jueves, 2 de febrero de 2012

De la conveniencia de no postergar el fin del mundo postergado

La irresistible atracción que ejerce la fórmula aditiva: a-mayor-antigüedad-mayor-sabiduría-mayor-misterio (por alguna misteriosa razón, las horas que corren hoy en día no ofrecen misterio) fomenta la admiración y el pasmo babeante por la cultura maya que desapareció de súbito en medio de pirámides y juegos de pelota (¿fueron a buscar la bolita y ya no hallaron el camino de regreso?). Según los aficionados al deporte extremo del cálculo matemático de ciclos de miles de años, el calendario maya fecha el fin del mundo (anótese aquí, al gusto, la definición de mundo) el 21 de diciembre de 2012. Así, toda clase de profetas y mofetas habla ya del fin del mundo malo que dará paso al comienzo del mundo bueno con la llegada de una nueva era espiritual que incluye el arribo, a nado de mariposa, a las playas de Cancún, de todos los Mesías: incluidos Quetzalcóatl, Jesús y la mamá de Bambi. Se sabe de europeos (sobre todo italianos, que desde Colón buscan, volanteando crucero, la otra ruta a las Indias) que adquirieron ya palapas de primera fila para contemplar sin pestañear el espectáculo de luz y sonido de la profecía maya hundiendo el mundo. Los fans de la banda MiSA o la Misteriosa Sabiduría Antiquísima (que entona la lógica retro: mientras más antigua, más sabia y más misteriosa) preparan ya para el 21 de diciembre, rituales, danzas y sandwiches. Conviene entonces admitir la profecía. De acuerdo: que se acabe el mundo. ¿Qué actitud tomarían los habituados a postergar para pasado mañana lo que pueden hacer mañana?¿Qué haría usted si de veras le certifican que su vida termina el 21 de diciembre próximo? Sartre aseveró que los seres humanos nunca estuvieron tan vivos como durante la Segunda Guerra, cuando sabían que podían morir. Sin necesidad de profecías mayas, la mayoría de las personas se autoprofetiza una vida -bajita la mano- de cien años mínimo. A fin de activar voluntades de cambio, despertar de letargos, sacudir modorras de no-tengo-tiempo-para-lo-importante-sino-para-lo-necesario, ¿no sería saludable promover la creencia a ciegas de que el próximo 21 de diciembre todos iremos a parar a donde fueron a parar los mayas que dijeron que iban por la pelota? (MFM)

1 comentario:

Unknown dijo...

Genial texto, excelente propuesta. Hay que pensar que hoy puedes ser nuestro último día.