En el proceso de enamoramiento -el flechazo, la flecha misma hendiendo vigorosa- se busca profundizar en el conocimiento de la otra persona, no sólo sobre sus intereses o proyecto de vida, sino también acerca de las formas, de las características de su cuerpo. Y conviene no sobrevalorar este conocimiento considerándolo un antes y después, un parteaguas de la relación, cuando sólo es una fase en la búsqueda de saber quién es el otro. Por sentado se da que el machismo obvia, impaciente, el conocimiento profundo de ciertas partes del cuerpo femenino. Por ejemplo, el clítoris. Recúrrase a la definición: "órgano sexual que forma parte de la vulva, es el más sensible y, por tanto, el más placentero para la mujer. Consta de la cabeza o glande y el cuerpo ". Desde la identidad proyectiva masculina, el clítoris es pene en miniatura. De ahí que la práctica del clitorilingus constituya todo una fase del arte amoroso.
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