Fragmento del lienzo de Arturo Rivera publicado en Milenio
El personaje (¿el pintor mismo?) implora al cielo; el pelo y las uñas -nos recuerda- siguen creciendo, resucitando, incluso cuando ya se ha muerto o se ha sido crucificado. El pajarito muere, pero emerge una aureola: hay esperanza; el cordero muere descornado (nótese la mancha roja en la sien del personaje), pero al pie de la Cruz. En la margen derecha, un par de moscas copulan (escena, por desgracia, omitida por Milenio en la imagen publicada en la red); es la gran ironía del cuadro: los sucios insectos, que sobrevuelan cadáveres, son los que mantienen la vida y el gozo por la misma.
Escúchese el comentario de la Lésper -crítica con fama de muy agresiva-, en el sentido de que ve cercenado, cortado, a nivel de la cintura "tumefacta", el cuerpo del personaje ("Esa es una visión tuya", replica, desconcertado, Rivera. Y con razón: el retratado está en todo caso, en un podio, a la manera del expositor o conferenciante; o en un pedestal que lo exhibe). Fue un paso de lo imaginado, al acto: la crítica castrando al artista. Se echa de menos, la observación sobre el estilo hiperrealista, fotográfico (no sólo es la "figuración" o lo "figurativo"), de Arturo Rivera. Pues de ahí se deriva la aparente crudeza, rudeza o carnicería con los cuerpos; aparente, pues el dibujo hiperrealista congela a los personajes en poses forzadas, estáticas, no fluidas. A Rivera le pierde calcar fotografías.
Variante de la obra expuesta arriba
Es una joven la que le come, chupa, roba el corazón al personaje que muere así,... de amor.
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