"Tomando prestada otra imagen, uno podría decir que las culturas semejan trenes que circulan más o menos rápidamente cada uno sobre su propia vía y en diferente dirección".
Lévi-Strauss explica que la definición de una cultura y la forma de analizarla no reside en ninguna propiedad intrínseca y objetivable. Al contrario, depende esencialmente de la posición en la que se encuentre el observador, o analista, con respecto a ella. Así que, si el analista (sea historiador, antropólogo, sociólogo, etcétera) y la cultura a analizar, viajan en trenes paralelos con el mismo sentido, el análisis será completamente diferente a si analista y cultura viajan en trenes oblicuos o paralelos con sentido contrario. Concluye así Lévi-Strauss:
"Ahora bien, todo miembro de una cultura es tan estrechamente solidario con ella como aquel pasajero ideal lo es de su tren. Desde el nacimiento y probablemente incluso antes, los seres y las cosas que nos rodean, adquieren en cada uno de nosotros un conjunto de referencias complejas que forman un sistema; conductas, motivaciones, juicios implícitos que después la educación viene a confirmar por la vía reflexiva según el devenir histórico de nuestra civilización. Nos desplazamos literalmente con ese sistema de referencia y los conjuntos culturales que se forman alrededor de él no nos son perceptibles más que a través de las deformaciones que les imprime. Puede incluso incapacitarnos para verlos".
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