martes, 26 de abril de 2011

Transferencia

El terapeuta, 1941, René Magritte
Un viajero hace un alto en el camino para sentarse en un promontorio de arena. Se abre el capote y... se descubre al terapeuta. Transporta consigo dos pacientes: uno ya próximo a abandonar la jaula ¿abierta? Pero, si no está cerrada, la jaula no atrapa. Tal es el compromiso de la terapia: el paciente viaja durante un tramo de su camino personal junto con el terapeuta; aun más, se fusionan sus caminos. Así, el paciente es albergado por el terapeuta. Pero, más que guía de turistas, se trata de un guía interior que cubre con un manto rojo las pasiones que han de ser contenidas, circunscritas, limitadas no en una jaula como prisión sino como protección. Quien acude al terapeuta de súbito olvidó volar, se tornó ave de mal agüero, pues, por algún motivo difícil de desmenuzar, el mundo se le tornó extraño, ajeno, amenazador. Para la hasta entonces blanca paloma, desapareció de golpe el cielo, la ingenuidad, la inocencia: ha quedado atrapada en sí misma. El terapeuta ofrece entonces su caja de transición. Adviértase la paloma que aún sigue dentro de la jaula. No está aún preparada para salir; la otra se encuentra ya casi fuera. Casi: aún teme, desconfía de poder volar. El terapeuta da la espalda al ancho y profundo océano del inconsciente, allí donde se ahoga la simple conciencia individual. No quiere que, alcanzado ese punto del trayecto, lo contemplen en directo las pacientes aves ateridas. Prefiere que observen hacia adelante, hacia el cielo. Pero, el terapeuta también desea descansar: la larga caminata -a pesar del bastón de apoyo ultraconsciente y de su propio bagaje de emociones- ha resultado un esfuerzo agotador. Pues transportar, trasladar, transferir las conciencias (que dejaron de volar) hacia la libertad, exige paciencia e inteligencia para saber cuándo hay que parar, detener el viaje. La jaula recuérdese, nunca ha estado cerrada, pero se ha llevado a cabo, no obstante, como acto mágico bajo la capa del mago, una operación de transferencia. Freud, viandante, pajarero austríaco, empleó la palabra Übertragung: la transferencia, el traslado, el viaje del paciente... dentro de la jaula a corazón abierto del terapeuta. Quizá así debió con justeza titularse la obra.

1 comentario:

Sergio dijo...

y el mar atrás son los sentimientos a los que se asocia el agua?