lunes, 2 de junio de 2014

Obsesión por lo neutro

(...) Peter Mair, politólogo irlandés muerto en 2011, dejó un manuscrito sin publicar: Gobernando el vacío. El vaciamiento de la democracia occidental (Verso, 2013). Su tesis es que el discurso antipolítico de las últimas décadas ha anulado a los partidos políticos, poniendo en riesgo a la democracia liberal. El régimen de la participación popular y los controles institucionales se fundamenta en la existencia de partidos políticos fuertes y responsables, capaces de insertar a la ciudadanía en los asuntos públicos, artefactos no sólo diseñados para competir, sino también para gobernar. Pero en las últimas décadas se han convertido en el enemigo. Los partidos son retratados como facciones que secuestran el interés público y olvidan el largo plazo; las elecciones son perturbaciones que alteran la coherencia de las decisiones públicas; la opinión pública es un guía ciego. Por ello hay que arrinconar a los partidos y a los gobiernos, hay que hacer de las elecciones rituales sin importancia y desoír el griterío. Configurar claustros de poder técnico, instituciones de expertos sin filiación política que decidan, mientras los políticos hacen campaña para no decidir nada. En esa obsesión antipolítica estamos también nosotros desde hace algunos años. Desde la creación del Instituto Federal Electoral hemos apostado por la multiplicación de las islas. Órganos amurallados para resistir las tentaciones del partidismo. Quiero decir que la ruta de la despolitización del poder público es un atajo peligroso. Puede vaciar el proceso democrático hasta hacerlo irrelevante. Es indispensable, por supuesto, constituir órganos arbitrales neutros pero no podemos pensar que la despolitización es la solución de todos nuestros problemas. 
-Jesús Silva-Herzog, 2 de junio de 2014

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