martes, 6 de marzo de 2012

Hoy cumple años Gabo: se le festeja (re)leyéndolo

"Viena era todavía una antiugua ciudad imperial, cuya posición geográfica entre los dos mundos irreconciliables que dejó la Segunda Guerra había acabado de convertirla en un paraíso del mercado negro y el espionaje mundial. No hubiera podido imaginarme un ámbito más adecuado para aquella compatriota fugitiva que seguía comiendo en la taberna estudiantil de la esquina sólo por fidelidad a su origen, pues tenía recursos de sobra para comprarla de contado con todos sus comensales dentro. Nunca dio su verdadero nombre, pues siempre la conocimos con el trabalenguas germánico que le inventaron los estudiantes latinos de Viena: Frau Frida. Apenas me la habían presentado cuando incurrí en la impertinencia feliz de preguntarle cómo había hecho para implantarse de tal modo en aquel mundo tan distante y distinto de sus riscos de vientos del Quindío, y ella me contestó con un golpe:
-Me alquilo para soñar."

-en Doce Cuentos Peregrinos, Gabriel García Márquez, 2010, Editorial Diana

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Gabo (Aracataca, 1927) en el DF, en pose de galán joven, prueba fisonómica irrefutable de que el mejor caricaturista es el tiempo.
Caricatura de J. Aidegeuer
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Gabo pasó (aplausos sin Zetas) por Nuevo Laredo, Tamaulipas
E
n septiembre de 1961, un tenaz periodista colombiano, entre muchos otros latinoamericanos que se forjaban en el modelo profesional del reporter o journalist en la ciudad de Nueva York, fue alertado de que grupos anticastristas azuzados por la CIA, lo andaban buscando para darle una paliza por simpatizar y abogar por Fidel Castro. El periodista era Gabriel García Márquez, que debió abandonar EEUU a toda prisa junto con su esposa Mercedes. Partió rumbo a México en el tren Águila Azteca. El 4 de septiembre del año citado, Gabo cruzó el Puente Internacional de Nuevo Laredo, en un vagón de segunda clase; puesto que el tren que lo trasladaría al DF venía con retraso, en el sigilo de la noche, él y su esposa que no habían comido nada, bajaron del tren y deambularon por el centro de Nuevo Laredo hasta que descubrieron la Fonda de Alicia, un lugar que permanece abierto aún hoy en día, donde saciaron su apetito feroz. Gabo mientras cenaba, comentó a su mujer: "en un país que cocina arroz así, vale la pena vivir".
El 5 de septiembre de 2008, el ya premio Nobel colombiano, junto con su esposa, volvió a la misma estación de tren, ahora convertida en biblioteca de 6 mil volúmenes por obra y gracia del Ayuntamiento de Nuevo Laredo. Quizá Gabo esperaba encontrarse con la misma sala de espera que vio en 1961, con las mismas largas bancas de caoba bajo techos altísimos propios de la arquitectura de los años treinta. Pero el alcalde de la ciudad, Ramón Garza Barrios (un junior, hijo de agente aduanal, ex-condiscípulo de escuela primaria de uno de mis hermanos menores) dispuso las cosas a su manera: montó una solemne ceremonia oficial, con entrega de las llaves de la ciudad al escritor, ante la presencia de las Fuerzas Vivas tanto de Laredo, Texas, como de Nuevo Laredo, para develar una placa en el preciso lugar por donde el alguna vez, el desconocido Gabriel García Márquez, pasó el 4 de septiembre de 1961 (por cierto, cuatro años antes de encerrarse en un cuarto de hotel en Acapulco para redactar Cien Años de Soledad) .
¿Habrá acudido alguien a la biblioteca Estación de la Palabra después de que el premio Nobel se marchó? Ah, en tiempos de Zetas, agentes aduanales cobrones y comerciantes atareados en forrarse de billetes, los neolaredenses deberían acudir a hojear siquiera el libro más delgadito de Gabo: La hojarasca, cuyas primeras líneas muy bien podrían referirse a Nuevo Laredo, ciudad-puente, paso de todos y de nadie:
"Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos".
Gabriel García Márquez, el 5 de septiembre de 2008, en la estación de ferrocarriles de Nuevo Laredo, por donde pasó en 1961.

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