Sucedió el sábado, 29 de junio, en Avaza, una ciudad de vacaciones a orillas del mar Caspio, levantada de la nada por orden del presidente Gurbanguly Berdimuhamedow (pronúnciese Berdi-mujá-medov) que celebraba su cumpleaños 56. Para la ocasión llegaron artistas de varias partes del mundo, sobre todo de Rusia, Ucrania, China y Turquía. Pero había una estrella invitada, que había llegado de otra sociedad con tradiciones y valores muy diferentes a los imperantes en ese desértico país de Asia Central. Era la actriz y cantante estadounidense Jennifer López, que cantó y bailó en la fiesta delante de las autoridades del país y entonó melosa el Happy birthday, Mr. President. Cosa rara que quienes manejan el poder de modo dictatorial, sientan placer al recibir alabanzas en inglés, el mismo idioma en el que los llaman tiranos. Berdimujámedov dirige la hermética Turkmenistán, desde 2006, país que con cinco millones de habitantes, posee la quinta reserva mundial de gas natural. Según un comunicado de los representantes de JLo, su viaje a Turkmenistán lo organizó la empresa China National Petroleum Corp, el consorcio petrolero chino que en 2009 construyó un gasoducto para trasportar el gas turkmeno hasta China. Fue la compañía, explican, la que pidió a JLo, a última hora, la felicitación sorpresa para el dictador; también aseguran que la artista no habría cantado si alguien le hubiese avisado del salvaje currículum sobre derechos humanos del régimen turkmeno, "uno de los más represivos del mundo", según la organización Human Rights Watch (HRW). Otras estrellitas bobas han actuado en países con regímenes infames y han entonado la misma canción del "yo no sabía": Beyoncé y Mariah Carey, por ejemplo, cantaron, bailaron (y cobraron) para el entonces dictador Gadafi, en Libia.
-Nota de La Vanguardia
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