lunes, 13 de febrero de 2012

Mamá Mota

La urgencia de escapar del vocabulario bélico de Felipe Calderón ha provocado graves retrocesos discursivos: la invocación del amor y de la familia como remedios a la guerra.

(...)Mientras la izquierda propone una república amorosa, la derecha propone una política maternal.
La presidenta como madre que nos cuida, que nos alimenta, que nos protege de los malos y nos educa para el bien. No niego que la línea sea emocionalmente poderosa. No dudo que funcione y que, en algunos círculos, resulte hasta conmovedora. Lo que quisiera explorar es si ese discurso es democráticamente aceptable y si está la candidata dispuesta a asumir las consecuencias de esa concepción. Asociar el gobierno con la paternidad (o la maternidad) es una de las ideas más antiguas y, quizá por ello, una de las nociones primordiales de la política: el gobernante como un padre protector que, con severidad (o dulzura), nos hace ver lo que por nuestra inmadurez, no alcanzamos a entender. El paternalismo nos niega como ciudadanos capaces de evaluar el mundo por nosotros mismos. Nos ve como niños y nos trata como niños. Nos cree incapaces de decidir y, sobre todo, está convencido de que nos podemos hacer mucho daño si nos dejan libres. Cuando el patriarca nos castiga es, siempre en nuestro nombre y para nuestro propio bien. Por eso me parece inaceptable el maternalismo de Josefina Vázquez Mota. Sería aberrante que Peña Nieto o López Obrador ofrecieran cuidarnos como cuidan a sus hijos porque lo que queremos de un gobernante es que nos reconozca como ciudadanos.
El maternalismo de Josefina Vázquez Mota es la forma más desafortunada de usar políticamente la carta de género porque lanza a su propia familia al ring de la contienda, porque confunde el ámbito privado con la esfera pública, porque desliza una preocupante negación de nuestra adultez. No niego la importancia histórica de que Josefina Vázquez Mota sea la primera mujer con probabilidades serias de ocupar la presidencia de la república. No niego tampoco que una mujer pudiera, por el hecho de serlo, representar un estilo de liderazgo peculiar que, como ha apuntado Joseph Nye, sea más adecuado a los nuevos tiempos. Lo que cuestiono es que se invoque a la familia como modelo político. Hacerlo invita a una inspección que nada aporta a la vida pública. Si la panista relata que nos cuidará como ha cuidado de sus hijas, ¿tendríamos derecho a examinar cómo lo ha hecho? ¿Podríamos criticarla en los medios como madre de familia? ¿Creería legítimo que se cuestionara públicamente su maternidad? Supongo que no: para evaluar a la política debemos mantenernos lejos de la recámara de sus hijas. La candidata no debería invitarnos a abrir esa puerta.

-Jesús Silva-Herzog Márquez

2 comentarios:

NGP dijo...

Al estilo paneque: "mis logros privados demuestran mi capacidad en el servicio público, pero ni se te ocurra juzgar mi vida privada, a menos que sea de forma que yo me vea muy pero muy bien". Eso es curarse en salud. La circularidad de su lógica es de miedo.

elexploradordeloreal dijo...

¡¡Miren nada más!! Los bonobos...William y Anne(Pan paniscus y Pan troglodytes); Lástima que se nieguen en lo que por eje... caracteriza en sus relaciones sociales, a tales homínidos.