lunes, 9 de enero de 2017

Editorial de Sanlunes/ O se marcha Peña o marchamos nosotros

A marchar para que dejen de manchar
-Manuel Falcón
Y de repente la Vía Recre-activa se transformó en Vía Rete-activa-de-protestas. Las manifestaciones públicas en forma de marcha multitudinaria hicieron su aparición decembrina vacacional como ejercicio activo de dos derechos: la libertad de expresión y la libertad de reunión… para mentarle la madre al gobierno convertido, voluntariamente ya, en el payaso de las cachetadas. Pues resultó que el presidente es malo hasta para hacer la finta. En efecto, queriendo ahorrarle el problema del gasolinazo, en 2018, al próximo candidato priista a Los Pinos (“¿Videgaray? Más vale, secretario” –casi podemos escuchar a Peña- “que convenzas al Trumpuerco de erigir un muro de hule espuma y de no impedir que vengan más empresas trasnacionales al país o en todo caso que se lleve la trasnacional Narcos, S. A.,  caray”), el Ejecutivo de la nación, al decretar la medida, quiso agarrar en la baba al pueblo de México que no estaba muerto sino que andaba de parranda a propósito del puente Virgen de Guadalupe-Niño Dios-Fin de Año-Rosca de Reyes. Pero, oh, sorpresa: la masa ebria se puso de pie… y marchó. Y saqueó. Y ay, señor presidente y ay, señores gobernadores: pongan cara de austeridad en la selfie al momento de ingresar al grupo 24 horas de 'Corruptos Anónimos' cantando “no todos somos Duarte”, mientras arde Palacio.
Así, el presidente Peña Nieto (¿o qué hubiera hecho su abuelito?) se tornó fusible para evitarle la pena de fundirse al siguiente candidato sucesor. Pero, ¿logrará el PRI renacer del gasolinazo? O el priista que esté libre de culpa que arroje la primera antorcha en la regada de Premium. Signo de los tiempos digitales que corren, la democracia se ejerce ahora en las calles vía captura de peces de protesta en las redes. La respuesta a las convocatorias a través de Facebook & Twitter para ir a mentarle su madre a la Clase Política Mentada, es casi inmediata; la predisposición al linchamiento de los abajo firmantes y vociferantes, es casi simultánea al RSVP. Para el pueblo (whatever that means) ya no sirve la palabra “enojado” que resultó obsoleta ante “encabronado”. Pero, ¿por qué ocurre de ese modo, de dónde proviene tal carga explosiva de ira, y ahora precisamente? Es la desconfianza global (el planeta Tierra visto desde la nave de Darth Vader) en los partidos políticos y sus respectivos militantes (miles chupando pezones presupuestales). Formulado en términos de conspiracionistas-paranoicos (por cierto, los grandes triunfadores de la era): la culpa es del Sistema. Así, con mayúscula, para que alcance a incluir tanto a Duarte como a Vega Pámanes y a Godoy; tanto a Trump como a Putin (la porra pronta: "¡eeeeeh: Vladimir!").
Euforia e histrionismo peatonal aparte, las marchas sin embargo, no lograrán destituir al presidente como se solicita con inusitado candor en la mayoría de las pancartas en alto: “que renuncie el presidente” (olvidan que es analfabeto). Porque la democracia, así les repatee a los millenials, debe por fuerza y razón, pasar por el engranaje del sistema de partidos políticos realmente existentes (más Kumamoto) y sus diferentes grupos de presión, organizados en torno a las urnas. Es decir, el INE llegó para quedarse. De manera que la ilusión apocalíptica distópica de la anarquía (“vivamos todos sin gobierno ni partidos, regresemos a las confortables cavernas y que triunfe el líder opositor más anti-todo, un Deadpool o Mad Max tenochca”) o la seducción del abismo que producen los saqueos (“a ver, mhija, junto con las pantallas de plasma, cargue también con curules plurinominales”) y el valemadrismo envalentonado con gesto de duelista que suscribe la fórmula de Ortega y Gasset: “yo soy Yo y mis antimotines”, no tienen mayor futuro que el de una gigantesca catarsis colectiva. La manifestación es sana en cuanto a ejercer el músculo cívico y liberar de malos humores (eructo colectivo), pero ineficaz en cuanto a verdaderos cambios en el sistema político. Se fuerza al gobierno a reacomodarse y comportarse ("a partir de hoy, los choferes de mi esposa ya no usarán Premium sino Nova y los escoltas se reducirán de trescientos a doscientos nomás"). Claro, hay que marchar… pero, rumbo a las urnas.

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