lunes, 17 de junio de 2013
Leer y sentir
El concertista Leo van Doeselaar interpreta música de Bach para órgano. Sin embargo, el músico no sólo toca sino que -en operación simultánea- lee la partitura; es decir, traduce las notas de Bach: transforma al instante signos impresos en sonidos musicales. Y adviértase el cabeceo y movimientos de la boca de Leo. Resultaría cómico de no ser porque sabemos que lee y, como los niños que aprenden a leer, pronuncia o vocaliza las notas (do, re, mi, etcétera); pero lo admirable es que contemplamos una lectura de comprensión: el músico siente, introyecta, se vuelve uno con el significado de la partitura, el instrumento, sus manos y su goce. ¡Se ha olvidado de cada uno de dichos elementos para transfigurarse en Bach! O mejor aún: en música de Bach, en un flujo continuo de sensibilidad y sentido como cuando se hace el amor o se baila. Tal vez así debería leerse la literatura: olvidándose del formato del libro, del sillón, de la lámpara y de uno mismo como lector, para que cobre vida el autor en nosotros; o mejor aún, su obra. Tal vez así debería hacerse el amor: olvidándose del tiempo, del sitio, del ruido de las ideas en la cabeza, de los cuerpos, abandonarse para cobrar vida en un solo flujo de... cariiño.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Que maravilla! La interpretación y el sentir unificado de este músico es admirable. Brillante reflexión y analogía del interprete del cariño! Saludos!
Publicar un comentario