lunes, 27 de febrero de 2017

Editorial de sanlunes/ O de independientes vs partidos en trocitos

Tercera llamada para los partidos, tercera
-Manuel Falcón
Mientras los peatones de la alfombra roja transitan extáticos rumbo a la ceremonia de entrega de los Óscares, así transitan por la alfombra roja (¿tricolor?) del presupuesto gubernamental, otros actores y actrices: los políticos mexicanos… rumbo al fin de sexenio. Por supuesto, todos se sienten las grandes estrellas y se saben nominados para recibir no la estatuilla del Oscar encueradito sino la del Huesillo de Oro peladito en sus diferentes categorías: diputación estatal, federal, plurinominal; regidor y presidente municipal; senador; gobernador; y (nos ponemos de pie) Presidente de la república. Atrás quedaron advertencias y amenazas de la grilla clásica sobre "el que se mueve no sale en la foto". La máxima aplicaba en tiempos en que a las aparatosas cámaras fotográficas se les metía rollo o placa; hoy en plena era digital, la tecnología del iPhone incluye selfies y periscope, con lo cual la máxima citada se invierte: 
"el que NO se mueve no sale en la foto". Ahora o nunca. Al menos eso clama y proclama, por ejemplo, Emilio Álvarez Icaza ("-¿y caza usted?/-Claro, y no es que tenga hambre, pero voy por la presa grande") junto con la periodista activista activísima Denise Dresser ("Really, are you a dresser? No sabía que usted diseñaba vestidos/-Claro, trabajo ahora mismo en la investidura de Álvarez Icaza"). Y no sólo dicha parejita sino miles de ciudadanos ansían vivir dentro del presupuesto público (se sobreentiende que para servir al respetable), peeero sin pasar por los partidos políticos.
La revolución tecnológica de las comunicaciones no sólo colocó al planeta en la dimensión simultánea del "tiempo real" sino que acortó distancias, aceleró transa(accione)s e introdujo la impaciencia ciudadana (la sociedad civil protesta y marcha y marcha y vuelve a marchar/ de fondo: "a –la-víbora-víbora-de-la-mar…") ante los excesos de la clase política altamente especializada en los laberintos secretos y ya claustrofóbicos del poder. Tanto Álvarez Icaza y Denise Dresser con su movimiento "Esto empieza a cambiar(…)#Es AhoraONunca" (qué comezón causan siempre, por cierto, los adverbios "siempre" y "nunca"), así como el jalisciense Pedro Kumamoto que llegó él solito a diputado todito; e igual el Bronco antiprensa de Nuevo Léon, más el Güero ("güero, güero: si me muero, ¿quién te enfuera?") Castañeda, sonaron la campana de los individuos privados e independentistas por el poder público ("vivir fuera del presupuesto es vivir en el error… de dejárselos completito a los políticos cleptómanos") ante la mirada incrédula, irritada y desdeñosa (cual madrastra de Cenicienta-o de Cersei Lannister, la Reina Mala de Game of Thrones) de la clase política, vulgo partidos políticos tradicionales que aún le apuestan a la disciplina de aguardar pacientes en la cola de militantes que deshojan la margarita sexenal a fin de que "la Revolución me haga justicia", sentencia equivalente a "me saqué la Lotería": Duarte dixit.
Pero, con el arribo a la casa Blanca de un siniestro individuo independentista sin partido (en Estados Unidos prefieren autodenominarse "libertarios" o libres de hacer lo que se les hinchen los… billetes), una bestia de amplio calado como Donaldsvástica Trumpig, no sólo es hora de llamar las campanas a rebato en nuestro país (cuando las barbas y el pelaje de tu vecino veas pelar…) sino que deberían encenderse todas las alarmas del sistema político vigente antes de que cualquier Juan Cuerdas (y de mí te acuerdas) alcance la presidencia y la ponga patas arriba como hace ahora el millonario gringo analfabeta. Es decir, no que se tema la ampliación de la participación política en la toma de decisiones sino que convendría aprovechar el momento histórico provocado por la revolución digital, para que se eleve la calidad (no la cantidad: ¡sobran partidos enanos toreros de la democracia!) de los partidos políticos. Surgidos en la era moderna, en el siglo XIX, a la sombra de los grandes Estados públicos, los institutos políticos están acorralados en la era post-moderna del siglo XXI. 
Así que: o retoman el sentido original de auténticos representantes de la sociedad ante el (mal) Gobierno; o recobran sus ideas (la palabra "ideología" se volvió viejita) principios, proyectos y objetivos que los distinguían a unos de otros (rápido: ¿cuál es la diferencia ideológica entre el PRI y los expriistas?) 
o se van a la… ¿órbita de los siete nuevos planetas? O ¿regresará a la presidencia a rescatar el país una vez más, Antonio López de Santa Anna?

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