lunes, 15 de agosto de 2016

Editorial de Sanlunes/No se lo acaben, luego de dónde

¿Qué tienen en común Barragán, la CONADE y la CNTE?
-Manuel Falcón
Hay acontecimientos sociales perturbadores que en apariencia resultan inconexos, aislados, cabos sueltos que a fin de cuentas, terminan por comprenderse en una visión de conjunto, dentro de un contexto más amplio. Tómense verbigracia, tres botones de muestra: el saqueo (con aprobación –o mejor dicho, omisión- familiar, municipal, estatal y federal) de los restos del arquitecto Luis Barragán cuyo asombroso legado, premio Pritzker incluido, de súbito (como el inmenso genio de Aladino regresando a la lámpara), cupo en un anillo de diamante disfrazado de "obra de arte contemporáneo" (whatever that means). Pasmo tapatío, estupefacción de cultos y semicultos, necrófilos de fiesta. Segundo botón: los burócratas del deporte mexicano y de paso (de manera estorbosa, pero inevitable), los deportistas nacionales, acuden a la cita de los juegos olímpicos de Río de Janeiro… para perder. No se obtiene ni una sola medalla. Se ganan muchos pretextos. De pronto,  las masas de Facebook (es decir, el Argos mitológico, monstruo de mil ojos que nunca duerme) detectan a Alfredo Castillo, director de la Comisión Nacional del Deporte, o mejor dicho, enfocan  su boca de iguana mientras besa-succiona a la novia que el funcionario se llevó de vacaciones a Brasil, para ver a los atletas aztecas actuando como mejor lo saben hacer bajo la rigurosa disciplina del ya-merito. Tercer botón: los maestros del CNTE, luego de tiros, muertos, mentadas, líderes encarcelados, marchas, plantones y pedradas,… llegan a un "arreglo" con el chino Chong (¿quién pegó y luego otorgó tantas concesiones? "Dice tú plimelo"). Se ignora ya si, lo propio, en términos didácticos, es hablar de Reforma, Deforma, Machincuepa o Modelo Educativo.
Barragán extraído (con una cucharita) de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres; la CONADE y deportistas obcecados en el nulo rendimiento; las decisiones contradictorias (acelera-mete reversa-frena-vuelta en u) de la Segob y la CNTE, son sucesos de los cuales emana un tufo familiar: la corrupción ("nos podemos arreglar"). El investigador Ernesto Garzón Valdés, en un ensayo titulado El concepto de corrupción, señala: "la corrupción-soborno tiene una pretensión normativa antisistémica que la coloca en la vecindad de las actividades revolucionarias"; es decir, los actos corruptos socavan el sistema; los agentes corruptores succionan presupuesto del sistema cual Dráculas en bola; sin embargo, lo hacen de manera paradójicamente limitada; es decir, por principio (si aún queda alguno en pie) los corruptos están conscientes de que no deben acabarse, no deben consumir en su totalidad, el sistema sino que están obligados a conservarlo porque de otra manera (si lo devoran, derrumban o destruyen todito) jamás lograrían tener éxito como corruptos. Incluso los maestros del CNTE, tan adictos a las tesis revolucionarias anti-gobierno, anti-Estado, anti-mercado y anti-copete, no se pueden dar el lujo de derrocar el presente sistema político-jurídico-social porque de otro modo, el mismo sistema no les proporcionaría las canonjías, prebendas y plazas académicas vitalicias y de pilón, sin exámenes. Así, ¿qué tienen en común los tres botones de muestra antes mencionados? Son producto de actos de corrupción. En el caso del asalto al patrimonio cultural de los restos del arquitecto Barragán, se incurrió en una cadena de pactos de corrupción (se disculpará el pleonasmo en descomposición ya que se trata de un cadáver, incinerado, pero al fin cadáver); en el caso de los deportistas mexicanos, su antimedallero es resultado de la corrupción rampante de las omisiones de la CONADE (remember los Juegos Panamericanos de Guadalajara con fuerte hedor a Emilio González Márquez ebrio de Mario Vázquez Roña reposado) y del Comité Olímpico Mexicano (con hedor a Vázquez Roña aún Tibio en su tumba).
manera de colofón: "La diferencia fundamental entre el acto revolucionario y la corrupción –concluye Garzón Valdés- consiste en que mientras el revolucionario desea el derrocamiento del sistema normativo relevante y puede recurrir a la corrupción como medio, el corrupto persigue un doble objetivo: socavar y conservar el sistema". La esquizofrenia está servida.

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