miércoles, 11 de diciembre de 2013

De leer

Y leer, ¿para qué?
-Fernando Escalante Gonzalbo
Otra vez, como todos los años, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha
inspirado a nuestros notables toda clase de simplezas sobre los libros y la lectura. Ha habido, como de costumbre, elogios hiperbólicos de autores que nadie lee, festejos como de concierto de rock o de campo de futbol, anuncio de récords y declaraciones solemnísimas sobre la importancia de la lectura, que es imposible tomarse en serio.
No me parece mal, que conste: la FIL es para eso. Es una exhibición inmejorable del estado actual de la cultura del libro —mejor dicho: de lo que queda de la cultura del libro, como apéndice de la industria del espectáculo. Y para ese aparato es indispensable el exhibicionismo santurrón de los estremecidos lectores, que ratifica el valor social de los libros como criterio de distinción. Supongo que se entiende, no se trata de leer, sino de hablar sobre la lectura, los libros, los autores, conversar con alguno o tener su firma, una foto, y si uno es verdaderamente culto, referirse a ellos por su nombre de pila. La hipocresía es transparente, y da igual. Es claro que la lectura no tiene ninguna importancia para todos los que declaran ante los reflectores su amor por la lectura. Eso forma parte de otro mecanismo: publicidad, fama, elegancia, dinero, amistades.
Es incómodo, molesto, que otra vez, como todos los años, nos hayamos quedado con las ganas de saber qué es lo que el gobierno piensa que debe hacerse para la promoción de la lectura. El secretario de Educación cumplió con decir que la reforma educativa "se concretará en la trascendental tarea de formar lectores" y que "además de alfabetizar a la población, la cuestión es hacerla permanentemente lectora". Bien. Nos falta saber por qué y cómo. El gobierno de Vicente Fox encontró una fórmula muy sonora: "Por un país de lectores". Aunque no fuese original, la frase sonaba bien. El problema es que no había ni diagnóstico ni estrategia, ni nada.
No es territorio incógnito. Sabemos muchas cosas sobre los libros y la lectura, y sobre las campañas de promoción de la lectura. Sabemos qué cosas no funcionan. Imprimir cincuenta, cien títulos para venderlos muy baratos es una tontería. En cambio, las bibliotecas de aula son una muy buena idea, sólo que necesita que los maestros la pongan en marcha. Nos quedamos con las ganas de saber qué piensa el gobierno federal.
El propósito de que todos los mexicanos sean grandes lectores es absurdo. El propósito de que alguien, quien sea, lea algo, lo que sea, es igualmente absurdo. El asunto no es trivial, necesita definiciones: ¿Que lean quiénes? ¿En qué condiciones, qué lecturas, por qué motivos? ¿Y por qué eso es una tarea del Estado?
El PAN no se opone. El PRD no pondrá bajo asedio a la SEP, ni al CONACULTA. No es mucho pedir: leer ¿para qué?

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