miércoles, 10 de octubre de 2012

Off/On

"¿Qué te prende?" Es una formulación fallida de la pregunta, pues el lenguaje erótico (susceptible de transformarse en idioma) se resiste a la estructura de la sintaxis, al orden lógico de las palabras. Pues no existe switch que encienda ipso facto la luz brillante de la piel, la mirada intensa, la calidez de las orejitas, la humidificación de la boca, la suavidad de las manos, el despliegue esplendoroso de las piernas, el refugio de las axilas... Una vez que se descubre el switch -el coito de rutina- se ahorra la meta erógena: la exploración del otro, de la otra. Que ha de ser sin prisas. Como los viajes de Colón, cada uno puede ser distinto y contener sorpresas. A condición de que nada esté fijado de antemano. Influyen muchas variables para que fluya: el momento del día, la ropa que se lleva puesta, quizá la música, la conversación que lentamente va cediendo las palabras a las manos que esculpen y remodelan al otro, a la otra. El switch, sabiamente traducido al español como 'interruptor', interrumpe la travesía exploradora, la búsqueda de la fantasía erótica del otro, de la otra, el descubrimiento del idioma erótico común que siempre es único y original; y en ese sentido, creacionista, fundacional, pues no existen dos personas iguales, por ende, no pueden existir dos idiomas eróticos idénticos.

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