viernes, 27 de diciembre de 2013

Reforma/ O de cómo en este instante se mueve el piso de la historia

La reforma energética es el cambio más profundo de las últimas décadas
Unos lo festejan como si fuera la catapulta que nos hacía falta, otros lo lamentan como muerte de la nación misma. No soy capaz de identificarme con unos ni con otros pero logro advertir la trascendencia de la reforma. Carezco de la contundencia anímica de los optimistas y de los pesimistas para creer que sólo maravillas o maldiciones se desprenderán del cambio, pero parece indudable que se trata de una reforma importantísima en lo económico, lo institucional y lo simbólico. El cambio pone fin a una era e inaugura, posiblemente, otra. Los efectos del cambio dependerán tanto de su gestión como de su definición normativa.
Algo debe reconocerse de inmediato: el gobierno apostó todo a la reforma y la consiguió. Si el gobierno de Peña Nieto buscaba una medida para probar aquí y afuera su eficacia, una clara señal de su ambición reformista era precisamente en esta materia, en el más profundo de los símbolos del nacionalismo económico. El éxito del gobierno es innegable. Podrá debatirse el impacto de las reformas, podrá cuestionarse el método empleado para conseguirlas pero no puede menospreciarse la capacidad del gobierno para llegar al sitio al que se propuso llegar. (...)
 Lo notable es la adecuación de la palanca a la traba.
El gobierno no atizó el conflicto pero estuvo dispuesto a asumir los costos de la polarización. Sabía bien que una reforma al magisterio encendería una intensa movilización de reclamos. Sabía igualmente que tocar el tabú del petróleo provocaría una respuesta vehemente. Advirtiendo las consecuencias políticas de la reforma, siguió adelante. No veo en ello provocación sino reconocimiento de que no hay reforma relevante que no genere inconformidad. El costo de la reforma auténtica es lastimar a quienes disfrutaban de los beneficios de un arreglo socialmente dañino, lastimar a quienes permanecen adheridos a los dogmas.

-Otra lectura del primer año, Jesús Silva-Herzog

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