lunes, 7 de mayo de 2012

Apunte con cronómetro: "le recuerdo que tiene un segundo para evaluar el formato de debate del sistema político mexicano"

Con el formato vigente del IFE, resulta falaz sostener que alguien pueda -salvo los adictos a la encuestitits de me-late- proclamar un ganador de debate. Porque ¿quién puede ganar qué, bajo qué criterios de evaluación de cuáles jueces? (El periódico Mural, ingenua o irresponsablemente, convoca a juzgar a ¡sus suscriptores! Who?). Como una carrera de velocidad, se necesitaría que el punto de partida y la meta del debate estuviesen claramente definidos: por ejemplo, agotar un tema (el de seguridad pública, el más apremiante de la agenda política), en vez de picotear todos, de prisa y de modo inconexo y superficial. ¿De qué sirve reiterar promesas y ataques ya escuchados previamente en las campañas? Y el sistema de rifa de temas selectos y preguntitas aleatorias (la risa congelada de la moderadora revelaba una mediocridad siniestra de vendedora a domicilio que no cree en el producto que oferta) no parece ser el mejor modo de articular un diálogo frontal lógico, continuo, espontáneo que desemboque en conclusiones (compárese en ese sentido, con la agilidad y fluidez, tête-à-tête, del debate francés).
Así, el intercambio de promesas y ataques -que no, debate- que se presenció ayer, no se saldó con la derrota contundente (por nocaut como esperaban algunos) del puntero en las encuestas, Peña Nieto, quien como era previsible, era el enemigo a vencer. Lo atacaron sin cesar PAN y PRD. Pero, se insiste, para noquear a Peña hubiese sido necesaria una información novedosa, una delación o revelación con un gran efecto sorpresa para Peña mismo, pero sobre todo, para el auditorio. No fue así: Josefina y AMLO reiteraron los ataques de siempre, ya por sabidos desgastados (así la alusión al caso Paulette o las fotografías añejas exhibidas por López Obrador).
Peña Nieto se fue ahora al otro extremo del teleprompter, esto es, de la incapacidad de improvisación o de responder-al-bote-pronto que se le atribuye. Se dedicó así, a responder ataques, sigificativamente a Josefina, a quien de manera casi maníaca, la instó a que explicara su ausencia en la Cámara de Diputados. En ese sentido, debió emular al candidato priista a la gubernatura de Jalisco, Aristóteles, que se mostró fresco, sonriente y con buenos reflejos para reaccionar a los ataques sin verse preocupado ni casarse con ningún oponente. Con todo, Peña Nieto no fue noqueado ni despeinado y pudo articular su discurso clásico priista de corridito sin la torpeza ni los titubeos o mente-en-blanco que todos auguraban.
AMLO se mostró cansado, ajeno al ritmo de los temas (omitió incluso responder varias veces la pregunta en turno), con el gesto adusto parecía a ratos que reeditaba el debate del 2006; hubiese sido preferible que Andrés Manuel se mostrara sonriente, con sentido del humor y despreocupado, juvenil, consecuente con su novísimo dicurso del candidato amoroso que no alberga rencores. Pero no fue así y resurgió la cantilena de los de arriba, los que mandan, la mafia, los buenos y los malos, para apelar a la moral y la honestidad como medios para acabar con la corrupción sin definirlos como conceptos políticos.
Quadri fungió como el gran señuelo o distractor, seductor del encuentro. Con su deslinde constante de los políticos y la autodefinición de él mismo como ciudadano (mentira que esconde el gran pacto político que debió concertar con la maestra Gordillo y el SNTE para que le autorizaran cierto margen de actuación como profesor chiflado independiente) exhibió sus dotes didácticas de expositor y, aunque da en el blanco con algunas ideas sueltas, la jaula desde la que gorjea, es la falla de origen que lo suprime y exhibe como curiosidad extravagante, sí, pero cómplice de los gángsters del sindicato de maestros.
¿Y Vázquez Mota? Además de atacar a Peña, ¿se advierte algún discurso original, claro y contrastante con el de felipito? ¿Se puede descubrir alguna señal de que se trata de una verdadera líder del PAN? En la forma, insiste en declamar acartonadamente buscando siempre la complicidad -el guiño femenino a las amas de casa- de las familias convencionales. Josefina es el ronco canto del cisne del régimen panista.

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