Sobre un comentario radiofónico en El Acordeón a propósito del concepto de libre albedrío (del latín arbitrium, 'arbitrio', 'árbitro') y sus limitaciones frente a los determinismos de la realidad (nuestra fuerza de voluntad se encuentra condicionada por la pertenencia a una clase social, por el país de origen, por la historia infantil, por la formación formal e informal, etcétera), alguno/as radioescuchas me solicitaron más concisión en las conclusiones. Así, caer en cuenta, tener conciencia, con el mayor rigor posible de la clase de conexión entre nuestro libre albedrío o mejor, nuestra libertad y sus condiciones, significa ser realistas; esto es, ser capaces de asumir la cuota de realidad que nos corresponde. En ese sentido, acudo a Savater en mi ayuda:
"La conciencia es la interiorización de la realidad como aquello que se resiste independientemente a nuestros deseos y, a la par, como lo único capaz de satisfacerlos puesto que los ha suscitado. De modo que puede decirse que la locura y la maldad, en tanto no expresan mera desaprobación social sino trastorno íntimo que lacera a quien lo padece -¡la ira del tigre!- son ante todo faltas de realismo."
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