'El auge del futbol en México es reciente. Durante la primera mitad del
siglo XX, otros deportes lo superaban en popularidad. Al beisbol lo
habían traído las empresas norteamericanas (dedicadas a las minas, los
ferrocarriles, la extracción de petróleo) asentadas a lo largo de la
frontera norte, el Golfo de México y el Pacífico. El futbol americano
gozó de mucho arraigo en las dos principales instituciones de enseñanza
superior que había en los cuarenta y cincuenta: la Universidad Nacional y
el Instituto Politécnico. El box gustaba mucho, tal vez porque se
avenía bien con el estoicismo mexicano. También la lucha libre apelaba a
esa cualidad tan prehispánica como española, con el atractivo adicional
del color y las misteriosas máscaras. Es obvio que ninguno de esos
deportes ha desaparecido, pero han sido absolutamente opacados por el
juego (importado hacia 1902 por mineros ingleses) que hoy es el deporte
nacional. La hegemonía del futbol es quizá irreversible. Vale la pena
preguntarse si es sana. (...)
Creo que hace cincuenta años la pasión deportiva estaba repartida más democráticamente.
En los cincuenta, México era un mosaico deportivo que se reflejaba
profusamente en la radio, un poco en la televisión y con mucha vitalidad
en la prensa. Era ilustrativo leer los diarios deportivos: Esto, Ovaciones y La Afición,
éste último muy crítico y bien escrito. Además había excelentes
periodistas, como Manuel Seyde, cuya prosa destilaba elegancia y veneno,
tanto que fue él quien bautizó a la selección como "los Ratoncitos
Verdes". De pronto, todo cambió, no solo en México sino en el mundo. La
trasmisión por televisión de la Copa Mundial de Chile en 1962 fue el
presagio de una nueva era. (...)
No volverán los tiempos del beisbol, el futbol americano, el box y las
luchas, pero es bueno recordar que en esos deportes (y en otros, como
los clavados) México alcanzó niveles de excelencia. De haber porfiado en
ellos, acaso nuestras modestas alegrías deportivas serían más
frecuentes.
-extractos de Cuando el futbol era un deporte más de Enrique Krauze
No hay comentarios:
Publicar un comentario