lunes, 28 de mayo de 2012

Eudemonía

Las penas de Werther
-William Thackeray


Werther amaba a Carlota
con amor que maravilla.
La vio cuando ella cortaba
el pan y la mantequilla.

Carlota estaba casada
y Werther no era inmoral:
por todo el oro de las Indias
no le haría ningún mal.

Así que lloró y penó
y la pasión le hizo hervir
hasta saltarse los sesos
y ya nunca más sufrir.

Carlota, al ver su cadáver
llevado en una camilla,
muy digna siguió cortando
el pan y la mantequilla.

-¡Ajá, conque tú traes el cuchillo! ¿Me lo prestas tantito para untarle mantequilla a mis galletas?
Al contrario de lo que suele pensarse, cuenta más el estado de ánimo que el de salud, pues un buen talante permite incluso sortear abatimientos físicos. No se trata de optar por un optimismo bobo al estilo de los cursos de superación personal (¿existen cursos de superación impersonal?) sino de ejercitar el músculo de la ecuanimidad que permite situar en perspectiva y contexto amplio la aventura humana. A sabiendas de que a la vuelta del drama se encuentra la comedia y viceversa, conviene no sobredimensionar el drama, la crisis o el conflicto so pena de que se vuelvan adicción o se tomen por condición natural, convirtiendo la vida en telenovela mexicana (¿pleonasmo?), cuando de antiguo se sabe que la eudemonía no se prepara con un solo ingrediente o aspecto de la condición humana.

1 comentario:

M dijo...

No rendirse a un vulgar humor. Hombre grande el que nunca se sujeta a peregrinas impresiones. Es lección de advertencia la reflexión sobre sí: un conocer su disposición actual y prevenirla, y aun decantarse al otro extremo para hallar, entre el natural y el arte, el fiel de la sindéresis. Principio es de corregirse el conocerse; que hay monstruos de la impertinencia: siempre están de algún humor y varían afectos con ellos; y arrastrados eternamente de esta destemplanza civil, contradictoriamente se empeñan. Y no sólo gasta la voluntad este exceso, sino que se atreve al juicio, alterando el querer y el entender.

- Baltazar Gracián