Las parejas no son lo que eran. Si hace unas décadas la sociedad reglamentaba firmemente los modos en que estas relaciones se llevaban a cabo, hoy día –2013–, cada vínculo elige los modos de convivencia, de sexualidad, de manejo de lo económico, en fin... cada pareja singular elige los modos de encuentro e intercambio, muchas veces electrónicos o virtuales. La pareja tipo, con su evolución pautada por la sociedad –noviazgo, compromiso, casamiento, viudez–, es una realidad minoritaria en la escena social y los vínculos amorosos funcionan de otras maneras en la vida de la gente. En relación con esto, también los sufrimientos cambian. (...)
Tal vez la libertad actual en cuanto a los modos de hacer pareja, la
posibilidad de múltiples formatos que hoy brinda la sociedad, tenga
relación con los modos de sufrimiento de las parejas contemporáneas. Si
hace unas décadas el camino previsible era el noviazgo, comprar los
muebles, armar un nidaje habitacional y seguir los pasos de lo que era
una familia aceptada por la sociedad de la época, hoy, en cambio, las
parejas deben decidir sobre cuestiones que antes corrían sobre carriles
establecidos y, por ejemplo, discutir y consensuar si pasan o no por el
Registro Civil –cada vez menos parejas lo hacen– o si las economías
serán patrimonialmente independientes o no. Y en esta realidad, muchas
opciones que antes estaban prohibidas por los mandatos de la sociedad
hoy aparecen como permitidas y configuran terrenos de conflicto y
desavenencias. La libertad, sabemos, no siempre aporta felicidad, y
menos aún en un vínculo en el cual los distintos participantes suelen
aspirar a diferentes libertades; y, ni qué hablar, diferentes
esclavitudes. (...)
El gran número de divorcios y la proliferación de parejas de breve
duración, sumados a otros factores, han llevado a que muchos se
pregunten si la pareja con proyecto de duración es una especie en
extinción, destinada a desaparecer en la contemporaneidad. Pero esta
desaparición no sucede ni parece que vaya a suceder. Si bien la duración
promedio de las parejas es muy inferior a lo que se veía antaño, la
pareja con intenciones de duración sigue convocando a muchos, en la
medida en que constituye la prolongación habitual de un suceder que
atraviesa sociedades y culturas a lo largo de los siglos: el
enamoramiento. El enamoramiento, en efecto, ha estado siempre presente
en la vida de hombres y mujeres, en la medida en que resulta del
reencuentro en un otro de rasgos particulares tales que desencadenan la
alucinación de experiencias de amor de la vida infantil (Freud). Esta
característica del enamoramiento posiblemente constituya una de las
razones de la presencia de la pareja con proyecto de duración en las
diferentes culturas. Y posiblemente esta necesidad de reencontrar y
estabilizar en la adultez algo de la potencia amorosa de la vida
infantil tenga relación con el deseo de formar familias que, tal como
señala E. Roudinesco, parecería no extinguirse y aun redoblarse en
nuestros días. Hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, forman
familias sostenidas en parejas de diversos formatos.
-Fragmentos de Parejas 2013, de Miguel Alejo Spivacow
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