viernes, 19 de julio de 2013

La dimensión del arte que se copia a sí mismo

El estilo inercial
-Fernando Castro

Incluso los viejos rockeros asumen la conversión de su obra en un cliché. El tiempo es la edad de las cosas, pero eso no debe suponer que el único destino sea el que ofrecen los corredores siniestros de un museo de cera. El estilo, categoría y fetiche vertebral de la historia del arte más rancia, es una coartada para los artistas, especialmente para los que olvidaron la pulsión tremenda que les llevó a buscar algo desconocido con una actitud insubordinada. Los que tenían espíritu de burócratas no tienen mayor preocupación que seguir acudiendo al estudio a perpetrar otra "pieza" más en su particular charcutería estetizadora. La fosilización del imaginario es sintomática en los "integrados" en el paradigma pseudorradical que es difundido con todos los honores por la museística y el bienalismo hegemónico. Basta ver la mezcla de megalomanía prefuneraria y gigantismo documental de Marina Abramovic para comprender que la peregrinación de los flagelantes del performance también degenera en los pantanos del tedio infinito. El marketing de la repetición compulsiva produce una recepción acrítica que amplía la sensación  de indiferencia. Algunos admiran la "coherencia" mientras otros reconocen lo "idéntico". Nos falta la energía indómita y la poesía inaudita: hace falta pasión.

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