martes, 5 de abril de 2011

Vergüenza

Urizen de William Blake

Rostro de llamas, rostro devorado,
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre,
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos

-Octavio Paz

La vergüenza es una emoción tan intensa que paraliza la voluntad. El rostro se enciende (verecundia) por la humillación o la deshonra, propia o ajena. Es la tercera pieza junto con la culpa y el miedo que cierra el candado del pecado. Como las demás emociones fuertes, la vergüenza es mecanismo psicológico que conviene atemperar y situar en justa proporción. Pues pronto se aprende que la sociedad establece normas de conducta paradójicas -por no decir esquizofrénicas- que prohíben y a la vez alientan la libertad de las personas. Madurar en ese sentido, consiste en encontrar marcos de referencia cada vez más amplios que expliquen y justifiquen los varios factores que intervienen en un acto que en apariencia sólo depende de una sola voluntad. De ahí, por cierto, lo absurdo de solicitar congruencia entre el ideal y el acto, pues no es fácil en nuestro medio, convertirlos a voluntad, en causa y efecto .
En el tramo de afinar la (auto)comprensión, existe una etapa infernal en que la vergüenza se posesiona de la personalidad: la adolescencia. Donde la autorreferencia ("yo soy el único/la única/ culpable") aísla y paraliza con pensamientos circulares, obsesivos. Antídoto inmejorable contra la verecundia es el sentido del humor que de manera humilde ("no soy el ombligo del mundo, por ende, tampoco soy su única causa") da proporción a lo que antes se antojaba abrumador. En ese sentido, el famoso "orgullo adolescente" es mera armadura de cartón. Así, a los adolescentes y a los adultos-que-aún-adolecen, hay que recodarles que no se vive en los extremos: entre el sinvergüenza (el cínico o valemadre) o el avergonzado profesional (azotado, autoflagelado, apenado, cohibído) media el autocrítico sensato que reconoce el error y rectifica. Y a otra cosa, que la vida es muy hermosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo malo es que quienes podrían hacer uso del consejo de MF con toda seguridad dirían tl; dr y seguirían en el desmadre o en la introspección obsesiva, según el caso

Pasando a otras cosas, hay un detalle que no consideras sobre la vergüenza, MF: Según Nietzsche, la vergüenza es parte de la intimidad (en especial en los varones) y en ese estado inestable también se es más sensible, mucho más que en cualquier otra etapa de la vida. La estabilidad también te trae rigidez e inflexibilidad, cosa que no te deja conectarte fácilmente con el mundo alrededor