sábado, 17 de diciembre de 2011

Doble hacha

Laberinto de Leonora Carrington
¿Alguna vez se han sentido completamente perdidos/as? El laberinto es un juego diseñado para perderse. Es fácil ingresar en él, pero es fácil no salir nunca. Así como podemos internarnos con entusiasmo en el laberinto con el aliciente de que encontraremos un tesoro, así también es posible internarnos lentamente en una prisión sin darnos cuenta.
En la palabra se plantea el problema. Laberinto proviene del griego lábrys que significa 'doble hacha'. Es decir, la metáfora del dilema tajante: ¿entrar o no entrar? ¿A la izquierda o a la derecha? ¿Apresuro el paso o voy con calma? El hacha es un arma; por tanto, es violencia. Por fuerza, hay que decidir siempre. Decidir entonces es violentar la ecuanimidad. De ahí que en ocasiones se prefiera la indecisión. Pues el hacha de doble hoja significa doble opción. Ante la cual hay que tomar una decisión cortante. Por tanto, riesgosa.
Existen dos tipos de laberinto. Aquel cuyos pasillos conducen a un centro, a un objetivo; alcanzado el cual, es posible regresar al punto de partida (o quedarse en dicho centro). Y existe el laberinto que no lleva a uno sino a muchos centros, a distintas áreas, zonas que podemos convertir en centros provisionales de nuestra vida. Hay quien prefiere matar la incertidumbre: no avanzar más y quedarse a vivir en una estación del laberinto.
La clave del juego del laberinto -o el hilo de Ariadna- es no olvidar, so pena de caer en la desesperación, el desaliento o la angustia, que contiene un diseño realizado ex profeso para confundirnos. El diseño laberíntico es así, un desafío. Pero tiene límite de tiempo: el Minotauro. En efecto, en nuestro propio laberinto personal cohabitamos con un ser bi-forme: nuestro Minotauro. Somos Minotauro. Es decir, copamos con nuestra parte monstruosa y oscura; con la de(mal)formación emocional de la infancia, nuestra herida íntima; con los defectos, complejos y debilidades; con nuestras incapacidades. Pero también está ahí lo mejor de nosotros (doble hacha): nuestro lado más humano. Encontrar y aniquilar el Minotauro significa superar nuestra parte monstruosa... a tiempo.
El Minotauro es un monstruo seductor que cuenta con asistentes. A lo largo del recorrido de nuestro laberinto, podemos conocer personas que nos aproximan al (nuestro) centro y nos ayudan a aniquilar al animal. Pero también podemos conocer y simpatizar con los/as asistentes del Minotauro que nos alejarán del centro y de la salida; esto es, que nos harán olvidar que el laberinto contiene un diseño artificial. Así, perdidos y confundidos, abrazaremos quizá por cansancio, a los instigadores de la confusión que decidirán por nosotros. Y nos convertiremos entonces en parte del laberinto sin darnos cuenta. Seremos un pasillo. Una estatua. Un asistente más del Minotauro. La locura.
El laberinto es así un caos planificado. Conviene entonces no olvidar nunca que en el fondo, el laberinto es un juego, mera proyección del interior y pliegues de nuestra portentosa e intrincada cabeza. El mundo en una nuez.

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