lunes, 13 de febrero de 2017

Editorial de sanlunes/O de cómo festejar más de 400 años y salir bien en la selfie

Las Guadalajaras invitan a su fiesta de cumpleaños

"Qué flojera conseguir 475 velitas ¡y luego encender una por una!" -prorrumpió el edil- "si se trata de iluminar, mejor consigamos un espectáculo de luces como el del Super Bowl"

-Manuel Falcón

¿Cómo festejar el cumpleaños de una ciudad? Sobre todo si se trata de una que padece gigantismo como Guadalajara fundada en 1542. Porque en vez de celebrar el 475 aniversario de la Perla ("pero te ves como de 300") debería agasajarse ahora a las Perlas Tapatías. Pero, ¿con qué ojo$ (tapatíos) divino tuerto? En la era del gasolinazo y el dólar de Trumpig, nomás alcanza para rendir homenaje en todo caso, a la Chaquira Tapatía. Pero incluso con ahorros y recortes presupuestales, ¿cuál es exactamente la Guadalajara que cumple años? Porque la explosión demográfica de la capital de Jalisco desterró para siempre el uso de la forma gramatical del singular: hoy en día, cabe referirse en rigor, a las Ciudades Tapatías. Corresponde por ende, celebrar ¿de manera uniforme o diferenciada? los más de cuatrocientos años de edad de los hormigueros tapatíos y que corra el alcalde Alfaro a comprar las correspondientes velitas del pastel junto con previa llamada al mayor Trinidad López Rivas –jefe de bomberos desde 1542. Y  si se decide conmemorar a las Perlas Tapatías, se está hablando ya de un rosario.
Se recuerda aquí la anécdota de Carlos Monsiváis ante el fallecimiento de Salvador Novo, cuando el entonces regente del entonces Detritus Federal, invitó al popular polígrafo de la colonia Portales, a que fungiera como cronista de la capital del país. Monsiváis respondió precisamente: "¿cronista de cuál ciudad, de cuál delegación?". La megalópolis y el hervidero de chilangos mutantes hacían (y hacen) imposible una omnisciente crónica cotidiana urbana. Así, la figura virreinal de Cronista de la Ciudad como cronista de Sociales era ya un cargo ridículamente anacrónico como el peluquín de Novo. 
Sin quedarse atrás, Guadalajara (o las Guadalajaras) se encuentra ahora repitiendo el mismo esquema concentracionario de la Ciudad de México. En efecto, las Guadalajaras absorben, como agujero negro, todas las caravanas rurales y pueblerinas del interior de Jalisco (sobre todo, las caravanas que no se van de mojadas al Otro Lado a visitar de manera afable y cortés a las brigadas rehabilitadas del Ku-Klux-klan del Trumpig). Caudal populoso en pos de piso y techo que ha disparado por tanto, el desarrollo urbanosáurico. Léase: la plaga fáliconstructora del estilo arquitectónico Turris Erectus. O la política pública de encajar una Torre al lado de cada Oxxo (en ese sentido reproductivo caótico, sí cabe hablar entonces de Perla de Oxxodente). De ahí también la moda centrífuga de cotos medievales con garitas y fosos de cocodrilos para impedir que los pobres nacos interrumpan la distinguida línea del horizonte aristocrático de las Buenas Familias (el calendario se congela en la mentalidad del siglo XIX) siempre desfilando, con sus mejores garras (el Shopping como curriculum, What else?), en la pasarela de la Clase Alta, con rostros de selfie o pose instagramática, cuyos miembros están dispuestos a erogar cuantiosas sumas por aparecer como estrictos protagonistas del ocio en el suple-miento de (aún-hay-clases)Sociales cuya tarea periodística decimonónica ("aquí-todos-se-conocen") se encarga de registrar como noticias a las infinitas formas de matar el aburrimiento -bostezo voyeurista- de los ricos de la urbe.
Si la empresa de celebrar el cumpleaños de una sola ciudad tapatía resulta desafío complejo (¿los vecinos de San Juan de Dios y los residentes de Colinas  de San Javier, juntos en la misma fiesta, por el mismo boleto?), concebir un festejo bajo una sola identidad, lo es más: "los tapatíos cumplen 475 años". Again: ¿cuáles tapatíos? ¿Los vecinos de Providencia compartirán piñata con los habitantes de Lomas de Polanco? Por eso, urbanólogos y urbanautas prefieren hablar ya no de "ciudad de Guadalajara" sino de "Zona Metropolitana de Guadalajara" (que gracias a las obras a corazón abierto de la Línea 3 del tren light, es ya "Zona Monstruopolitana"). Los tapatíos pasan a convertirse así, en simples 'Seres de la Zona' (Twilight Zone creatures). Para que luego, mediante junguiano Curso Intensivo de Inconsciente Colectivo, cada ciudadano sepa derivar de ahí, su identidad tapatía unívoca. 
Dado que la Zona Monstruopolitana se encuentra cubierta por una piel con más de 400 años (rápida sugerencia de concurso municipal: se invita a cirujanos estira-plásticos y Licenciados en Bótox a dejarla como estaba), tapizada de bacheacné más cicatrizanjas abiertas por maquinaria incesante de construcción (y de-construcción) de obras privadas disfrazadas de públicas y viceversa, se recomienda poner el acento del cumpleaños en ese working progress, con un pastel de cuatrocientos pisos (en vez de tres -400- leches) sin terminar, siempre en proceso de construcción siempre, con ingenieros, arquitectos, albañiles, inspectores y magistrados del TAÉ(chale) cantando y bailando en cada piso: "tienes el alma de provinciana, hueles a limpia fosa temprana...". La tuneladora invita.

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