la guerra. El tiempo de los profetas armados.
Por el contrario, cualquier salida del momento religioso en que nos encontramos deberá por necesidad ser una salida maquiavélica: política, impura, conversada, transaccional, incremental, negociada, ambigua, gradual. En el polo opuesto, el del fuego purificador de los savonarolas, se termina siempre, inescapablemente, en la hoguera. Por eso, junto al bardo decimos: "pero vosotros, ¡oh, dioses!, defectos nos concedéis para hacernos humanos" (But you, gods, will give us/ Some faults to make us men).
¿Cómo explicar que estemos envueltos en unos debates y tensiones que con insistencia recurren a un vocabulario inconfundiblemente religioso?
-José Joaquín Brunner
I
Suele pensarse que nuestra sociedad, en la misma medida que ha ido modernizándose, se vuelve también crecientemente secularizada. Así, Dios muere en el imaginario social, sostiene esta tesis; la oración retrocede hasta los márgenes de la ciudad donde habitan los grupos menos educados; lo sagrado colapsa frente al discurso racional de las ciencias y termina evaporándose o se privatiza al interior de la conciencia individual; el discurso religioso, sus valores, la moral inspirada por aquel y las prácticas de fe deben abandonar la esfera pública. Las iglesias se vacían, los eclesiásticos son acusados de cosas peores que las herejías, las creencias populares son administradas ahora por la televisión; la Palabra se convierte en chat.
De modo que la modernidad occidental sería un mundo desencantado, según la famosa tesis del sociólogo alemán Max Weber, mientras nuestro horizonte cultural se habría vuelto puramente secular, terrenal, evolutivo, racional, científico-técnico, calculable, controlado. Nos hemos quedado a la intemperie, sin misterio, sin protección divina. Nuestros ideales son ilustrados; nuestra moral, puramente kantiana. No hay concepto de pecado, sentimiento de culpa, ritos de confesión y penitencia. Solo psicoanálisis y libros de autoayuda.
De ser cierto todo esto, ¿cómo explicar entonces que desde hace varios meses estemos envueltos en unos debates y tensiones que con insistencia recurren a un vocabulario inconfundiblemente religioso?
II
Partiendo por los "escándalos", en cuyo fatídico ciclo nos hallamos atrapados. ¿Acaso no es éste un término reiteradamente usado en el Antiguo Testamento y luego por San Pablo? Originalmente significaba una trampa y luego, metafóricamente, se usó para designar todo lo que hace caer. Así, en el Salmo 140, se lee: "Presérvame, Yahvé, de las manos del malvado/ guárdame del hombre violento,/ de los que proyectan trastornar mis pasos,/ y tienden una red bajo mis pies,/ de los insolentes que me ocultan lazos,/ que me ponen trampas al borde del sendero".
Hoy nos encontramos atrapados entre dichos o hechos que se atribuyen al desenfreno y la desvergüenza y son ocasión de daño y ruina espiritual del prójimo, causando alboroto, tumulto o ruido.
Las metáforas religiosas y la preocupación por el límite que debe separar los asuntos del siglo (seculares) y las cosas de Dios abundan.
Y enseguida, ¿qué decir del término "corrupción", el más amenazador y cargado de simbolismo de todos los que llenan con fervor religioso apenas velado las páginas de los periódicos, las redes sociales y las pantallas de televisión?
Efectivamente, el fervor domina la polis como si el profeta Isaías nos acusara -a esta nación de pecadores- de no discernir y hacer el mal.
En breve, "escándalos" y "corrupción" son los dos términos axiales -de resonancia claramente religiosa- en torno a los cuales gira nuestra vida pública. A su alrededor se ha ido creando todo un entono discursivo poblado de términos clericales. Hablamos de confesar, asumir culpas, adoptar sanciones que duelan, revelar la verdad, hacer sacrificios, tomar resguardos morales, determinar estándares éticos. Hablamos de pureza, mentiras, pecado, tentación, falsedades, chivos expiatorios, indulgencias.
III
Tal vocabulario -cargado de supuestos espirituales idealistas- trastoca por completo los valores seculares. En vez de una moderna concepción de la política -con su intrínseca ambigüedad ética- se impone, en este tiempo de escándalos, una visión religiosa del poder, con su propio fundamentalismo ético asociado.
Nos vamos llenando de pequeños savonarolas, predicadores -como el fraile dominico florentino de la segunda mitad del siglo XV, aquel que exclamó: "y tú, Florencia, que piensas sólo en ambiciones y empujas a tus ciudadanos a exaltarse, sabes que el único remedio que te queda es la penitencia, porque el flagelo de Dios ya está próximo"- predicadores, digo, que desde los púlpitos mediáticos proclaman la pureza como regla de oro de la moral política y condenan a los hombres y mujeres impuros, transgresores, que han sido tentados por el dinero y la fama. Los interpelan para que declaren sus faltas y perversiones y les exigen purificarse y pedir perdón en la plaza pública. Lanzan consignas de justicia igual como tronaba el profeta Isaías: ¡Ay, gente pecadora,/pueblo tarado de culpa,/ raza de malvados,/ hijos de perdición.
Mas como nos recuerda Max Weber en su clásica ponencia sobre la vocación del político, esta actividad no pertenece al reino de los puros, aunque hoy se deba decir lo contrario si se desea obtener la aprobación de los pequeños savonarolas. Al contrario, dice el sociólogo alemán, "Quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder […] Quien busca la salvación de su alma y la de los demás que no la busque por el camino de la política, cuyas tareas, que son muy otras, sólo pueden ser cumplimentadas mediante la fuerza. El genio o demonio de la política vive en tensión interna con el dios del amor y esta tensión puede convertirse en todo momento en un conflicto sin solución".
Lo más propio de la concepción moderna de la política, desde Maquiavelo en adelante, reside precisamente en esto; en que concibe al alma de la política, y de los políticos, como continuamente tironeada entre dioses y demonios, entre Virtú y Fortuna, entre imperativos absolutos y responsabilidades relativas, entre los ideales y la irracionalidad ética del mundo de la que habla Weber.
IV
Por lo mismo, no es la secularización el rasgo más distintivo de la política contemporánea. Más bien es el hecho que la política funciona como una esfera relativamente autónoma -frente al mercado, las empresas, las corporaciones, la ciencia, las religiones, etc.- pero, a la vez, en continuo contacto con esas otras esferas a las cuales debe coordinar y cuyas fuerzas la penetran por todos lados bajo la forma del dinero, el conocimiento experto, los valores extra-mundanos, las creencias de base religiosa, los intereses corporativos y los bienes particulares.
Allí, en los puntos de contacto entre el poder y esos diversos elementos -negocios, divinidades, tecnocracia, monopolios, expertos- se encuentra el origen de las ambigüedades que transforman al político en un frágil eslabón entre fuerzas enfrentadas.
Desde esta perspectiva, el momento Savonarola donde hoy se sitúa la política -momento que suele acompañar a las crisis de legitimidad y a los ciclos de escándalos- niega (temporalmente) el carácter inherentemente ambiguo, maquiavélico si se quiere, de la democracia y la política. Como señala Daniel Bensaid, "el rechazo de la política profana, con sus impurezas, incertidumbres y tambaleantes convenciones conduce ineluctablemente de regreso a la teología y su dispar enjambre de gracias, milagros, revelaciones, arrepentimientos y perdones". Por lo mismo, imagino, Maquiavelo acusó a Savonarola de haber querido dividir a la humanidad en dos bandos: uno que milita con Dios, el suyo; y otro con el Diablo, el de sus adversarios.
Cuando esas categorías tajantes se introducen en la polis, es el fin de la política y su continuación por otros medios: la guerra. El tiempo de los profetas armados.
Por el contrario, cualquier salida del momento religioso en que nos encontramos deberá por necesidad ser una salida maquiavélica: política, impura, conversada, transaccional, incremental, negociada, ambigua, gradual. En el polo opuesto, el del fuego purificador de los savonarolas, se termina siempre, inescapablemente, en la hoguera. Por eso, junto al bardo decimos: "pero vosotros, ¡oh, dioses!, defectos nos concedéis para hacernos humanos" (But you, gods, will give us/ Some faults to make us men).
domingo, 13 de enero de 2019
Y dijo el Peje a sus discípulos:'Cerremos los ojos y el poliducto para que desaparezca el huachicol'
Impunidad y huachicol
-Juan E. Pardinas,
13 ene 2019
Que nadie se lo diga al presidente de la República: en 2017, la CFE perdió 25 mil millones de pesos por conexiones clandestinas de electricidad. Si AMLO aplica su estrategia antihuachicol contra los diablitos, nos vamos a quedar sin luz. Matar al paciente no es el tratamiento más convencional para frenar la propagación de un tumor. No era necesario cerrar los ductos que mueven la economía nacional para combatir el robo de combustible. El problema del huachicol no son las tuberías sino la impunidad. La solución no es obstruir la distribución de combustible sino romper los vínculos entre la delincuencia organizada y distintas ramas del Estado mexicano.
El 25 de enero de 2018 fue asesinado Tadeo Alfonzo Rojas, jefe de Seguridad Física de la refinería de Salamanca, mientras llevaba a sus hijos a la escuela. En septiembre pasado Eduardo Gámez, ingeniero que trabajaba en la misma planta de Pemex, también murió asesinado. No hay noticias de que se haya encontrado a los autores materiales e intelectuales de estos homicidios. Como las cárceles que son autogobernadas por los propios presidiarios, sucesivos gobiernos cedieron la soberanía sobre tramos importantes del sistema de distribución de gasolinas.
Si no se combate la impunidad, cuando se vuelvan a abrir los ductos, volverá el huachicol. Cerrar las tuberías para combatir el crimen es como cancelar el aeropuerto para frenar la corrupción. Cerrar las válvulas será sólo una disrupción temporal del negocio ilegal. Para justificar su propuesta de amnistía generalizada, AMLO afirmó que si persiguiera los delitos de corrupción podría empantanar a México. Sin embargo, la disrupción de los canales de distribución de gasolina parece ser un pantano de menor calado, que se resuelve fácil con la infinita paciencia de los ciudadanos.
Las soluciones de fondo y largo plazo para el robo de combustibles no son del apetito programático del nuevo gobierno: Estado de derecho y mercados competidos. Sólo una Fiscalía independiente puede investigar la asociación entre empresas, políticos y delincuentes que revenden la gasolina robada. Un mercado diverso con distintas empresas que produzcan gasolina, e inviertan recursosen infraestructura de distribución, sería menos vulnerable al acoso del crimen organizado, pero es una salida ajena a las recetas ideológicas de la Cuarta Transformación.
En medio de la crisis de desabasto, cuando la República demanda un experto en logística, AMLO se refrenda como un genio de la comunicación. Para combatir la corrupción y la impunidad, de nada sirve levantarse temprano, dar una conferencia de prensa y tomarse selfies en la sala de espera del aeropuerto. No tengo ninguna nostalgia por la ineptitud corruptora que marcó el sexenio de Enrique Peña Nieto, pero en unas semanas, Andrés Manuel López Obrador corroboró la hipótesis pesimista de que las cosas siempre se pueden poner peor.
-Juan E. Pardinas,
13 ene 2019
Que nadie se lo diga al presidente de la República: en 2017, la CFE perdió 25 mil millones de pesos por conexiones clandestinas de electricidad. Si AMLO aplica su estrategia antihuachicol contra los diablitos, nos vamos a quedar sin luz. Matar al paciente no es el tratamiento más convencional para frenar la propagación de un tumor. No era necesario cerrar los ductos que mueven la economía nacional para combatir el robo de combustible. El problema del huachicol no son las tuberías sino la impunidad. La solución no es obstruir la distribución de combustible sino romper los vínculos entre la delincuencia organizada y distintas ramas del Estado mexicano.
El 25 de enero de 2018 fue asesinado Tadeo Alfonzo Rojas, jefe de Seguridad Física de la refinería de Salamanca, mientras llevaba a sus hijos a la escuela. En septiembre pasado Eduardo Gámez, ingeniero que trabajaba en la misma planta de Pemex, también murió asesinado. No hay noticias de que se haya encontrado a los autores materiales e intelectuales de estos homicidios. Como las cárceles que son autogobernadas por los propios presidiarios, sucesivos gobiernos cedieron la soberanía sobre tramos importantes del sistema de distribución de gasolinas.
Si no se combate la impunidad, cuando se vuelvan a abrir los ductos, volverá el huachicol. Cerrar las tuberías para combatir el crimen es como cancelar el aeropuerto para frenar la corrupción. Cerrar las válvulas será sólo una disrupción temporal del negocio ilegal. Para justificar su propuesta de amnistía generalizada, AMLO afirmó que si persiguiera los delitos de corrupción podría empantanar a México. Sin embargo, la disrupción de los canales de distribución de gasolina parece ser un pantano de menor calado, que se resuelve fácil con la infinita paciencia de los ciudadanos.
Las soluciones de fondo y largo plazo para el robo de combustibles no son del apetito programático del nuevo gobierno: Estado de derecho y mercados competidos. Sólo una Fiscalía independiente puede investigar la asociación entre empresas, políticos y delincuentes que revenden la gasolina robada. Un mercado diverso con distintas empresas que produzcan gasolina, e inviertan recursosen infraestructura de distribución, sería menos vulnerable al acoso del crimen organizado, pero es una salida ajena a las recetas ideológicas de la Cuarta Transformación.
En medio de la crisis de desabasto, cuando la República demanda un experto en logística, AMLO se refrenda como un genio de la comunicación. Para combatir la corrupción y la impunidad, de nada sirve levantarse temprano, dar una conferencia de prensa y tomarse selfies en la sala de espera del aeropuerto. No tengo ninguna nostalgia por la ineptitud corruptora que marcó el sexenio de Enrique Peña Nieto, pero en unas semanas, Andrés Manuel López Obrador corroboró la hipótesis pesimista de que las cosas siempre se pueden poner peor.
viernes, 11 de enero de 2019
Plan
El gobierno de México dejó de comprar gasolinas a Estados Unidos desde noviembre pasado, tras una reunión, en octubre, de Rocío Nahle, hoy secretaria de Energía, y Octavio Romero Oropeza, hoy director de Pemex, con el entonces titular, Carlos Alberto Treviño Mora, en la que le instruyeron suspender la importación de gasolinas que en aquel octubre había sido de 19 millones 236 mil barriles, el máximo desde que hay registro, enero de 1993; y, segundo, que 12 buques-tanque permanecen fondeados desde el 31 de diciembre frente a los puertos de Coatzacoalcos y Tuxpan, con 4 millones de barriles de combustible que no han sido pagados y cuyo costo de flete va de 600 mil a un millón 200 mil dólares diarios.
jueves, 10 de enero de 2019
Jalisco sin gasolina/ O esto me va a doler más a mí que a ti: aguanta vara...
La drástica medida del gobierno federal, en específico, del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador (pues el ingeniero agrónomo sin título, el tabasqueño Octavio Romero Oropeza, director de Pemex, es mero funcionario-acata-órdenes), de cerrar el poliducto de Salamanca para combatir el huachicoleo, no obstante el noble fin justiciero, es cuestionable como estrategia, sobre todo cuando su diseño no se transparentó ni se sometió a evaluación previa, por ejemplo, del Congreso federal; cuando encima su ejecución se realizó sin comunicación ni coordinación con las autoridades, en este caso, de Jalisco. En efecto, dado el efecto sorpresa de la decisión unilateral del cierre del poliducto y el consecuente desabasto de gasolina en la zona metropolitana, no hay forma de saber si, de veras, dicha acción es eficaz contra el robo de combustible y vale la pena el sacrifico de los automovilistas tapatíos ¿Cómo se estableció la ecuación: desabasto de gasolina para la población es igual a fin del huachicoleo? Causar un mal sacrificando a la población, en función de obtener un bien mayor como el fin del huachicoleo, ¿es una medida justa, sensata, pero sobre todo, eficaz? El presidente López Obrador ya presume cifras a la baja del robo de combustible, pero, ¿cómo saber si la fuente de información es correcta? Es decir, ¿cómo evaluar al evaluador de la lucha contra el huachicol? No basta con la palabra del presidente. Es urgente que se transparente el diseño y la implementación de la estrategia oficial, a fin de cotejarla con otras medidas posibles y estrategias alternativas. ¿Esa fue la única opción del Gobierno federal? Se necesita conocer el origen de la estrategia de marras para confirmar con certeza la pertinencia de la medida extrema de desabasto de combustible y, en general, el supuesto éxito del plan anti-corrupción diseñado por el Ejecutivo.
Relato y recuento de los daños
El poliducto (*) de la refinería de Salamanca, Guanajuato, que abastece las dos terminales de hidrocarburo de Jalisco, fue cerrado como parte de la estrategia del Gobierno federal contra el robo de combustible ( la popularmente llamada práctica del huachicol o huachicoleo ).
Ante el cierre y el consiguiente desabasto de combustible en Jalisco y otros estados del Bajío, Petróleos Mexicanos (Pemex) ordenó suplir la demanda de gasolina, mediante 'pipas'.
Así, los camiones cisterna o pipas, parten por carretera tanto de Manzanillo, Colima, como de Mazatlán, Sinaloa, y llegan a Jalisco a las terminales de almacenamiento y distribución ubicadas en El Salto y Zapopan (**).
Con dicha medida vía terrestre, sin embargo, sólo se alcanza a cubrir una mínima parte de la demanda de los tapatíos que ronda los 15 millones de litros diarios.
Se calcula, además, que se necesitará por lo menos, un mes para recuperar el nivel original de las reservas de los tanques de almacenamiento de Pemex en Jalisco.
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(*) Poliducto
(**) Tanques de Almacenamiento
Uno de los dos tanques de almacenamiento de Pemex en Jalisco, denominado El Castillo, se localiza en el municipio de El Salto. Según datos oficiales, tiene una capacidad de almacenamiento útil de 220 mil 500 barriles de combustible (unos 35 millones de litros), que de acuerdo a Pablo González, líder de los empresarios gasolineros, tardarían hasta un mes en recuperar las reservas tras los días de escasez.
Otro de los dos tanques de almacenamiento de Pemex en Jalisco, se localiza en el municipio de Zapopan, sobre avenida Aviación. Según datos oficiales, tiene una capacidad de almacenamiento útil de 281 mil barriles de combustible (unos 44.7 millones de litros), que de acuerdo Pablo González, líder de los empresarios gasolineros, tardarían hasta un mes en recuperar las reservas tras los días de escasez.
Otras fuentes de distribución: Mazatlán, Sinaloa
Desde Mazatlán se envían auto-tanques para satisfacer la demanda de combustible en la Zona Metropolitana de Guadalajara. El resto del Estado se surte con las pipas que salen desde el puerto de Manzanillo.
Puerto de Manzanillo
La gasolina también se está trayendo a Jalisco en pipas de Pemex desde Manzanillo, Colima. Según Pablo González, líder de los empresarios gasolineros, el viaje puede durar de 5 a 8 horas, con 150 pipas (al triple de capacidad) custodiadas por el Ejército y la Marina.
-Infografía del periódico El Informador
Relato y recuento de los daños
El poliducto (*) de la refinería de Salamanca, Guanajuato, que abastece las dos terminales de hidrocarburo de Jalisco, fue cerrado como parte de la estrategia del Gobierno federal contra el robo de combustible ( la popularmente llamada práctica del huachicol o huachicoleo ).
Ante el cierre y el consiguiente desabasto de combustible en Jalisco y otros estados del Bajío, Petróleos Mexicanos (Pemex) ordenó suplir la demanda de gasolina, mediante 'pipas'.
Así, los camiones cisterna o pipas, parten por carretera tanto de Manzanillo, Colima, como de Mazatlán, Sinaloa, y llegan a Jalisco a las terminales de almacenamiento y distribución ubicadas en El Salto y Zapopan (**).
Con dicha medida vía terrestre, sin embargo, sólo se alcanza a cubrir una mínima parte de la demanda de los tapatíos que ronda los 15 millones de litros diarios.
Se calcula, además, que se necesitará por lo menos, un mes para recuperar el nivel original de las reservas de los tanques de almacenamiento de Pemex en Jalisco.
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(*) Poliducto
(**) Tanques de Almacenamiento
Uno de los dos tanques de almacenamiento de Pemex en Jalisco, denominado El Castillo, se localiza en el municipio de El Salto. Según datos oficiales, tiene una capacidad de almacenamiento útil de 220 mil 500 barriles de combustible (unos 35 millones de litros), que de acuerdo a Pablo González, líder de los empresarios gasolineros, tardarían hasta un mes en recuperar las reservas tras los días de escasez.
Otro de los dos tanques de almacenamiento de Pemex en Jalisco, se localiza en el municipio de Zapopan, sobre avenida Aviación. Según datos oficiales, tiene una capacidad de almacenamiento útil de 281 mil barriles de combustible (unos 44.7 millones de litros), que de acuerdo Pablo González, líder de los empresarios gasolineros, tardarían hasta un mes en recuperar las reservas tras los días de escasez.
Otras fuentes de distribución: Mazatlán, Sinaloa
Desde Mazatlán se envían auto-tanques para satisfacer la demanda de combustible en la Zona Metropolitana de Guadalajara. El resto del Estado se surte con las pipas que salen desde el puerto de Manzanillo.
Puerto de Manzanillo
La gasolina también se está trayendo a Jalisco en pipas de Pemex desde Manzanillo, Colima. Según Pablo González, líder de los empresarios gasolineros, el viaje puede durar de 5 a 8 horas, con 150 pipas (al triple de capacidad) custodiadas por el Ejército y la Marina.
-Infografía del periódico El Informador
miércoles, 9 de enero de 2019
martes, 8 de enero de 2019
lunes, 7 de enero de 2019
Del auto(in)móvil atascado/ Vuelto plaga
El coche del diablo
- Héctor de Mauleón, 21 de marzo de 2018
'Existe la necesidad de aceptar que el auto, como referente de movilidad urbana, fue un error'
El momento inaugural ocurrió una noche de Reyes. El joven Fernando de Teresa acababa de recibir un automóvil enviado desde Francia: el primero que llegó a la ciudad de México (*). Era 1895.
La noche en que De Teresa probó el automóvil, la gente se estremeció: hasta entonces sólo se habían visto carruajes tirados por caballos. Se dice que al día siguiente los voceadores anunciaron la llegada de "el coche del diablo", y nunca una noticia ha resultado tan exacta.
El historiador Enrique Cárdenas, que rescató la historia del automóvil a partir de las noticias publicadas en diarios y revistas porfirianos, relata que la élite porfiriana entera soñó con tener a su disposición un armatoste de esos.
En pocos años rodaban mil vehículos automotores. El sonido característico de la ciudad cambió. Se fueron las herraduras de los caballos chocando contra el empedrado y las campanas con que los tranvías de mulitas se anunciaban. Había llegado el claxon y la prensa se preguntaba si el olor a gasolina sería perjudicial.
Ocurrieron los primeros choques -uno de los juniors que estuvieron en el famoso "Baile de los 41" tuvo el honor de protagonizar el primero- y menudearon noticias sobre los primeros atropellados.
Frente al carruaje que se iba, el auto se convirtió en la nueva señal de estatus. Treinta años más tarde la Ciudad se había convertido en un infierno. Salvador Novo relata en sus diarios el dolor que era meterse al tráfico del centro y el triunfo que representaba hallar espacio disponible incluso en los estacionamientos.
Nadie entendió las señales de lo que estaba ocurriendo. Los gobiernos comenzaron a tirar casas antiguas para abrir nuevos estacionamientos, y se siguieron de largo demoliendo cuadras enteras para abrirle paso al automóvil, el maldito automóvil.
Pero qué se podía esperar de los generales que se habían bajado del caballo para subirse al Cadillac, según rezaba el lugar común. En los años 30 fueron demolidas ocho manzanas de edificios coloniales para que los autos pudieran pasar por una nueva avenida, 20 de noviembre, y se rebanaron construcciones históricas de San Juan de Letrán, hoy Eje Central.
Se fueron los generales, llegaron los licenciados, y como la ciudad crecía vinieron el Viaducto, el Periférico, el Circuito Interior y los salvajes Ejes Viales. Tranvías y trolebuses salieron de circulación. El Metro, la apuesta más importante del siglo, fue insuficiente ante la explosión desmedida de la zona metropolitana y no logró desincentivar la adquisición de autos.
En 1980 había cerca de 1 millón 800 mil automóviles en la metrópoli. En 2005 eran ya 3 millones y medio. El gobierno de la ciudad introdujo el Metrobús en la avenida más importante, y luego decidió construir un Segundo Piso. Para 2016 el parque vehicular era ya de 5 millones y medio de autos.
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-Datos del INEGI, 12 de septiembre de 2018.
- Héctor de Mauleón, 21 de marzo de 2018
'Existe la necesidad de aceptar que el auto, como referente de movilidad urbana, fue un error'
El momento inaugural ocurrió una noche de Reyes. El joven Fernando de Teresa acababa de recibir un automóvil enviado desde Francia: el primero que llegó a la ciudad de México (*). Era 1895.
La noche en que De Teresa probó el automóvil, la gente se estremeció: hasta entonces sólo se habían visto carruajes tirados por caballos. Se dice que al día siguiente los voceadores anunciaron la llegada de "el coche del diablo", y nunca una noticia ha resultado tan exacta.
El historiador Enrique Cárdenas, que rescató la historia del automóvil a partir de las noticias publicadas en diarios y revistas porfirianos, relata que la élite porfiriana entera soñó con tener a su disposición un armatoste de esos.
En pocos años rodaban mil vehículos automotores. El sonido característico de la ciudad cambió. Se fueron las herraduras de los caballos chocando contra el empedrado y las campanas con que los tranvías de mulitas se anunciaban. Había llegado el claxon y la prensa se preguntaba si el olor a gasolina sería perjudicial.
Ocurrieron los primeros choques -uno de los juniors que estuvieron en el famoso "Baile de los 41" tuvo el honor de protagonizar el primero- y menudearon noticias sobre los primeros atropellados.
Frente al carruaje que se iba, el auto se convirtió en la nueva señal de estatus. Treinta años más tarde la Ciudad se había convertido en un infierno. Salvador Novo relata en sus diarios el dolor que era meterse al tráfico del centro y el triunfo que representaba hallar espacio disponible incluso en los estacionamientos.
Nadie entendió las señales de lo que estaba ocurriendo. Los gobiernos comenzaron a tirar casas antiguas para abrir nuevos estacionamientos, y se siguieron de largo demoliendo cuadras enteras para abrirle paso al automóvil, el maldito automóvil.
Pero qué se podía esperar de los generales que se habían bajado del caballo para subirse al Cadillac, según rezaba el lugar común. En los años 30 fueron demolidas ocho manzanas de edificios coloniales para que los autos pudieran pasar por una nueva avenida, 20 de noviembre, y se rebanaron construcciones históricas de San Juan de Letrán, hoy Eje Central.
Se fueron los generales, llegaron los licenciados, y como la ciudad crecía vinieron el Viaducto, el Periférico, el Circuito Interior y los salvajes Ejes Viales. Tranvías y trolebuses salieron de circulación. El Metro, la apuesta más importante del siglo, fue insuficiente ante la explosión desmedida de la zona metropolitana y no logró desincentivar la adquisición de autos.
En 1980 había cerca de 1 millón 800 mil automóviles en la metrópoli. En 2005 eran ya 3 millones y medio. El gobierno de la ciudad introdujo el Metrobús en la avenida más importante, y luego decidió construir un Segundo Piso. Para 2016 el parque vehicular era ya de 5 millones y medio de autos.
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(*) El auto, enviado desde Toulon, Francia, se construyó a mano y lo importó la Agencia de Ingenieros Basave, Robles Gil y Zoraya. El modelo era un Delaunay Belleville, fabricado por la empresa S.A. des Automobiles Delaunay-Belleville. Contaba con un motor 6 OHV (Válvulas Sobre la Cabeza) y una potencia de 21 hp. Su dueño, don Fernando de Teresa, con gran altivez, manejó por las calles a una velocidad de 16 km/h. Esa noche de 1895, el parque vehicular, no sólo de la Ciudad de México sino de todo el país, era de 1 auto.
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En la Perla tapatía
De 1980 a 2017, los automóviles de la Zona Metropolitana de Guadalajara, pasaron
de 202 mil 910 (1980) a 2 millones 115 mil 230 (2017). Es decir, en dicho periodo, los vehículos privados se incrementaron en 942.4 % *****************************************************
En la Perla tapatía
-Datos del INEGI, 12 de septiembre de 2018.
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