miércoles, 6 de octubre de 2010

1927: aparece en EEUU el cine sonoro

Hoy en día resulta difícil imaginar el cine sin sonido, pero el gigantesco paso de las pantallas silenciosas al sonido de diálogos y música sincronizados con la fotografía en movimiento, fue una sorpresa que dejó pasmados y electrizados a los espectadores de la época. Para darse una idea, el fenómeno fue más o menos parecido a la sorpresa que produjeron técnicas nuevas como las vibraciones del sensorround en los setentas o las imágenes de hoy en día, en tercera dimensión.
Antes de 1927, sin embargo, la gente acudía a las salas de cine a ver, no a escuchar. El sonido, cuando había, consistía en un fondo musical ejecutado por un pianista en vivo tras bambalinas para animar las escenas de la película muda.
En 1926, Harry Warner, el mayor de los hermanos que darían su apellido a la famosa compañía de cine (Warner Bros.), acudió a Broadway a la puesta en escena de la obra El cantante de Jazz (The Jazz Singer), un drama musical que narraba la historia de una familia judía ortodoxa, cuyo padre, el rabino Rabinowitz anhelaba que su único hijo, Jakie, se convirtiese también en rabino. Jakie, no obstante amar a su padre, elige otro camino: convertirse en cantante de jazz. La trama, salpicada de piezas musicales, concluía en un final feliz.
Mientras tanto, los hermanos Warner realizaban experimentos con la compañía Vitaphone, a fin de grabar pistas de música junto con la imagen de las películas; se trataba así, de sincronizar sonido e imagen. The Jazz Singer fue el experimento ideal... y todo un éxito, debido a la estrella: el actor y cantante Al Jolson (1886-1950), que se pintó la cara de negro para interpretar canciones de jazz, las auténticas de los negros de Nueva Orleans o Dixieland. El maquillaje, sin embargo, no fue considerado racista entonces, sino más bien como un recurso para la integración de los numerosos inmigrantes que poblaban América del Norte durante esa época. Así, el negro, el judío y el europeo en general, se veían representados en el coctel judeonegroamericano que encarnaba muy bien El Cantante de Jazz.
El público que acudió a un teatro de Nueva York, la noche del 6 de octubre de 1927, para contemplar el estreno de The Jazz Singer (dirigida por Alan Crosland), nunca imaginó lo que en realidad presenciaría. En efecto, al escuchar ¡en la pantalla! la primera frase que Al Jolson usaba como broma introductoria en sus actos de cabaret: "Un momento, un momento, todavía no han escuchado nada" (Wait a minute, wait a minute, you ain't heard nothin' yet!), ocasionaron una reacción que primero fue una ola de murmullos de sorpresa, luego risas y gritos histéricos y, al final, aplausos de pie y la porra: Al-Jolson, Al-Jolson, Al-Jolson...
La siguiente es una escena de The Jazz Singer, justo cuando en un bar, el galán Jackie Rabinowitz (el actor Al Jolson) decide impresionar a su novia (May McAvoy) con sus habilidades de cantante y bailarín:



Toot, Toot, Tootsie goodbye,
Toot, Toot, Tootsie don't cry.


The choo-choo train that takes me away from you,
no words can tell how sad it makes me.


Kiss me, Tootsie, and then
I'll do it over again.


Watch for the mail,
I'll never fail,
if you don't get a letter
then you'll know I'm in jail.


Toot, Toot, Tootsie don't cry,
Toot, Toot, Tootsie goodbye!

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La aparición de las películas con sonido (talkies) sepultó carreras completas de actores geniales como Buster Keaton (1895-1966), extraordinario comediante que sin embargo, no logró salir del cine mudo, pues sus mayores éxitos se basaban en gags silenciosos y movimientos corporales, más propios de un mimo. Al pasar al cine sonoro, Keaton ya no pudo hacer reír mediante diálogos hablados.

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