Por una segunda vuelta electoral (y más tiempo para razonar
un voto razonable)
-Manuel Falcón
Mientras el mundo observa atónito el segundo debate por la
presidencia de Estados Unidos, entre Hillary y el Donaldrástico, en el
auditorio de la Universidad de Washington, en Saint Louis, Missouri, a más de un
espectador (con el libro en el regazo de La
historia interminable de Michael Ende) le debió de brincar la pregunta:
¿cuánto tiempo dura la eterna campaña electoral gringa? ¡Y aún falta un debate
más entre el bofo oso pelirrojo y la señora Clinton! Si se aplicara una
encuesta nacional, casi con toda seguridad podría afirmarse que la mayoría de
los mexicanos desconoce el funcionamiento no sólo del sistema electoral
estadunidense sino la manera de practicar la grilla entre los poderosos de
Norteamérica. Pero lo que sí es evidente es que la primer democracia del
planeta le dedica todo el tiempo necesario –por muy largo que se antoje- a la
elección presidencial; lo cual significa que de veras (no obstante el acosador
payaso millonario de hocico desbocado que ahora compite), se toman el voto muy
en serio. México camina hacia un escenario parecido en el próximo cambio de
sexenio. La figura (el figurín) de Peña Nieto ya no garantiza el clima de
tranquilidad para acudir a las urnas, ni para su partido ni para los institutos
políticos opositores, ni mucho menos para los independientes, ya no se diga
para la crispada sociedad en general, curada de escándalos y sobresaltos. Lo
cual permite apuntar una reflexión ya planteada en múltiples ocasiones
anteriores por analistas del poder: ¿por qué no tomarnos los mexicanos la
elección presidencial (y la cultura del debate) muy en serio y le dedicamos más
tiempo a la decisión del voto? Esto es, ¿por qué no una segunda vuelta
electoral?
Acudir a las elecciones sexenales con el voto fragmentado se
traducirá en una representatividad política fragmentada de los candidatos, con
el resultado previsible de gobiernos electos en pugna interinstitucional (lo
estamos viviendo ahora entre el alcalde tapatío naranja y el gobernador tricolor
de Jalisco: en el renglón de seguridad se culpan mutuamente; en el renglón de
cultura, funcionan por separado con La Fura dels Baus uno y la Furia del Magistraus el otro; uno ostenta copetito con gel y el otro nomás
cráneo, etcétera). Una segunda vuelta impediría fragmentar el voto y pulverizar
la representatividad, amén de que posibilitaría la realización de múltiples
debates que transparentarían las cualidades y capacidades de cada candidato
para ejercer el cargo. Una segunda vuelta electoral permitiría razonar más el
voto. En vez de acudir a las urnas con un anti-voto (“vengo a votar por fulano nomás
para que no gane mengano”) o peor, no acudir -o hacerlo en calidad de anulista-,
se presentarían mejor los votantes con ideas claras sobre quiénes son sus
candidatos realmente. Incluso, la segunda vuelta impediría la proliferación de
enanitos toreros o micropartidos paleros (verbigracia, ¿a quién representa el
PANAL si ya entambaron a la maestra Elbastar?), así como la ridícula
participación de la liga de super-héroes independientes (“venimos a salvar el
planeta Tierra”).
Los mexicanos, se ha repetido aquí el apotegma en varias
ocasiones, somos sexenales. Nuestra total forma de vida junto con el
presupuesto, se renueva cada seis años porque cada seis años se releva al
Presidente. Pero al votar por el candidato presidencial deberíamos votar no
sólo porque obtenga la legitimidad de la mayoría de los votos sino porque
asegurara la gobernabilidad de su mandato. Así, alguien que gane la presidencia
con el 30% de la votación, se verá obligado a hacer Pacto en lo oscurito,
prometiéndoles el cielo y las estrellas, con los demás partidos opositores para sacar
adelante su agenda de Reformas Estructurales con lo cual se garantiza un
desenlace que ya conocemos fatalmente: fragilidad, descomposición progresiva de
la investidura presidencial (que sustituirá la banda con el pendón tricolor
cruzada en el pecho, por unas cuentas de chaquira en los pezones),
desestructuración de las Reformas, manifestaciones anti-gobierno un día sí y un
día también; o mejor dicho, protestas anti-Presidente cada quince minutos. En
suma, convendría que los mexicanos emuláramos a los gringos en la manera en que
se toman tooodo el tiempo del mundo para elegir a su presidente, considerando
implementar una segunda vuelta electoral, con múltiples debates y exposiciones
de los vicios privados y las virtudes públicas de los competidores (el copete
de Donharto Trump está confeccionado con vello púbico de orangután según trascendió entre los vicios privados.)
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