sábado, 7 de junio de 2014

De identidad nacional y fe

Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el Ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.

-de La suave Patria,
Ramón López Velarde


La presente composición del Ave María es fechada en 1550 y atribuida erróneamente al compositor renacentista Giulio Caccini (pronúnciese: ca-chini), cuando en realidad fue compuesta en 1970 por el ruso (guitarrista, experto en laúd y música medieval) Vladimir Vavilov (1925-1973) quien compuso y trabajó bajo la mirada censora del régimen soviético que forzaba a sus artistas a crear obras con el estilo del "realismo socialista". Así, Vasilov, al dar a la imprenta la composición del Ave María desafiaba al gobierno totalitario por partida doble: se trataba de una composición de corte medieval, anacrónica, obsoleta y por ende, reaccionaria; y encima religiosa, cristiana y católica. Para los rusos soviéticos de entonces regía el dogma marxista de "la religión es el opio del pueblo" (*). De manera que el humilde Vasilov decidió no firmar su composición. Y como siempre sucede, el vacío de información lo llenó el rumor y, pronto, los musicólogos de la época atribuyeron la pieza coral del Ave María -de seguro para darse caché- al músico Caccini.
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 (*) Habrá de disculparse la presente digresión, pero la contundente sentencia habla de la ignorancia supina de Marx sobre las virtudes del opio para inducir el éxtasis místico de la conciencia y estimular así la imaginación creativa; amén de subestimar el poder inspirador de la religión católica en el campo del arte; por no mencionar el abuso generalizador de la palabra 'pueblo' (¿alude a la perrada? Muy bien, pero ¿a quiénes incluye/excluye? Dicho sea con nombre y apellido). Marx cometió una grave omisión al no probar el opio. Quizá hubiese sido un hippie adelantado del siglo XIX, ya tenía la greña y la barba. Y otra hubiese sido la Historia.

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