sábado, 12 de junio de 2010

Vuvuzela y nacionalismo a berridos

A modo de comercial introductorio
La trompeta que soplan los fanáticos sudafricanos de futbol y que hace que se vea chiquita la corneta pulida de cualquier mariachi panzón, se llama vuvuzela. Es voz zulú que designa el ruido incesante vuvu-vuvu-vuvu. Las vuvuzelas emiten un sonido apocalíptico semejante al de una estampida de elefantes con las trompas en alto. No se recomienda estar próximos a una vuvuzela, mientras se lee por ejemplo, a John Maxwell Coetzee.
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+Tiene la palabra el maestro Monsiváis:

"¿En cuántos códigos genéticos ha quedado ya inscrito el igualamiento de futbol y sentimiento patriótico?
El nacionalismo es instrumento básico en la tarea de extraer conclusiones positivas del caos que se vive. Por eso sus variantes siguen el ritmo de la política.
Sin que se advierta en demasía, se adueña de le escena un nacionalismo determinado ya, casi de modo exclusivo, por las apetencias y exigencias de las mayorías.

Y Televisa, que representa la tecnología como sed de venta y la compra como hambre de ascenso social, insiste en un hecho simple: el futbol es la etapa superior de la humanidad, la causa que refresca.

Hacia una fenomenología del gol (subtítulo apócrifo)


Fundidos en una sola voluntad, los fanáticos (que, por serlo, resultan los patriotas) apoyan al equipo con trofeos de la garganta, ademanes nerviosos, monólogos de intensidad variable, chiflidos, olas, porras, órdenes fulminantes ("¡Mete gol, pendejo!"). Cada espectador -que, por serlo, es un experto- prodiga y niega reconocimientos, se queja del nivel del juego y lo juzga maravilloso, levanta en señal de triunfo el pulgar y le mienta la madre al infinito. En los segundos muertos adoctrina partidistamente a su vecino, a su compadre, a su mujer, a sus hijos, a la multitud. "¡Te lo dije! ¡Vamos ganando! ¡Ya la hicimos!" Todo en plural, la Selección Nacional es México y nosotros somos la Selección y México -por intermediación de un equipo- vuelve a ser nuestro.
-DURO/DURO/DURO/DURO.
En un campeonato la reacción del público ante un gol es lo que gusten, manden y demanden la legión de psicoanalistas y sociólogos, posados sobre cada partido: rendición inesperada del himen colectivo, asalto al vientre materno, trauma solucionado de un solo tiro, hazaña que comentar sin término a lo largo de esa vida longeva que es la próxima semana. Pero el enemigo se acerca a nuestra meta y está en peligro la Patria. Los nuestros se aproximan a la meta enemiga y la Patria avanza, sin constituciones pero con locutores.
Una certeza de la extrema realidad de este certamen: las naciones representan a sus selecciones de futbol y no a la inversa, del triunfo o del fracaso de los equipos depende el lugar de los países en el concierto universal. La vocación deportiva ligada al narcisimo nacional.
Todos se han convertido ya a la religión del patriotismo deportivo cuya sede eclesiástica es la televisión.


¡Ay, las alegorías del ruido!

El silencio ofende, el silencio es antipatriótico, y hay que pulverizarlo con el claxon, con los chiflidos, con las porras, con las matracas, con el voceo interminable del vocablo canonizado: MÉ-XI-CO/MÉ-XI-CO/ MÉ-XI-CO. A la demanda del ruido, la corona el hecho primordial, no de catarsis como tanto se dice, sino de lo contrario, de la limpieza del alma a través de la dicha. La felicidad vuelve a raudales y hay que asirla a como dé lugar, ensalcemos a México durante las horas que hagan falta para que retorne el sentimiento confiscado por la crisis, por el monstruo urbano, por la falta de atractivos personales, por el tedio de ser siempre uno mismo."

- Fragmentos del ensayo de Carlos Monsiváis:
¡¡¡Goool!!! Somos el desmadre, del libro "Entrada libre, crónicas de la sociedad que se organiza", Biblioteca ERA, 1988.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

denle un cornetazo en la oreja a emilio y su gabinete a ver si con eso despiertan

Anónimo dijo...

Ellos vuvuzela, nosotros "toroto"