viernes, 22 de abril de 2011

Pilatos y Pilates

- Digo, no manchen
Pontius Pilate, 1631, Jan Lievens

Joseph Pilates impartiendo clase
Poncio Pilatos, (en latín, Pontius Pilatus), el gobernador romano que mandó crucificar a Jesús sin acusarlo de nada, pues prefirió lavarse las manos antes que inventarle delitos, se asocia por el nombre -y la misma etimología-, con Pilates, el método de entrenamiento físico hoy en boga, cuyo autor fue el alemán Joseph Pilates (1883-1967), que por cierto, padeció mucho durante su infancia la carrilla que le acarreó el nombrecito: le decían el Poncio y el Anticristo. Como es común en casos de autosuperación, fue a partir de los defectos físicos infantiles (Pilates era asmático, patizambo y enclenque), pero sobre todo, a raíz de la gran admiración que sentía por el cuerpo de su padre, campeón de lucha grecorromana, que el niño Pilates se propuso no sólo imitarlo sino superarlo. Pilates emigró a EEUU en 1925, donde poco a poco popularizó, sobre todo entre las féminas, el método que originalmente denominó Contrología (o control mental de los músculos), pero que finalmente adquirió su nombre: Pilates. Y a propósito, Pilates, igual que Pilatos, se lavó las manos ante las acusaciones de pro-germanismo de que fue objeto durante la Primera Guerra Mundial y de pro-nazismo en la Segunda, pues bien se sabe del culto antiintelectual que los nazis rendían al cuerpo. Así, aun cuando Pilates proponía el uso de la mente, no era en términos intelectuales; el forzudo alemán pedía pensar nomás en los músculos. Y ya. Sin agotarse.

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