jueves, 7 de abril de 2011

Don Étimo y Orcos

La palabra exorcismo proviene del griego ex, 'fuera'; y 'orkismos', mal juramento; a su vez derivado de Orkos u Orcus, dios del inframundo que emergía a la superficie para castigar mediante un conjuro maligno a quien hubiese incumplido un juramento. Liberar a alguien de dicho conjuro significaba extraer de su cuerpo a Orkos o ex-orkismo. Así, en casi todas la religiones el exorcismo aparece como un recurso para expulsar al demonio que se introduce en un cuerpo humano para someterlo y usarlo como vehículo del mal (si la posesión es erótica, se trata del íncubo: un demonio con forma de hombre que copula con una mujer que duerme; y súcubo, cuando toma la forma de mujer para poseer a un varón dormido).
En la era moderna, la psiquiatría identificó los síntomas psicosomáticos de la "posesión diabólica" como casos de histeria, epilepsia, brote psicótico, esquizofrenia y depresión severa. No obstante, se reconoció la capacidad curatoria del exorcismo en los casos en que las víctimas (la mayoría, mujeres) eran maníaco-depresivas. Pues toda la atención vigorosa, rigurosa, que el sacerdote exorcista prestaba a la poseída (casi siempre una persona solitaria, olvidada o menospreciada), ayudaba a ésta a sentirse, quizá por primera vez en su vida, valorada, importante, querida, deseada -así fuese como envase- como objeto de salvación. Por tanto, el éxito del exorcismo (la tranquilidad, la paz de la víctima) consistía no tanto en que un supuesto demonio hubiese abandonado el cuerpo femenino, sino en el hecho de que se establecía una relación de pareja en la que el hombre buscaba a toda costa salvar a la mujer. ¿No es este el principio, por cierto, de muchas parejas y matrimonios?

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