Entrevista con Manuel Castells
En los movimientos sociales del 68 subyacía un factor ideológico que ha
perdido presencia en los nuevos, ¿qué cambió?
-Es
que los movimientos sociales no buscan tomar el poder. Nunca. Cuando lo
intentan se vuelven movimientos político revolucionarios, que es otra
cosa. El movimiento social busca cambios en las mentes de las personas y
en las categorías culturales con las que la sociedad, normalmente, se
piensa a sí misma. Desde ese punto de vista, todos los grandes cambios
en Europa y en gran parte del mundo salieron de los movimientos sociales
de los 60 en los Estados Unidos, y del Mayo francés, principalmente.
Ecologismo, derechos de la mujer, ideas modernas de autogestión,
independencia de los partidos políticos… es lo que vemos ahora.
-Si
tomar el poder no es el objetivo, ¿estos movimientos no terminan por
diluirse o volverse funcionales a las verdaderas redes del poder?
-No,
porque lo peor que puede hacer un movimiento social es transformarse en
lo mismo que combate. Conquistar el poder para hacer más o menos lo
mismo, como ocurre con la social democracia, sepulta la legitimidad del
proyecto. Si llegar al poder quiere decir gestionar todo aquello contra
lo que se lucha con un acento más de izquierda pues no estamos frente a
un movimiento social. La idea de que si no se llega al poder se le
hace el juego a los que están en el poder es histórica y empíricamente
errónea. Todos los movimientos sociales terminan siendo o cooptados o
destruidos. Nunca ganan como movimientos sociales. Lo que ganan son sus
ideas. La cuestión es cuál es su productividad histórica una vez que
desaparecen. ¿Desaparecen y ya, o desaparecen y germinan algunas de esas
ideas que los movilizaron?
(...)
-¿Con qué podríamos identificar hoy el concepto de lucha de clases si es que cabe alguna equivalencia?
-Es
un concepto que tuvo su papel histórico, pero que hoy simplemente no va
con esta realidad. Las luchas sociales que hay ahora definitivamente no
son luchas de clase. Para
empezar son luchas por los derechos humanos. La palabra clave para todas
estas luchas es dignidad. Se produce un efecto de indignación en
defensa de la dignidad, una explosión espontánea de gente que se siente
humillada constantemente por el sistema político. No es una lucha de
clases, aunque se puede encontrar siempre un contenido en la
reivindicación social, en la explotación o la pobreza. Absolutamente. No
son construcciones mentales arbitrarias, salen de una experiencia de
explotación y ahí sí se puede expresar que hay una estructura de clases
en la sociedad, pero las luchas no son de clase en casi ninguna parte
del mundo.
(...)
-Usted habla del fenómeno de la metropolización, ¿qué
clase de ciudadanos crecen en estos contextos, en el sentido de su
actividad política y social? ¿Acelera la ruptura del tejido social?
-El
tejido social de convivencia física en el espacio está roto. Hay
aislamiento. De hecho, las grandes metrópolis de nuestro tiempo no son
la ciudad. Son muchas
ciudades, más o menos conectadas. La gente vive en sus pequeños
espacios, en sus barrios y en sus lugares
de trabajo. Los hermosos espacios urbanos quedan para la elite, los turistas y las personas
que trabajan allí. Pero eso no es la ciudad real. Sabemos que el tejido
social en el espacio se ha roto pero se ha recompuesto en Internet,
donde hay una sociabilidad real y verdaderamente importante.
-¿Internet puede volver a crear ciudadanos político sociales?
-La
prueba está en que los movimientos sociales nacen en Internet. Se crean
ciudadanos en todo lugar de agregación libre. Y como el único lugar de
agregación libre que nos queda es Internet, pues allí están. Pero, en
cuanto pueden salir a la calle y crear espacios físicos urbanos en los
que se tocan los unos a los otros, lo hacen, porque somos humanos y el
tocarnos es fundamental.
(Extractos de la entrevista del periodista argentino Horacio Bilbao con el sociólogo Manuel Castells/ 2 de agosto de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario