Tercera llamada para los partidos, tercera
-Manuel Falcón
Mientras los peatones de la alfombra roja transitan extáticos
rumbo a la ceremonia de entrega de los Óscares, así transitan por la alfombra roja
(¿tricolor?) del presupuesto gubernamental, otros actores y actrices: los
políticos mexicanos… rumbo al fin de sexenio. Por supuesto, todos se sienten
las grandes estrellas y se saben nominados para recibir no la estatuilla del
Oscar encueradito sino la del Huesillo de Oro peladito en sus diferentes
categorías: diputación estatal, federal, plurinominal; regidor y presidente
municipal; senador; gobernador; y (nos ponemos de pie) Presidente de la república.
Atrás quedaron advertencias y amenazas de la grilla clásica sobre "el que se
mueve no sale en la foto". La máxima aplicaba en tiempos en que a las aparatosas
cámaras fotográficas se les metía rollo o placa; hoy en plena era digital, la
tecnología del iPhone incluye selfies y periscope, con lo cual la máxima citada
se invierte:
"el que NO se mueve no sale en la foto". Ahora o nunca. Al menos eso clama y proclama, por ejemplo, Emilio Álvarez Icaza ("-¿y caza usted?/-Claro, y no es que tenga hambre, pero voy por la presa grande") junto con la periodista activista activísima Denise Dresser ("Really, are you a dresser? No sabía que usted diseñaba vestidos/-Claro, trabajo ahora mismo en la investidura de Álvarez Icaza"). Y no sólo dicha parejita sino miles de ciudadanos ansían vivir dentro del presupuesto público (se sobreentiende que para servir al respetable), peeero sin pasar por los partidos políticos.
"el que NO se mueve no sale en la foto". Ahora o nunca. Al menos eso clama y proclama, por ejemplo, Emilio Álvarez Icaza ("-¿y caza usted?/-Claro, y no es que tenga hambre, pero voy por la presa grande") junto con la periodista activista activísima Denise Dresser ("Really, are you a dresser? No sabía que usted diseñaba vestidos/-Claro, trabajo ahora mismo en la investidura de Álvarez Icaza"). Y no sólo dicha parejita sino miles de ciudadanos ansían vivir dentro del presupuesto público (se sobreentiende que para servir al respetable), peeero sin pasar por los partidos políticos.
La revolución tecnológica de las comunicaciones no sólo
colocó al planeta en la dimensión simultánea del "tiempo real" sino que acortó distancias,
aceleró transa(accione)s e introdujo la impaciencia ciudadana (la sociedad
civil protesta y marcha y marcha y vuelve a marchar/ de fondo: "a –la-víbora-víbora-de-la-mar…")
ante los excesos de la clase política altamente especializada en los laberintos
secretos y ya claustrofóbicos del poder. Tanto Álvarez Icaza y Denise Dresser
con su movimiento "Esto empieza a cambiar(…)#Es AhoraONunca" (qué comezón
causan siempre, por cierto, los adverbios "siempre" y "nunca"), así como el jalisciense
Pedro Kumamoto que llegó él solito a diputado todito; e igual el Bronco antiprensa de Nuevo Léon, más el Güero ("güero, güero: si me muero, ¿quién te
enfuera?") Castañeda, sonaron la campana de los individuos privados e independentistas
por el poder público ("vivir fuera del presupuesto es vivir en el error… de
dejárselos completito a los políticos cleptómanos") ante la mirada incrédula,
irritada y desdeñosa (cual madrastra de Cenicienta-o de Cersei Lannister, la Reina
Mala de Game of Thrones) de la clase
política, vulgo partidos políticos tradicionales que aún le apuestan a la
disciplina de aguardar pacientes en la cola de militantes que deshojan la
margarita sexenal a fin de que "la Revolución me haga justicia", sentencia equivalente
a "me saqué la Lotería": Duarte dixit.
Pero, con el arribo a la casa Blanca de un siniestro
individuo independentista sin partido (en Estados Unidos prefieren
autodenominarse "libertarios" o libres de hacer lo que se les hinchen los…
billetes), una bestia de amplio calado como Donaldsvástica Trumpig, no sólo es
hora de llamar las campanas a rebato en nuestro país (cuando las barbas y el
pelaje de tu vecino veas pelar…) sino que deberían encenderse todas las alarmas
del sistema político vigente antes de que cualquier Juan Cuerdas (y de mí te
acuerdas) alcance la presidencia y la ponga patas arriba como hace ahora el
millonario gringo analfabeta. Es decir, no que se tema la ampliación de la
participación política en la toma de decisiones sino que convendría aprovechar
el momento histórico provocado por la revolución digital, para que se eleve la
calidad (no la cantidad: ¡sobran partidos enanos toreros de la democracia!) de
los partidos políticos. Surgidos en la era moderna, en el siglo XIX, a la sombra
de los grandes Estados públicos, los institutos políticos están acorralados en la
era post-moderna del siglo XXI.
Así que: o retoman el sentido original de
auténticos representantes de la sociedad ante el (mal) Gobierno; o recobran sus
ideas (la palabra "ideología" se volvió viejita) principios, proyectos y objetivos que los
distinguían a unos de otros (rápido: ¿cuál es la diferencia ideológica entre el PRI y los expriistas?)
o se van a la… ¿órbita de los siete nuevos planetas? O ¿regresará a la presidencia a rescatar el país una vez más, Antonio López de Santa Anna?
o se van a la… ¿órbita de los siete nuevos planetas? O ¿regresará a la presidencia a rescatar el país una vez más, Antonio López de Santa Anna?
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