La sociedad en que vivimos ha llegado a niveles tales de complejidad, que la mayoría de la población no comprende enteramente, a fondo, la estructura social en que vive (y a la mayoría le da flojera 'distraerse' con explicaciones a fondo). Esa incomprensión es clave para la forma en cómo se reciben y aceptan las “teorías de la conspiración”. A sabiendas de que dichas "teorías" son muy populares porque desencadenan emociones tan intensas como una buena serie de TV por cable: pasmo, estupor, asombro, confusión, fascinación, intriga, misterio, etcétera.
De ahí que encima, las tramas conspirativas resulten adictivas (o que las explicaciones profundas, complejas, se sustituyan adictivamente por "teorías de las conspiración"). Así, una buena "teoríahipotéticadisparatada", debe proporcionar ingredientes que inciten el morbo y ofrezcan sorpresa, instalándose previamente sobre un hueco o vacío informativo. Por ejemplo, se ignora a ciencia cierta, a qué diablos viene a México el abominable candidato republicano a la Casa Blanca.
Por tanto, a partir de ahí, se puede formular una buena teoría de la conspiración: "Donald Trump visitará en secreto a Peña Nieto para, a cambio del obsequio de un penthouse para la primera dama, Angélica Rivera, en el rascacielos de la Trump-Tower, el gobierno mexicano acepte pagar la construcción de una muralla fronteriza más larga y alta que la China". La mesa está servida.
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