sábado, 9 de noviembre de 2013

De insultos exóticos

De regreso de una cena romántica (o el consumo, bajo luz de velas, de queso, pan y vino tinto), enfiló a pie, ya muy entrada la noche fría, por la calle Manuel López Cotilla (ese educador liberal tan transitado como calle y nada en su biografía) rumbo a la avenida Chapultepec, cuando del estacionamiento de un bar gay, emergieron dos sombras (¿se perseguían?), dos adultos, diríase mayores, pero vestidos como adolescentes (en jeans shorts, camiseta ajustada al cuerpo, botas negras de soldado), rostros maquillados, con pelo azul uno y amarillo el otro. Se reprochaban a gritos, con marcado acento ¿centroamericano? ¿cubano?, cierto episodio de celos. "¡Ere' una abuela odiosa, y es veldá!", vociferó el del pelo azul. Y al instante, el de pelo amarillo y lentes colocados como diadema, reviró:
-Y tú, goevón, ere' la mismísima isla del Caribe: ¡Antigua y Barbuda!
El viandante cruzó entre ellos, esquivó los autos, aceleró el paso. Le urgía llegar a  casa a ponerse un suéter y sobre todo, a anotar en su lista de palabras novedosas, el insulto tropical.

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