lunes, 12 de diciembre de 2011

Virgen morena/ O de lo virginal y lo obscuro


Virgen negra de Guadalupe, Extremadura, España Virgen morena (o Virgen de Guadalupe o Tonantzin del Tepeyac) pintada por el indio Marcos Cipac de Aquino

Tres modelos anteriores: Jean Paul Gaultier Virgen Negra (Black Madonna) de Kimiko Yoshida
De momento conviene esquivar las detectivescas disquisiciones sobre la veracidad literal de las milagrosa anécdota Juan-diego-guadalupana, para reparar en el símbolo de la virginidad de la Madre Tierra. Se trata de un mito rural primordial que penetra, cual raíz y semilla, bajo la superficie de la tierra, en la oscuridad telúrica, en la negrura subterránea que adquiere así, la condición de útero donde se gesta la vida. La capacidad de las tierras para renovarse y ser cultivadas de nuevo, una y otra vez, en cada estación, se indica con el concepto de tierra virgen o virginidad, que fertilizada de nuevo, es posible sembrar y cosechar los frutos y alimentos que de ella emanen. La virgen negra así, es una representación simbólica que significa homenaje, reconocimiento, respeto, reverencia a las entrañas de la Madre Tierra que hacen brotar vida y recuperan después, cíclicamente, su condición original o virginal. Así, la Virgen morena de Guadalupe suplió para los indígenas mexicanos, a la diosa del maíz conocida como Tonantzin (To, nuestra; nantlli, madre; y tzin, expresión cariñosa: 'nuestra adorada madrecita'), madre telúrica que inspiraba suma reverencia por el terror de lo indios a sufrir hambre. Las vírgenes negras como símbolos rurales fueron muy comunes en la Edad Media hasta que la blancura de la Virgen María se impuso como sinónimo de pureza. El mito antiquísimo de la Madre Tierra como la dadora de vida, se triangula con la divinidad del Sol, dios Padre cuyos rayos iluminan (oh, fotosíntesis) el vientre terrestre y hacen reverdecer, re-nacer la vida; más el mito del Hijo, esto es, el fruto que nace y renace de la Tierra virgen para alimento de todos los hombres.

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