lunes, 20 de febrero de 2017

Editorial de sanlunes/ La cultura como repelente anti-gringo

Kryptonita para el Super-Patán gringo: la cultura
-Manuel Falcón
Ebullying desatado por el presidente Trumpig contra México constituirá durante los próximos cuatro años, el estilo y tono de la política (anti) diplomática de la Casa Blanca. Y puesto que la clase política tenochca, del Presidente para abajo, tiembla como gelatina en cuanto nos escupe improperios el Donaldrástico; y dado que la Iniciativa Privada azteca (“no hay que temerle al Trump”, aconseja Slim con el pasmoso aplomo que le otorga su abultada cuenta bancaria), los empresarios también se arrugan ante el Troll Tuitero: ¿cómo defendernos los mexicanos del Reality Show neonazi, xenófobo y racista de Trumpig? "Por mi raza"-advirtió el José Vasconcelos de la primera etapa revolucionaria, antes de chochear- "hablará el Espíritu". Considérese el axioma como un buen punto de partida para orientarnos en la actual coyuntura histórica frente al Col-Oso del Norte; visualícese el lema de la UNAM como señal de tráfico en el desierto. Siempre y cuando se sustituya la anacrónica entidad de "raza" por la de "país"; y la etérea idea de "Espíritu" por la de "cultura". Así es: la cultura mexicana (o la cultura desde México) puede ser la kryptonita que nos ayude a repeler la supina ignorancia del Super-Patán gringo.
No es mera retórica. Hoy más que nunca, frente al grandote y baboso, mediante estrategia de David contra Goliat, conviene recurrir a la fuerza de esa poderosa arma intangible: la cultura (antes de que se desencadene una guerra de mesas redondas sobre el concepto de "cultura", acéptese de momento con fines prácticos –ya que está encima de nosotros berreando el presidente yanqui de Cabellera de Coño Naranja-, la noción de "cultura" como la conciencia alerta sobre nuestro patrimonio histórico (que incluye nuestra inteligente cultura diplomática: si Juárez y Carranza pudieron contra los gringos y franceses, ¿por qué ahora no?), la puesta al día de nuestra infraestructura y oferta artística (que lleva implícita la educativa) en literatura, teatro, artes plásticas, música, cine, novela gráfica vulgo comic, a fin de que estimule y refuerce la creatividad entre los ciudadanos mexicanos que obtendrán, proporcionarán una conciencia lúcida sobre el momento histórico actual que enfrenta México, infestado de desafíos (no sólo políticos y económicos) sino culturales,  derivados de la velocísima revolución tecnológica digital. Exhibe una escasez de miras, ceñir la salvación del país al resultado de las truculentas negociaciones y malabares diplomáticos en torno al TLC. La política es muy importante como para dejarla en manos de economistas cuentachiles.
Lanzar un plan cultural de alcance nacional e internacional desde México (lástima de la inoportuna muerte de Rafael Tovar y de Teresa) a la manera de Vasconcelos, puede contribuir a crear por ejemplo, un intangible pero duro muro de producción artística que contrarreste el papel de víctimas propiciatorias en que nos quiere encasillar el masiosare Trumpig. Ya existe un aparato estatal para la cultura–mal que bien, cojito pero renqueando, padeciendo la noción oficialista de la cultura como mero fondo decorativo que haga lucir al Hombre de Poder  (inolvidable la anécdota de Rigobruto Ochoa Zaragoza, entonces gobernador priista de Nayarit, cuando le recordaron que sólo le faltaba nombrar en su gabinete al encargado de la Secretaría de Cultura. "¡Búsquenme una señora rica o un jotito!", resolvió presto Rigobruto) - y esté como esté dicho aparato cultural: ¡use, ejérzase! En vez de que nuestros políticos profesionales se desgasten en grillarse los unos a los otros por los billetes destinados a lo tangible, visiblemente pro-electoral y faraónico: Obra Pública (el festín de los marranos), Seguridad (milico no hace cuico, cuico mal pagado muta a pillo) y Movilidad (los autos ya no caben en las calles, pero nos podemos arreglar); mejor que abocarse al proyecto tangible, diríjase el esfuerzo a la creación de un proyecto intangible: el de la cultura. Retómese, una vez más a Vasconcelos: "que el Estado sea el salvador y regenerador del alma nacional". Tradúzcase el estilo vintage al actual: "que los gobernantes inviertan en, refuercen y rescaten el mundo de la cultura". 
La clase política, los partidos, con su progenie de gobernadores, presidentes municipales, diputados y demás fuerzas vivas -aprovechando que tanto Peña como Trumpig son analfabetas funcionales (sólo leen teleprompters) y no se darán cuenta del significado del proyecto- deben apostarle al mundo de la cultura antes de que nos arrase el American-Güey-of-Life cuya versión patito en nuestro país es el fomento de la cultura del espactáculo o show business. La cultura de masas ama(n)sando a la turba. O la confusión de calidad -propia de na(r)co- con lo caro y grandote. ¡Todos al Palenque a despedir a Chente que ya  se despide de nuevo y regresa a despedirse para que le pidan aplaudiendo que no se despida! O Julión de titular con Bach como suplente. Pero sin irse a los extremos. ¡Ah, Pa' risotto, golondrina cara no hace verano! Y el estilo del arquitecto Barragán definitivamente no cabe en un anillo.
En suma, la cultura, tan inasible como una gota de agua, sin embargo, cuando es constante, horada hasta la piedra más dura, cuantimás un muro. 

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