sábado, 30 de octubre de 2010

Halloween: fiesta celta

Jack, el Tacaño
Del Halloween (de All-hallow-even: literalmente, 'De todos los Santos la Víspera'), una celebración celta de la Europa rural medieval, quizá la calabaza con una vela en su interior sea el símbolo más conocido. En el origen, la calabaza era más bien un nabo que supo usar Jack, el Tacaño o Stingy Jack.

Stingy Jack (sting es aguijón: el que pica o sablea para nunca pagar: un tacaño) era un borracho irlandés que se preciaba de jamás pagar sus bebidas. Un buen día de farra brutal, Jack cayó inconsciente. Al despertar, en medio de ardorosa cruda, advirtió que el Diablo, en persona, aguardaba a su lado para llevárselo a los apretados infiernos. Jack le solicitó un último deseo: tomar algo en la taberna del pueblo para aliviar la cruda. El Diablo accedió a condición de que se apurara. Jack pidió en la barra sus pintas de cerveza oscura, una tras otra, hasta que retomó la borrachera del día anterior. "Bien, es hora de irnos al infierno", ordenó el Diablo. "Pues paga primero -rió Jack- porque no traigo ni un quinto". El Diablo sorprendido, respondió molesto que los hijos de Satán no portaban dinero jamás . "¿Por qué no te conviertes en moneda de plata?", le sugirió Jack. "Pago contigo y luego recobras tu figura de Diablo". A regañadientes el Diablo se transformó en moneda. Jack, el tacaño (Stingy Jack), en acto reflejo, se echó la moneda (al Diablo, en realidad) a la bolsa y abandonó la taberna sin pagar. Con horror, el Diablo convertido en moneda, se percató de que en el boslillo de Jack, había también un crucifijo de plata. Lo cual lo inhibía para retomar su forma original. Suplicó a Jack que extrajera el crucifijo de la bolsa. El Tacaño puso su condición: por los próximos diez años, el Diablo no vendría por él para llevarlo al infierno. El Diablo no tuvo más remedio que aceptar. Y Jack vivió borracho diez años más. Hasta que retornó el Diablo, justo cuando Jack se recuperaba de otra cruda. "Esta vez nada de taberna", exclamó con severidad el Diablo. "De acuerdo -contestó Jack-, pero muero de hambre; dame una manzana de ese árbol que ves allá". El Diablo se enfurruñó: "¿Y por qué no la tomas tú?". Jack se bamboleaba: "¿Quieres que me parta la cabeza?Estoy mareado". El Diablo trepó a lo alto del árbol para cortar una manzana; al tiempo, Jack extrajo una navaja con la cual talló la figura de un crucifijo en la base del tronco. Así, el Diablo, con la ominosa señal en su contra, no podía bajar del árbol. Suplicó a Jack borrara la cruz. Jack, el Tacaño puso su condición: cinco años más de vida. El Diablo aceptó y se fue farfullando malas palabras al infierno. Hasta que llegó el día en que Stingy Jack ya no despertó de una guarapeta: había muerto de muerte natural. Llegó así, a las puertas del cielo. San Pedro le cerró el paso: "tu curriculum de ebrio profesional está plagado de pecados, vete al diablo". Jack se dirigió entonces al infierno. El Diablo lo saludó con insultos: "No puedes entrar, Tacaño tramposo, te condeno a vagar entre el cielo y el infierno". Stingy Jack, en memoria de sus anteriores aventuras juntos, pidió un último favor: una luz para ver en la oscuridad. El Diablo tomó una llamita del infierno y se la arrojó. Jack la metió apurado -se quemaba las manos- dentro de un nabo que ahuecó con su navaja y fabricó así, una linterna (de ahí otro de sus nombres: Jack o' Lantern o 'Jack, el de la linterna'; metáfora por cierto, del fuego fatuo, la forma en que se creía, brotaban de la tierra los Santos difuntos). De ese modo, Jack, el Tacaño, pudo deambular por las tinieblas entre el cielo y el infierno... como alma en pena, fantasma o difunto vivo y, por eso, santo.

Los campesinos irlandeses tomaron de la leyenda de Stingy Jack la costumbre de meter una vela dentro de un nabo para alumbrar a las almas en pena que emergen en invierno. Cuando familias irlandesas enteras emigraron a EEUU, el rito del nabo cruzó el Atlántico. Pero en América, lo que mejor se avino para albergar con suficiente espacio una vela encendida, fueron las calabazas gigantes. Y así surgió el famoso símbolo de Halloween. En el país más opulento del mundo, vaya ironía, se encuentra un Tacaño en el origen de dicha costumbre festiva. Por eso son ricos. (MFM)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De niño me encantaba la idea del Halloween: Los disfraces, los dulces (¡Desde luego!), los maratones de películas de horror, y en resumen, el ambiente festivo enfocado a menores de 21 años y refrescantemente ajeno a la culpa y la contrición inherente a las fiestas católicas.

Pero también me gustaba el Día de Muertos. A lo mejor el 2 de Noviembre no tiene ni por asomo toda la mercadotecnia y la pirotecnia del Halloween, pero tiene su atractivo azucarado (¿A quién no le gustan las calaveritas?). El Día de Muertos es un rollo más folklórico, más familiar (una fiesta que incluye a los parientes fallecidos, de hecho) y por ende menos alusivo a la pachanga, pero es único, es místico y es nuestro.

Pero en esta era de crisis económica, educativa y de hegemonización cultural, lo nuestro está siendo suplantado por lo "fashion". Ya sé, ya sé, yo mismo odiaba las cantaletas anti-Halloween cuando era niño (por las razones expuestas arriba), y no digo lo anterior buscando denostar el Halloween. A mi me parece muy bien que los negocios decoren sus establecimientos alusivamente, y que los niños se disfracen y pidan dulces como yo lo hice alguna vez, pero carajo, que no confundan ambas fechas. Hay muchas primarias públicas en donde los niños hacen altares, pero ¿De qué sirve, si ahí mismo tienen brujas, momias y calabazas pegadas en las ventanas después del 30 de Octubre? Y claro, la tele no ayuda. Los programas matutinos (Televisa y TV Azteca por igual) hacen gala de su ignorancia cultural (eso sí, desfrazados y con mucho entusiasmo) al presentar una alusión al 2 de Noviembre al ritmo de "Thriller" de Michael Jackson o del tema musical de "El Exorcista".

Para los que creen que exagero: ¿Quién de los que leen esto recuerda la última vez en que un niño le pidió "para su calaverita"?

Brujilda dijo...

Anónimo, para que no se agüite:

¿No me da mi calaverita?

ñaka ñaka cakle cakle!!!!!