lunes, 30 de enero de 2017

Editorial de Sanlunes/ O de la 'Unidad Nacional' vs el Ultranacionalismo gringo


Dale un like a la bandera mexicana
-Manuel Falcón
El argumento ontológico fundacional del Estado emanado de la Revolución Mexicana fue el de la "Unidad Nacional": mito, fetiche, arma ofensiva y defensiva, recurso geológico, talismán y tótem de la tribu cuya punta exhibe un águila con tacones de nopal masticando una serpiente de chicle (esto es, para toda la eternidad). Junto a dicho argumento unitario se estableció el mito de la continuidad de la Revolución hecha gobierno mediante el oficial oxímoron: Partido Revolucionario, pero Institucional. Alto a la fiesta de las balas y las facciones militares. A todos los que participaron en la bola, la Revolución les hará justicia… a su debido tiempo; por tanto: disciplina. A seguir la línea del partido (PRI-mero y único en el origen y del cual, en el cual, por el cual y contra el cual han surgido el resto de partidos) para que cada quien reciba en su momento, el premio de un huesito aunque sea de regidor de cabildo. A las generaciones de mexicanos que ahora rebasan los cincuenta años, el argumento de la Unidad Nacional, les resulta familiar, lo oyeron reiteradas veces en radios y televisores de bulbos, es parte del bagaje de fotos en sepia o polaroid, con tufo nostálgico muy vintage. Porque todos los presidentes han recurrido en algún momento de su mandato a dicho argumento de identidad en tiempos de crisis. No importa que, aparte de la condición geográfica, la Unidad Nacional resulte una falacia. O ¿qué une, por ejemplo, a Carlos Slim (o a Carlos salinas de Gortari) con un hiperactivo viene-viene?
Pues ahora, en el siglo XXI, en plena era digital, en la era del gobierno norteamericano xenofóbico del Donaldrástico Trumpuerco, en la era del Regreso del PRI (¿re-debut y despedida?), ha resurgido la Unidad Nacional, el argumento ontológico o hagan-bola-para-aguantar-el-golpe; ha renacido el mito fundacional confinado y olvidado como estaba en su último reducto: los estadios de futbol (¡Viva México, viva la Selección Nacional aunque pierda siempre!). Así, "la Unidad Nacional" –apuntó Carlos Monsiváis en su ensayo Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX- "es la tierra firme y el salvoconducto: funde armoniosamente las clases sociales, las tendencias ideológicas, los logros antagónicos, los héroes opuestos o contradictorios (…) es la exaltación del sincretismo como garantía del equilibrio político". Peña Nieto, el presidente que ha logrado la Unidad Nacional… en su contra, pusilánime e incapaz de acercarle un cerillo al copete de Trump, ahora, en una resaca de la ola diplomática, cancela su visita de rodillas a la Casa Blanca y convoca a destiempo, pero convoca, a ¡la Unidad Nacional! "Coloquen una banderita de México en su Facebook y Twitter". Da ternurita. Pero ya se ve la gran utilidad del mito unitario y unificador: todos los mexicanos –común denominador que arrasa con las diferencias entre cotos privados infestados de nouveau riche
 y fraccionamientos con techos de lámina atestados de nouveau poor- contra Trump. Aunque ya lo reveló Slim, que vive patrióticamente en Nueva York: "Trump no es Terminator, es Negotiator" (el Negotiator mex-libanés quiso decir: "pobre gringo, imagínense: tiene que negociar; en cambio, yo con mi monopolio: jamás", pero al dueño de Telmex le dio pena decirlo en voz alta para no herir los sentimientos de la modelo Melania. "Debí casarme con Slim" –pensaría para sus adentros la serbia ilegal que no sabe de cálculo- "en vez de con el gringo misógino bancarrotista y ahora presidente funesto").
La crisis diplomática de México con Estados Unidos, sin embargo, apenas comienza. Irá de la mano del presente período presidencial gringo (oremos –ateos y creyentes- para que sólo se le conceda al monstruo de color mantequilla, un solo mandato; esto es, cuatro años –lo que dura una Carrera de Comunicación, en la era de la información post-verdadera). Nos atañe saber ahora si nuestro as en Washington no se convirtió en Joker; es decir, urge enterarnos de si Luis Videgaray pasó ya de salvador-de-la-patria a loser. Tal es la pregunta que flota en el ámbito nacional (entiéndase, en las redes sociales). Pues si Videgaray no sirvió como Capitán México vs. Capitán América, mejor que se quede a vivir allá con los gringos, de gerente -es muy eficaz en corto- de algún McDonald’s. Porque la noticia de que Peña Nieto ya se habla por teléfono fijo (suponemos que se trata de algún teléfono público, al que todavía le cae el 20, a fin de evitar ser grabado y hackeado), en secreto, con el Donaldrástico, no nos repone del susto. Se está de acuerdo con que Trump sirva de pretexto para que cada mexicano se envuelva en al lábaro patrio cual sarape y cante mentadas junto con el Himno; de acuerdo con entonar el verso ‘mas si osare un extraño enemigo profanar con su peluca tu suelo’, para crear la ilusión, wishful thinking mediante hipnosis colectiva, de la Unidad Nacional (súbita estampa de narcos y policías siempre unidos como buenos mexicanos). 
Sin embargo, antes de que concluya el sexenio del marido de La Gaviota y se vaya a vivir a Miami con toda la parentela propia y ajena, los mexicanos unidos con kola loka, queremos respuestas firmes: ¿habrá muro, habrá deportaciones masivas incluido el Chapo, llegará el dólar a los 50 pesos, participará el Escuadrón 201 en la Tercera Guerra Mundial, está vivo Juan Gabriel? 

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