TE PUSE UNA CABEZA
Te puse una cabeza sobre el hombro
y empezó a reír;
una bombilla eléctrica,
y se encendió.
Te puse una cebolla
y se arrimó un conejo.
Te puse mi mano y estallaste.
Di cuatro golpes sobre tu puerta
a las doce de la noche
con el anillo lunar,
y me abrió la sábana que tiene cuerpo de mujer,
y entré a lo oscuro.
En el agua estabas como una serpiente
y tus ojos brillaban con el verde que les corresponde a
esas horas.
Entró el viento conmigo
y le subió la falda a la delicia, que se quedó inmóvil.
El reloj empezó a dar la una
de cuarto en cuarto, con una vela en la mano.
La araña abuelita tejía
y la novia del gato esperaba a su novio.
Afuera, Dios roncaba.
Y su vara de justicia, en manos del miedo ladrón
dirigía un vals en la orquesta.
Me soplaste en el ombligo
y me hinché y ascendí entre los ángeles.
Pero tuve tiempo de ponerme la camisita
y los zapatitos con que me bautizaron.
Tú quedaste como un cigarro ardiendo en el suelo.
-Jaime Sabines
1 comentario:
Sin pretender estorbar la imagen poética, adviértase la presencia del glande en el primer párrafo y la felación en el último. Ah, el intenso Sabines.
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