El ejemplo uruguayo
-Mario Vargas Llosa
Ha hecho bien The Economist en declarar a Uruguay el país
del año y en calificar de admirables las dos reformas liberales más
radicales tomadas en 2013 por el Gobierno del presidente José Mujica: el
matrimonio gay y la legalización y regulación de la producción, la
venta y el consumo de la marihuana (*).
Es extraordinario que ambas medidas, inspiradas en la cultura de la
libertad, hayan sido adoptadas por el Gobierno de un movimiento que en
su origen no creía en la democracia sino en la revolución marxista
leninista y el modelo cubano de autoritarismo vertical y de partido
único. Desde que subió al poder, el presidente José Mujica, que en su
juventud fue guerrillero tupamaro, asaltó bancos y pasó muchos años en
la cárcel, donde fue torturado durante la dictadura militar, ha
respetado escrupulosamente las instituciones democráticas —la libertad
de prensa, la independencia de poderes, la coexistencia de partidos
políticos y las elecciones libres— así como la economía de mercado, la
propiedad privada y alentado la inversión extranjera. Esta política del
anciano y simpático estadista que habla con una sinceridad insólita en
un gobernante, aunque ello le signifique meter la pata de cuando en
cuando, vive muy modestamente en su pequeña chacra de las afueras de
Montevideo y viaja siempre en segunda clase en sus viajes oficiales, ha
dado a Uruguay una imagen de país estable, moderno, libre y seguro, lo
que le ha permitido crecer económicamente y avanzar en la justicia
social al mismo tiempo que extendía los beneficios de la libertad en
todos los campos, venciendo las presiones de una minoría recalcitrante
de la alianza.
(...)
¿Será exitoso el audaz experimento uruguayo de legalizar la producción y
el consumo de la marihuana? Lo sería mucho más, sin ninguna duda, si la
medida no quedara confinada en un solo país (y no fuera tan estatista)
sino comprendiera un acuerdo internacional del que participaran tanto
los países productores como consumidores. Pero, aun así, la medida va a
golpear a los traficantes y por lo tanto a la delincuencia derivada del
consumo ilegal y demostrará a la larga que la legalización no aumenta
notoriamente el consumo sino en un primer momento, aunque luego,
desaparecido el tabú que suele prestigiar a la droga ante los jóvenes,
tienda a reducirlo. Lo importante es que la legalización vaya acompañada
de campañas educativas —como las que combaten el tabaco o explican los
efectos dañinos del alcohol— y de rehabilitación, de modo que quienes
fuman marihuana lo hagan con perfecta conciencia de lo que hacen, al
igual que ocurre hoy día con quienes fuman tabaco o beben alcohol.
La libertad tiene sus riesgos y quienes creen en ella deben estar
dispuestos a correrlos en todos los dominios, no sólo en el cultural, el
religioso y el político. Así lo ha entendido el Gobierno uruguayo y hay
que aplaudirlo por ello. Ojalá otros aprendan la lección y sigan su ejemplo.
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(*) Aunque se le atribuye origen mexicano la etimología de la palabra mariguana para designar la planta Cannabis sativa, es incierta. Así, con hache, la palabra marihuana la usan en España (también usan canabis, cáñamo y yerba). En México se escribe mariguana (además de usar grifa, mota, un churro, un gallo, de la verde). Para los gringos lleva jota: marijuana, pero generalmente se usa dope que a su vez procede del holandés doop: 'salsa espesa'... que se obtenía al hervir la goma de opio. Dope es 'droga', en general, pero casi siempre se refiere a la mariguana; y a la vez Dope, Dopey, significa 'tonto, bobo, torpe' como si se tuviese dentro de la cabeza una 'salsa espesa'. En español, pasa como anglicismo ('doparse', 'dopado') y se distorsiona incluso como galicismo por los locutores deportivos al rematar con el francés -age: dopaje. Uf.
El origen de la leyenda negra y la prohibición de la mariguana surgen, en 1937, en EEUU, con nombre y apellido: Harry S. Anslinger. Para comprender entonces la pesada carga semántica, terroríficamente inducida campaña tras campaña, de la categoría 'mariguano'; y para entender el salvajismo de la violencia institucional desplegada para combatir la mariguana, es imprescindible leer la biografía de Harry S. Anslinger.
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